Caprichoso destino

22: Espaguetis con tomate

En cuanto subí a mi piso solté todo el aire que había estado reteniendo. Este camino de vuelta había sido demasiado desconcertante. No me explicaba el porqué de lo que hizo Alex ni su repentina pregunta. Todo había sido muy raro e incómodo, solo espero que no se maten entre ellos. Dejé mis cosas en el pequeño sillón y fui hacia mi habitación. Tengo toda la tarde libre así que podría ir al centro comercial a buscar algo para Ray. Sí, esa era una buena idea. Fui directo a la ducha, dejando caer las gotas de agua por todo mi cuerpo, esperando que se llevaran con ellas no solo el jabón sino también todo el estrés que había estado guardando hasta ahora. Cuando acabé, salí a secarme y, con una toalla atada a la cintura, decidí llamar a Ray para saber si estaba en casa.

-Que quieres.

Fruncí el ceño al móvil, sin saber porque había contestado tan bruscamente. Igual estaba molesto por lo de Alex.

-¿Ray? ¿Qué pasa? ¿Te has enfadado?

-¿Willy?

-Presente.

-Perdona pequeño, no quería contestar así. ¿Qué pasa?

-Nada, solo quería saber si habías llegado a casa.

De repente todo se quedó en silencio, solo se escuchaba la respiración de Ray al otro lado del micrófono, como si hubiera visto un fantasma.

-¿Ray?

-Sí, sí, aquí estoy. Llegué sano y salvo.

-Está bien.

Sonreí al saber que había llegado bien y suspiré aliviado, notándolo un poco más tranquilo.

-¿Ray?

-Dime.

-Te quiero.

Se me encendieron las mejillas al decirlo, y lo dije tan bajito que llegué a pensar que no me había oído, pero se escuchó como cogía aire, pareciendo que el alma volvía a él, y me contestó correspondiendo.

-Yo también te quiero pequeño.

Los dos colgamos, suspirando a la nada. Una pequeña sonrisa alumbraba mis mofletes rojos. Era mi nueva frase favorita, nunca me cansaría de oírla, ni de decirla. Tiré el móvil a la cama y fui hacia mi pequeño armario, buscando que ponerme. Saqué unos vaqueros negros y una camiseta del mismo color, poniéndome por encima una sudadera amarilla. Mis Vans de segunda mano se vinieron conmigo, y cogiendo todo lo necesario, salí del edificio, camino al centro comercial. Hoy no hacía muchísimo frío así que aproveché para ir caminando tranquilamente, observando todo a mí alrededor. Llegué después de una media hora y entré al recinto, entrando inmediatamente en calor. Empecé a mirar a los lados, viendo la cantidad de tiendas que había. ¿Por dónde empiezo? Me puse en marcha y caminé por los pasillos, mirando todos los escaparates que había, entrando a las tiendas cuando veía algo interesante, pero aún no encontraba nada. Hice un puchero, frustrándome por no encontrar lo que estaba buscando. Salí del centro comercial decepcionado y empecé mi caminata de vuelta a casa, pero pasé por una tienda en la que antes no había reparado. Me acerqué ilusionado a mirar lo que había desde fuera. La tienda se veía muy hogareña y tenía muchas cosas hechas a mano, otras parecían “vintage”  y otras de segunda mano. Emocionado, entré al pequeño espacio, encontrándome con una viejita detrás del mostrador. Esta me sonrió amablemente y se acercó a mí despacio.

-¡Hola! ¿Buscabas algo en concreto?

La miré sonriéndole de vuelta y asintiendo. Que mujer más amable.

-Quiero encontrar un regalo para mi novio, pero no encuentro nada que me encaje con él del todo. Había pensado en un detalle pequeñito porque ya tengo un regalo más.- Acabé de decir, haciendo un puchero casi imperceptible. La señora asintió feliz y se dirigió a una especie de tienda trasera, pidiéndome que la siguiera.

-Creo que tengo lo que buscas.

La seguí dando pequeños saltitos de alegría, intentando disimular mi emoción. Cuando llegamos sacó una cajita con un montón de pulseras y collares dentro. Me dijo que podía buscar lo que quisiera, y se fue otra vez al mostrador, dejándome solo. Empecé a mirar y a sacar todo lo que había dentro. Todo era muy bonito, pero seguía sin haber algo… perfecto para él. Me iba a dar por vencido cuando de repente vi algo brillando al fondo de la caja. Hundí las manos separando lo demás que había y lo cogí. Era un colgante. Tenía una piedra preciosa de color negro colgando de una cuerda del mismo color. Me quedé mirando la piedra, lo encontré. Era esto lo que buscaba. Era tan negra como los ojos de Ray, y a la vez parecía una pequeñísima caja de pandora que guardaba dentro muchas cosas. Relucía sobre las demás a pesar de ser tan oscura. Es como si Ray me estuviera mirando ahora mismo. La cogí entre mis manos, feliz y emocionado por haber encontrado lo que buscaba. Salí corriendo de la trastienda y fui a buscar a la viejita, que estaba en el mismo sitio en el que me la encontré al entrar. La señora me miró sonriendo y me dijo que me acercara.

-¿Lo encontraste?

-Sí. Es perfecto, muchas gracias por la ayuda.

Los dos nos sonreímos y yo le pagué. Me envolvió el colgante en papel de regalo y  salí de la tienda. Justo en ese momento Ray me llamó, así que cogí el teléfono para contestar.



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En el texto hay: amor adolecente, gaylove, misterio e intriga

Editado: 27.07.2021

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