Paula
Observo a mis dos pequeños que comen su desayuno feliz y luego los papeles que tengo en mis manos, la palabra deudas está en mi mente, una notificación del banco en donde dice que debo desalojar la casa en 24 horas está en una de mis manos, en algún momento de mi vida debí ahorrar, sin embargo, antes lo tenía todo, un trabajo, una vida, una familia, pero todo perdí cuando quedé embarazada, mi familia me dio la espalda, mi trabajo en la empresa de mi padre se acabó, el cual se encargó de que no encontrara trabajo en ningún lado, perdí mi vida o mejor dicho la cambié por dos, debía elegir entre dos pequeños o la vida de rica que tenía, es claro lo que elegí, mis bebés están vivos, sanos y felices frente a mí, no me arrepiento de ello y si pudiese volver en el tiempo lo haría todo igual para volver a tenerlos, ellos son lo mejor que me ha podido pasar, son mi vida.
—Mami —miro a Oliver cuando habla —¿no hay más tostadas? —miro su plato, este niño come mucho, sonrío extendiéndole las mías.
—Come esas, yo no tengo hambre —miento mirando sus ojos
—¿Irás a buscar trabajo hoy? —cuestiona Amy y niego, ¿cómo les digo que debemos irnos de esta casa? ¿Cómo les digo que no sé a donde iremos?
—Ustedes irán al colegio —me pongo de pie sin dejar mi sonrisa, no me gusta que me vean triste, los pequeños de seis años resoplan —y en la tarde cuando los recoja iremos a tomar helado —eso si les gusta y rápido se levantan.
Amy corre hacia la habitación en busca de sus cosas, Oliver, sin embargo, se queda mirándome y me pongo a su altura sabiendo que quiere decirme algo, lo conozco demasiado bien.
—¿Por qué no buscas a papá? —su pregunta me deja en shock —sabemos que no hay dinero mami —señala el papel que hace segundos tenía en mi mano, un nudo se forma en mi garganta —quizás él pueda ayudar —seguro que sí, pero no sé en donde está, ni siquiera sé su nombre completo, mis manos van al rostro de mi pequeño, el cual sé que solo quiere conocer a su papá.
—Oliver, la vida a veces es difícil, pero siempre saldremos adelante, en cuanto a tu padre, ya les dije que no sé en donde está
—Deberías buscarlo
—Sí pero
—Llevo seis años pidiendo el mismo regalo de cumpleaños mamá —me reclama con sus ojitos tristes —un papá, pero no cualquier papá, nuestro papá.
—Busca tus cosas o llegarán tarde —él bufa y se aleja de mí, paso las manos por mi rostro recordando a ese hombre, ese con el cual estuve hace casi siete años, no sabía su nombre completo, no hacía falta tampoco en ese momento, simplemente la atracción ocurrió, el deseo se hizo evidente, los besos subieron de tono y las caricias no pararon en toda la noche, me entregué a él cuando no lo había hecho nunca a ningún hombre, no me arrepiento, fue la mejor noche de mi vida sin duda alguna y luego de eso nos seguimos viendo, cinco días y cinco noches pasamos juntos en ese hotel, no sé si el nombre que me dio fue real, pero nunca lo he olvidado, todo parecía un sueño, pero el destino es caprichoso y ocurrió lo único que no debía ocurrir, quedé embarazada, lo descubrí un mes después de haber acordado con él que nos olvidaríamos de lo ocurrido, yo tenía mi vida, él la suya, por más que lo busqué, por más veces que fui a ese hotel nunca más lo volví a ver.
—¿Querías verme? —el hombre frente a mi rápido se voltea y riendo me abraza, mi mejor amigo me aprieta contra él como si yo no necesitara oxígeno para respirar.
—Estás bella mi amor —besa mis mejillas con cariño, sí, hacía mucho que no nos veíamos, pero una semana no es para tanto.
—Ángelo —bufo —desapareciste —me cruzo de brazos, lo conozco hace tres años y luego de mi embarazo es lo mejor que me ha ocurrido.
—Que decirte —se sienta en el banco, estamos en el parque al que siempre traigo a los gemelos y que queda cerca de su escuela —debo volver a mi casa
—Bien, ¿qué de malo tiene eso? —él alza una ceja
—¿Qué de malo tiene? Joder que si vuelvo, mi familia me controlará, perderé mi libertad, ellos quieren que junto a mis hermanos me haga cargo de los negocios familiares, a mí me gustan otras cosas, pero eso no es lo peor, papá me quiere dejar sin un centavo —bufo
—Los padres siempre queriendo que uno haga lo que ellos quieren —me cruzo de brazos —mírame a mí, quedé embarazada, me echaron de casa por no abortar y me dejaron sin dinero en la calle, Ángelo —lo miro —me han despedido de mi trabajo y el banco va a quitarme la casa, mañana estaré en la calle con mis hijos y
—¿Por qué no me dijiste nada? —chilla poniéndose de pie —somos amigos
—Sí pero
—Te puedo ayudar —sus ojos brillan al pronunciar esas palabras —y tú a mí —me señala
—No te entiendo, como yo podría
—¿Eras arquitecta verdad?
—Lo soy —espeto de mala gana y él ríe agachándose frente a mí
—Mi hermano necesita una arquitecta porque quiere una nueva casa a su gusto, o mejor dicho, al gusto de su prometida —rueda los ojos, río y él toma mis manos —es millonario, te pagarán una fortuna y los meses que estés ahí vivirás en su casa, podrás ahorrar mucho, tendrás dinero y luego de eso créeme que conseguirás trabajo en cualquier lado.
—Se escucha bonito Ángelo, pero todo tiene algo feo y sé que tus padres viven en Italia
—Vivían amor mío —muerdo mi labio —sabes que mi padre es italiano, pero mamá no, vivíamos allá, hace unos meses se mudaron a este país, sí, en otra ciudad, pero solo serán unos meses, buscaré el mejor colegio para tus pequeños amiga mía o mejor, un profesor privado —su sonrisa aumenta más y más con cada palabra que dice
—¿Y qué quieres a cambio? —él suspira y aprieta mis manos
—Sabes que me gusta la libertad —asiento —eres la única amiga que tengo, mi padre no entiende eso de ser libre, por eso me insiste tanto en que vuelva y me case con una mujer, si no lo hago me dejará sin nada y yo pobre me suicido —suelto sus manos y me alejo de él comprendiendo entonces lo que dice, lo miro desconcertada queriendo haber entendido mal