Paula
Acomodo las cosas en las maletas sin pensar mucho, es una locura, pero es la única solución, quizás es el único trabajo decente que pueda encontrar aunque a cambio tengo que estar casada con Ángelo dos años, tampoco es que vaya a ser un gran sacrificio, nos llevamos bien, es un buen hombre y un gran amigo que necesita mi ayuda tanto como yo, además todo será falso, tampoco es que me esté vendiendo y era eso o preparar mis maletas, pero para ir a la calle con mis hijos y eso sí que no, quiero lo mejor para ellos. Jamás dejaría que vivieran en la calle, más de una vez he dejado de comer, pero ellos nunca lo han hecho y no lo harán tampoco.
—No queremos irnos —suspiro y los miro, ambos están sobre la cama, sin ayudarme, mirándome tristes
—Mamá consiguió un trabajo
—Tenemos a nuestros amigos aquí —Oliver baja la mirada —consigue trabajo aquí mamá —¿cómo les explico las cosas si solo tienen seis años? Hay cosas que no puedo decirles.
—Mis amores
—¿Tristes? —la voz de Ángelo me interrumpe, este entra sonriendo a la habitación —¿por qué tristes? —mis pequeños lo miran
—No queremos irnos, queremos seguir aquí, nos gusta aquí —Amy se cruza de brazos, Ángelo se sienta cerca de ellos.
—Iremos a una casa enorme, una en la que cada uno tendrá habitaciones diferentes —perfecto, los está comprando también a ellos —una casa en donde hay más de una piscina —mis hijos se miran entre sí —en donde hay una sala de juegos, una sala de cine y un campo en donde podrán jugar fútbol, además —él mira a Amy —ahí tendrás un castillo, yo lo compraré, uno lleno de tus princesas de Disney
—¿Tendremos bicicletas?
—Y hasta autos si desean —los ojos de los gemelos se iluminan y ruedo los míos
—¿Y por qué Ángelo? —Oliver soba su barbilla y sonrío, es celoso y desconfiado —¿por qué ayudas a mamá? ¿Por qué nos vas a comprar cosas?
—Porque mamá y yo
—Somos amigos —lo interrumpo, aún no es el momento de soltarles otra bomba —y los amigos se ayudan —Ángelo me mira
—Bueno —Oliver respira hondo —¿cuándo nos vamos?
—Vayan a merendar que en una hora salimos —ambos salen corriendo, yo me siento sobre la cama
—¿Cuándo les dirás que nos casaremos? —lo miro —Paula
—Déjame eso a mi Ángelo —este asiente
—No te preocupes que todo va a salir bien —él coloca una mano sobre la mía —ya hablé con mi hermano, el trabajo es tuyo —sonríe y también lo hago aunque recordando el pasado, justo ese día que cambió mi vida para siempre, el día en que conocí al padre de mis hijos.
Años antes. (Día 1):
Bajo del auto sabiendo que debí quedarme en la casa, pero cuando le dije a Álvaro que estaba enferma y que no podía venir este se mostró triste, no puedo hacerle el feo, después de todo, es una fecha importante para él, consiguió un buen trabajo y quería celebrarlo conmigo, me detengo y respiro hondo, la fiebre está volviendo a pesar de que he tomado muchas pastillas, vuelvo a caminar y saco las llaves de mi bolso, llevamos solo cinco meses juntos, pero nos amamos, eso lo tenemos claro y nos hemos dado llaves de nuestras casas, abro la puerta con cuidado, le daré una sorpresa, me quito los zapatos en la entrada y voy hacia su habitación, subiendo las escaleras escucho voces y me detengo, ¿no está solo? Ya es tarde. Sigo caminando con sigilo hasta que logro escuchar la voz de una mujer
—Apuesto a que ella no te hace las cosas que yo te hago —conozco esa voz
—Claro que no preciosa, Paula es una nerd que solo piensa en trabajo —él ríe burlándose de mí y mi corazón comienza a acelerarse —imagínate que quiere la tonta llegar virgen al matrimonio
—¿Ves por qué debes dejarla? —escucho jadeos, mis ojos se llenan de lágrimas —Dios Álvaro, te quiero
—Y yo a ti, pero debo casarme con ella —más gemidos llegan a mis oídos haciendo que mis lágrimas salgan —la estúpida tiene dinero, le quitaré la mitad de todo —ambos ríen, yo retrocedo aguantando el llanto y luego salgo corriendo hacia la salida, tomo los zapatos en mis manos y salgo de esa casa con las lágrimas mojando mis mejillas, era el hombre perfecto, se suponía que me amaba, siempre me trataba con cariño y no se opuso cuando le dije que quería llegar virgen al matrimonio, aceptó la idea sin poner peros y sonriendo.
Escucho el sonido del auto, pero demasiado tarde, este me golpea y caigo al suelo, debí mirar antes de intentar cruzar la calle.
—¿Está usted bien? —unos fuertes brazos me toman y me levantan del suelo sin ningún esfuerzo, miro al hombre que me ha atropellado, sus ojos verdes me miran preocupados mientras mis manos se agarran de su traje arrugando su camisa.
—Yo —las palabras no salen, solo más lágrimas —perdón
—Perdóneme a mí —él me sujeta de la cintura cuando iba a alejarme —la llevaré a un hospital
—No, no —niego rápido, si voy a un hospital le avisarán a Álvaro, todos le conocen, ya que es médico —yo solo quiero irme de aquí.
—Vamos entonces —el desconocido abre la puerta de su auto, no lo pienso mucho y subo a este, él sube detrás de mí y se sienta a mi lado —¿de verdad está bien? —lo miro, su cabello está algo alborotado y sonrío mientras niego, él no dice nada y el auto sigue en movimiento, los minutos pasan hasta que este se detiene, bajo de él sin pensar en nada, no quiero pensar y el desconocido me toma de la mano guiándome hacia un hotel.
—¿En dónde estoy? —cuestiono cuando todos nos miran al entrar
—En un hotel, es el mejor de esta ciudad —subo al ascensor detrás de él —no la dejaré sola, no parece estar bien —lo miro —la atropellé, está llorando y quizás le he hecho daño, sigo pensando en que deberíamos ir a un hospital, pero —tomo su rostro con mis manos y pego mi boca a la suya, lo beso sin saber por qué, pero solo quiero no pensar en Álvaro, su traición y sus palabras hirientes
—Señorita —él me toma de las manos y me aleja un poco