Isaac
Escucho lo que dicen, pero no presto atención a nada, ni siquiera sé qué demonios hago aquí, debería de estar en algún club o en mi compañía, es aburrido escuchar estas voces, miro con disimulo mi reloj, Diablos, llevo ya una hora aquí escuchando estupideces ¿y todo por qué?, ah si, la mujer que está a mi lado, la miro, ella habla sin parar, diciendo las cosas que le gustan, claro que no me pregunta nada, sabe que estoy aquí casi de forma obligada, solo por negocios y bueno, ya no soy un niño, según mi padre debo casarme, tener hijos y una familia feliz, de solo pensar en eso me da dolor de cabeza, los niños no me gustan, las mujeres sí, pero no solo la que está a mi lado, sino todas, lo importante es que eso a mi futura esposa no le interesa, es superficial, arrogante y narcisista, ama el dinero y a ella misma, solo esas dos cosas le importan y de cierta forma a mí también, por eso vamos a unir nuestras vidas.
—Amor —su voz cantarina casi me hace rodar los ojos —¿cuáles te gustan? —respiro hondo, es un milagro que me pregunte
—Elige tú —digo mirando todos los dulces sobre la mesa
—Isaac no me caso sola, será también tu boda —¡qué desgracia! —debes también elegir —la miro
—Sabes que no me gustan los dulces Hana —rueda los ojos
—Solo elige uno Isaac, después dices que la fiesta fue solo hecha con mis gustos, te estoy dando a elegir los dulces —sonríe con su perfecta sonrisa mostrando sus perfectos y blancos dientes, sabe que no probaré los dulces, sabe de sobra que al final ella va a elegir uno distinto al que yo elija, solo le gusta joder.
—Este —señalo uno de chocolate, sé que no le gusta el chocolate —quiero ese —las personas frente a mí asienten y escriben algo, miro a Hana —¿ya podemos irnos mi amor? —pongo mi mejor sonrisa
—No me gusta el chocolate
—A mí sí —miento poniéndome de pie —ya me iré
—¡Isaac! —camino alejándome de ella ignorando que dice mi nombre, al salir de ese local respiro hondo —tampoco te gusta el chocolate —sonrío
—Ningún dulce lo hace Hana —abro la puerta de mi auto —¿nos vamos? —entro sin esperar que diga algo, segundos después se sienta a mi lado y el chofer arranca
—No te hace ilusión nada Isaac, es nuestra boda, viviremos juntos toda la vida —me recuerda mi desgracia, me tortura —al menos finge un poco que quieres casarte conmigo Isaac
—Contigo lo único que me gusta hacer es follar Hana —la miro, sonríe como si le hubiese dicho el mejor de los halagos —por eso ahora iremos a mi casa, nos daremos una ducha y luego tendremos sexo, por hoy basta de preparativos para bodas —ella se acerca a mí
—Me gusta tu idea mi amor —se sienta sobre mis piernas sin vergüenza alguna —pero debes al menos fingir que quieres casarte —juega con los botones de mi camisa —debiste probar los dulces, estaban muy buenos mi amor.
—Odio los dulces Hana, odio el chocolate y odio que intenten obligarme a hacer cosas que no me gustan —tomo su mentón y hago que mire mis ojos, la chica de cabello negro, ojos azules y cuerpo perfecto me sonríe, es preciosa, tiene una cara bonita y es muy sensual, sin embargo, ni ella ni todas con las que he estado me han ayudado a olvidar a esa chica con la que hace años estuve, esa que en sueños me visita, tengo su rostro tatuado en mi cabeza, aunque intento, no puedo olvidarla. ¿Por qué no la busqué? Miedo, miedo a perder mi libertad por una mujer.
Años antes. (Día 2):
En cuanto abro la puerta de la habitación el olor a comida llega hasta mí, dejo mis cosas en el sofá y camino hacia la cocina, está cocinando cuando puede pedir lo que sea al hotel, quito mi saco y lo dejo a un lado, me gustaría saber más de ella, pero eso sería romper mis propias reglas, se que viene de una buena familia, sus joyas y ropa me indica que es una niña rica a la que le dan lujos desde que nació, quedé helado al darme cuenta de que era virgen, jamás había estado con una mujer así y no pensé que ella lo fuera, me gusta el sexo duro, jamás he sido delicado en una cama y ahora gracias a ella me arrepiento de ello, me hubiese gustado saberlo.
—¿Qué haces?
—¡Dios! —se asusta y derrama en el suelo algo, sonrío cuando me mira —me has asustado
—¿Siempre dices Dios para todo? Cuando alguien se asusta casi siempre dice una palabrota —ella ríe y me siento —¿qué haces? —repito mi pregunta inicial
—Preparaba la cena —responde con timidez y aparto la silla frente a mi
—No tenías que hacerlo —digo mirando las cosas en la mesa, mi mirada cae en el vaso con helado de chocolate que está aquí
—Tenía hambre —murmura al ver lo que miro, sonrío y se sienta frente a mí.
—¿Qué edad tienes Paula?
—Pensé que no hablaríamos sobre nuestra vida —me encojo de hombros
—Es una pregunta simple, solo por curiosidad Paula, pareces una niña —ríe con sus mejillas rojas
—24 recién cumplidos —enarco una de mis cejas, ¿quién es virgen a los 24 años? He estado con chicas de menos edad y con un montón de experiencia
—¿Por qué eras virgen? —eso si hace que se ruborice —tienes novio según dijiste
—Mis padres son religiosos —baja la mirada al hablar —toda mi vida me han inculcado sus principios, desde pequeña me enseñan sobre Dios, quería llegar virgen al matrimonio —mira sus manos —a Álvaro no le importaba eso —supongo que se refiere al novio infiel —más bien me apoyaba, no me tocaba, evitaba que estuviésemos solos —pasa las manos por su rostro —pensé que me amaba, pero solo quería dinero, lo escuché burlarse de mí con quien pensaba era mi mejor amiga.
—Algo ya es claro, Paula —tomo sus manos haciendo que me mire, siento odio hacia su novio, desearía romperle la cara —ya no llegarás virgen al matrimonio y tu novio era un estúpido —ella ríe —y estoy agradecido con él, gracias a él estás aquí conmigo —me mira, sus ojos brillan
—¿Le dices eso a todas las que traes aquí? —sonrío —supongo que si no me hubieses encontrado, estarías con cualquier otra chica aquí