Caprichoso destino

Capítulo: 6

Paula

Pestañeo varias veces para disipar las lágrimas mientras salgo de esa casa, eso piensa de mí, si antes lo odiaba por irse sin despedirse tratándome como a una cualquiera ahora saber lo que piensa hace que mi odio aumente más y más, pero claro, pasé con él sin conocerlo cinco días, normal que pensara tan mal de mí, normal que ahora dijera todas esas cosas, me detengo mirando hacia todos lados, busco a los gemelos con la mirada, pero no los veo y me desespero, paso las manos por mis mejillas viendo borroso por las lágrimas y mis manos tiemblan.

—Mis hijos —retrocedo en mis pasos hasta que choco con alguien —Ángelo —digo cuando volteo

—Paula lo siento, yo

—¿Dónde están mis hijos? —su ceño se frunce

—Estaban aquí —él mira hacia todos lado

—No están, ellos no están y

—Cálmate —pide tomando mis hombros —están en la propiedad

—No me pidas que me calme —lo empujo desquitándome con quien menos culpa tiene —me hiciste venir hasta aquí en vano, tu hermano es un imbécil y mis hijos no están —echo a andar sin saber a donde ir —¡Amy! —grito caminando como loca —¡Oliver!

—¿Por qué tantos gritos? —Hana se levanta quitándose sus gafas

—Mis hijos, ellos tenían que estar aquí y

—Ahora entiendo por qué no tengo hijos —la tonta ríe

—Hana por Dios no es broma —Ángelo bufa —¿has visto a los niños?

—¿De verdad se perdieron? —ella mira hacia todos lados —o Dios, pero la casa no es tan grande Ángelo —comienzo a caminar sabiendo que es en vano hablar con ella, lo de superficial le queda bien y lo de tonta también

—¡Oliver! —grito caminando por los alrededores, también Ángelo grita sus nombres y hasta escucho a Hana buscándolos, después de todo no es tan mala, mis pies se detienen cuando a unos metros los veo a ambos con un señor mayor bajo un árbol, corro hacia ellos desesperada.

—Joder me han asustado —los regaño cuando me miran —¿qué demonios hacen? 

—Mami nosotros

—No pueden irse así sin avisar maldita sea —bramo tomando el brazo de Amy —deben decirme, me asustaron, yo

—Ellos están bien niña

—Estarán castigados una semana —amenazo pasando las manos por mi cuello —un mes mejor —bajan la mirada

—Están bien —miro al señor que me habla —solo caminaron siguiendo a Murphy —el hombre acaricia la cabeza del perro a su lado —llegaron hasta mí y hablábamos —miro al señor

—Yo

—Debes de ser Paula —sus ojos se entrecierran —novia de Ángelo y arquitecta de Isaac, soy Alessandro Diamanti —me extiende su mano —el padre de esos dos —sonríe cuando correspondo al saludo

—Perdón la forma de conocernos

—No se preocupe, así se ponía mi esposa cuando Isaac y Ángelo desaparecían —él ríe —me alegro de que haya ahora niños en esta casa, vendrán bien para alegrar el ambiente —él acaricia el cabello de Oliver.

—Bueno —suspiro —nos iremos ya mismo

—¿Cómo?

—Historia larga —paso las manos por mi cabello —yo —mis lágrimas salen —mierda —el señor ríe y me pongo a la altura de los gemelos que tienen sus ojitos tristes —discúlpenme mis amores —tomo una mano de cada uno —estaba preocupada, casi muero de un infarto por Dios

—¿No estamos castigados? —sonrío con la pregunta de Amy

—No, claro que no, mamá los ama y les pide perdón

—Te quiero mami —Oliver me abraza, Amy también lo hace dando un suspiro

—Yo te quiero más —río con sus palabras y los aprieto más contra mí sintiéndome bien, el temor ya ha desaparecido.

—Ahora explíqueme por qué se va niña —me pongo de pie cuando habla Alessandro que está cruzado de brazos

—No trabajaré para su hijo, este me quiere fuera de su casa, no le gustan los niños —miro los ojos del hombre que es bastante parecido a sus hijos, no sé si Isaac me recuerda, pero ahora mismo solo quiero irme de aquí y estar lo más lejos posible de él.

—Pero eres la novia de Ángelo ¿verdad? — cuestiona en voz baja para que solo yo le escuche y asiento con lentitud —bueno —él toma mi brazo —vivirás aquí con mi hijo

—Yo no

—Isaac que se vaya a otra casa si quiere

—Tengo entendido que la casa es de él —el señor ríe

—Lo es —suspira —por desgracia, ya no soy el mismo de antes y mi amada esposa tampoco, Isaac nos trajo a esta casa para cuidar de nosotros, no nos echará y a ti tampoco.

—No quiero estar en una casa en la cual no soy bienvenida, señor Diamanti

—Pero sigues aquí —la voz de Isaac me tensa y volteo

—Creí haberte educado mejor Isaac —su padre se acerca a él —ya veo que hice muy mal mi trabajo.

—No le daré trabajo papá, no la conozco de nada —sus ojos buscan los míos —no meteré en mi casa a cualquiera con un título que nunca ha trabajado de nada —se cruza de brazos —según mi hermano necesitas el trabajo, ¿por qué? 

—No te importa —él alza una ceja

—Si fuera buena arquitecta tendrías trabajo, no tendrías que viajar a otra ciudad para eso —él se acerca a mí, aguanto la respiración para no sentir su perfume, pero no bajo la mirada —a menos que solo busques el dinero de mi familia, ¿cuánto te paga mi hermano para que estés con él?

—Ángelo y mi mamá solo son amigos —Oliver se pone frente a mí, Isaac sigue mirando mis ojos

—Amigos —él ríe —¿eso le dices a tus hijos? Te haces la buena madre llorando cuando no están pero les mientes

—Mamá no nos miente —grita Amy, yo solo estoy muda mirando los ojos de Isaac

—Entonces por qué no les dice que en vez de amigos se va a casar con Ángelo —su mirada ahora baja hasta mis hijos —que ustedes vivirán con él y que mamá duerme con este y

—Cállate —Ángelo toma su brazo alejándolo de nosotros

—Mamá —Oliver me mira —¿es mentira eso verdad? —aprieto mis dientes —¿vas a casarte con Ángelo?

—Mis amores —sonrío un poco con un nudo en mi garganta

—¿Por qué nos mientes? —Amy se coloca al lado de su hermano, yo miro hacia Ángelo que discute con Isaac y luego miro a mis pequeños que esperan que diga algo, me pongo a la altura de ellos sin saber bien qué decirles.




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