Isaac
Permanezco en mi despacho, alejado de todos, aquí no puedo escuchar ruido alguno, así lo quise para poder trabajar en paz y estar solo, ahora es mi refugio, miro mis manos pensando en de que forma voy a matar a Hana, hizo lo que siempre hace, llevarme la contraria, al parecer eso le causa placer, pero sabe de sobra que soy quien dice la última palabra, observo el pequeño resumen sobre Paula que tengo en mis manos, fue rápido buscarla y saber sobre ella, no la quiero aquí en mi casa, menos con esos niños, me da igual lo que diga mi padre o lo que Hana quiera, cuando la puerta se abre levanto la mirada, bufo al ver que es Ángelo el cual cierra la puerta y se sienta en completo silencio frente a mí.
—Sé que no te importa Hana —asiento dándole la razón —ella contrató a Paula, pero esta aunque aceptó, sé que se irá como también sé que tú tienes la última palabra.
—Paula Mitchell —suspiro, al fin sé su nombre completo —la mejor de su clase, 30 años y en cuanto se graduó tuvo trabajo con su padre, el mejor arquitecto de este país, alguien importante, Federico Mitchell —Ángelo asiente
—Sé todo eso
—¿Por qué si su padre es millonario esa chica está aquí buscando trabajo cuando podría trabajar con él en su empresa? —suelto la pregunta que me atormenta, mi hermano se acomoda en su silla incómodo
—Es un gran arquitecto, pero también un religioso muy conservador —entrecierro mis ojos recordando mis conversaciones pasadas con Paula —no aceptó que Paula quedara embarazada sin estar casada, le dijo que debía abortar o no podría quedarse en su casa, le dio a elegir entre una vida de lujos o sus hijos.
—Ella...
—Claramente, eligió a sus hijos —dice sin dejarme hablar —su padre la echó de su casa, la dejó en la calle sin dinero y sin trabajo, por más que buscó no encontró nada, Federico le cerró todas las puertas en todos los trabajos importantes, desde entonces la arquitecta ha tenido que ser camarera, limpia pisos, friega platos y todos esos trabajos que tú jamás harías, todo lo ha hecho para cuidar de sus hijos ella sola, se ha acostado sin comer por darles a ellos la comida aunque —él sonríe —tiene una cadena que vale un buen dinero y que nunca vendió —me tenso por completo —la conserva, ha pasado necesidad ella, sus hijos nunca, pero ella si y aun así nunca la vendió —miro el papel en mis manos y respiro hondo, ¿aún la tiene?
—Ángelo
—Dale trabajo y pídele disculpas Isaac, la ha pasado mal estos seis años, solo por elegir ser madre soltera —paso una mano por mi cabeza intentando aplacar el dolor que siento en esta, la he tratado mal sin conocer por lo que ha pasado ¿y todo por qué?
—Me dijiste que conocías al padre de sus hijos —Ángelo ríe mientras niega
—Solo te dije lo que Paula me ha contado —lo miro confundido —jamás te dije que le conocía en persona Isaac —aprieto mi mandíbula y me pongo de pie
—Eres imbécil —bramo caminando hacia la puerta —me dijiste que
—¿Y eso que importa Isaac? —lo miro, él está de pie, claro que importa, podrían ser mis hijos, pensé que no lo eran y la quise lejos de mí, pero podrían serlo, salgo del despacho dando un portazo, debo buscarla, debo hablar con ella, pero qué demonios le digo? Aún me duele la bofetada que me dio, la cual me gané, pero nunca una mujer me había pegado y ella se atrevió a eso, al ver a Hana voy hacia ella.
—Isaac déjame explicarte, yo
—¿Dónde está? —tomo sus brazos con fuerza —habla
—No la verás, ella
—¿Dónde está? —Hana baja la mirada
—Perdóname, es que me dijo su apellido, conozco a su padre, es de buena familia y es buena arquitecta, yo
—Su familia es una mierda —sus ojos se abren como platos —ahora dime en cuál habitación de esta casa está —ella suspira
—Abajo, cerca del sótano —la miro horrorizado —no quería que la vieras y yo —la suelto de forma brusca y echo a andar, casi corro yendo a la habitación, ¿cómo puede mandarla hasta acá? No son animales, son personas, niños.
—Aún no me perdonan —la voz de Paula detiene mis pasos y me acerco a la puerta que está entreabierta —yo los amo
—Nos mentiste —me maldigo a mí mismo por haber sido un bruto con ella y los niños —te casarás con Ángelo —me acerco más y me asomo, los pequeños están sobre la cama y ella agachada frente a ellos, es definitivamente la imagen más bonita que mis ojos han presenciado
—Oliver —ella mira a su hijo —Ángelo es bueno, es un gran amigo y nos quiere mucho —mi pecho se contrae, fue mía, no puede estar con mi hermano pero lo está.
—No quiero que te cases —el chico está celoso y sonrío
—¿Por qué no mi amor?
—¿Y si papá viene por nosotros? —miro a Paula —¿y si viene y estás casada con otro?
—¿Por eso todos estos años has espantado a los hombres que he conocido? —el chico no responde, pero es clara la respuesta, ¿cuántos hombres ha conocido? La pregunta me atormenta causándome una tormenta en mi interior, ¿con cuántos ha estado? Tengo miedo de la respuesta, pero fui yo quien se fue.
—Quizás papá vuelva —pronuncia la pequeña —quizás lo haga mamá, y podrás casarte con él —la niña sonríe, ambos miran a su madre y yo también, solo veo tristeza en sus bonitos ojos
—No volverá —ella acaricia sus rostros —mis amores, sé que quieren conocer a papá, pero eso es difícil, yo —la voz se le corta y sus lágrimas salen, sus pequeños se lanzan sobre ella y la abrazan, es imposible no sonreír viendo como la besan y le dicen que le quieren, son dos celosos, o mejor dicho, tres celosos, pero se aman, yo carraspeo y los tres se detienen, los niños me miran con desconfianza mientras Paula está tensa
—¿Qué haces aquí? —ella se pone de pie
—Es mi casa Paula
—Me iré, no te preocupes
—Vine a pedir perdón —su boca se abre sin pronunciar sonido alguno, los pequeños se acercan a mí y los miro.
—¿Es verdad que tienes un campo de fútbol? —enarco una ceja con la pregunta de Oliver