Paula
Me siento en la cama cuando él sale y al fin logro respirar sin dificultad, ni siquiera sé cómo pude mantener la calma, claro que me conocía, no es tonto, yo si lo soy por pensar que no lo hacía, sospecha de mis hijos, normal que lo haga, pero no quiero que sepa que son suyos, nuestras vidas están muy separadas, él va a casarse, yo también lo haré, lo mejor es que nadie sepa nada, pero cómo podré fingir que no me afecta cuando lo veo? ¿Cómo podré vivir como si nada bajo su mismo techo? Si antes recordaba esos malditos cinco días ahora lo hago más todavía, cada palabra, cada momento que vivimos, todo es una tortura aunque claro está que luego de eso quien peor la pasó fui yo.
—Mami —Oliver entra sonriendo —me gusta tu nuevo jefe, parece bueno —sonrío, es su padre
—¿De verdad crees eso?
—Y es muy guapo —mi hija suspira y río
—debemos recoger nuestras cosas, iremos a otra habitación —los niños sonríen
—Magnífico, esta no me gustaba —los escucho hablar, pero mi mente está en otro lugar, con otra persona, no puedo vivir aquí, pero tendré un importante trabajo para personas importantes, quizás luego de esto consiga un buen trabajo.
—Señorita —miro hacia la puerta en donde hay una empleada —el señor nos manda a ayudarla —tres más entran con ella —la acompañaremos a su habitación.
—Gracias, pero no hacía falta, podemos cargar nuestras cosas
—¿Cómo cree? —la chica ríe —por eso nos pagan y hay muchos empleados en esta casa —suspiro y solo asiento mientras ellas recogen todo
—Ángelo nos prometió habitaciones separadas —comenta Amy que va de mi mano mientras seguimos a las empleadas —no aguanto más estar con Oliver mamá, lo ensucia todo
—Tú eres la regada —mi pequeño la señala
—Es mentira mamá, él deja migas de galletas por todos lados y usa mi ropa para limpiar
—Mamá ella tira mis juguetes y
—Ya basta —me detengo y los miro —ustedes son hermanos, deben quererse, cuidarse y no pelear
—Nos queremos —afirma Amy
—Nos cuidamos —dice Oliver —pero no la soporto
—Ni yo a ti —se hacen muecas y solo suspiro comenzando a caminar de nuevo.
—Lo quiero en tres días —escucho a Isaac que está frente a una puerta y camino más lento, él habla por teléfono —no, tres días dije o buscaré a alguien más joder —su forma no ha cambiado —bien, solo tres días he, los quiero hoy aquí maldita sea —cuando cuelga y se gira nos ve.
—Es enorme —chilla mi hija entrando a la habitación por donde las empleadas entraron
—Sí, ¡qué camas! —escucho a Oliver, pero sigo mirando a Isaac
—En tres días cada uno tendrá su propia habitación
—No hace falta
—Si, si hace —él mira hacia la habitación, hago lo mismo viendo como mis hijos saltan sobre la cama, abro mi boca para regañarlos, pero Isaac coloca un dedo sobre mis labios, mis ojos buscan los suyos recordando su gesto, ese que siempre hacía cuando quería que no hablara. —Siguen siendo como los recuerdo —mi corazón se agita cuando comienza a acariciar mis labios con sus dedos —suaves, lindos —él se acerca más —me pregunto si sabrán igual.
—Y yo si recuerdas que estoy con tu hermano —me alejo un paso impidiendo que siga tocándome —además de que tienes prometida Isaac
—Lo recuerdo, pero no me importa —se encoge de hombros —soy un egoísta Paula
—Por favor —bufo y paso por su lado entrando a la habitación, no ha cambiado nada en seis años, sigue siendo el mismo mujeriego de antes.
—Te quiero en mi despacho en una hora —no lo miro —debes firmar un contrato —aguanto las ganas de gritarle y camino hacia mis hijos, al sentir la puerta cerrarse suelto el aire que contenía, no respeta ni que se va a casar, tampoco que sea la novia de su hermano, ¿qué se puede esperar de un hombre como él? Veo a mis hijos jugar y sonrío, quieren saber quién es su padre, si tan solo supieran que este está más cerca de lo que ellos creen, pero cómo se los digo? No puedo hacer eso aunque si en algún momento lo saben no van a perdonarme una mentira así.
Cuando termino de arreglar todo y dejo a los niños durmiendo es que salgo de la habitación, esta casa es inmensa, ¿cómo demonios voy a encontrar el despacho de Isaac? Veo a Ángelo a unos metros y sonriendo voy hacia él.
—Ángelo
—Amor —voltea sonriendo —te desapareciste —sus manos van a mis brazos y tocan estos
—Estaba dándole algo de comer a los gemelos y luego los dormí, ahora debo ir a —me callo cuando él se acerca más a mí y sus manos van a mi rostro —¿Qué haces? —musito, está demasiado cerca de mí
—Fingir, somos novios Paula, no olvides eso —acaricia mi rostro sin dejar su sonrisa —por ahora no dormiremos juntos, pero en cuanto los gemelos tengan habitación lo haremos
—¿Y es necesario que estés tan cerca?
—Mi padre nos mira desde abajo —no miro y sigo con la mirada fija en sus ojos —tiene que creer que nos amamos
—Bien —suspiro y sonrío un poco —¿qué hago?
—Bésame —vuelvo a sonreír aunque solo quiero empujarlo lejos —vamos Paula
—No puedo
—Somos novios, claro que puedes
—Joder —bajo un poco la mirada y retrocedo alejándome unos pasos de él, Ángelo pasa sus manos por su rostro, miro hacia abajo en donde sí que está su padre hablando con un empleado —disculpa
—Paula esto debe salir bien
—Tu padre no es malo, ¿por qué no hablas con él?
—No me entendería —resopla
—Necesito ir al despacho de tu hermano
—No deja a nadie entrar ahí Paula
—Me dijo que fuera —sus cejas se alzan pero asiente
—Baja las escaleras, toma el pasillo a la izquierda y al final verás una puerta de color negro, es ahí, pero como dije, nadie puede entrar, solo mi hermano, tiene hasta llave, es su lugar sagrado de descanso —bufa —hoy fue un milagro que me recibiera en este para hablar de ti —aprieto mis dientes
—Debo ir a firmar mi contrato —Ángelo asiente y paso por su lado, casi corriendo bajo las escaleras y sigo sus indicaciones, mis pasos se vuelven más lentos a medida que voy acercándome a esa puerta de color negro, cuando llego hasta ella doy un suave toque a esta.