Caprichoso destino

Capítulo: 10

Paula

¿Por qué tuve que aceptar su beso? No pude dormir en toda la noche pensando en eso y ahora sigo pensando, está en mi cabeza, su sabor está en mi boca aunque he lavado esta ya varias veces, pero parece ser algo de mi cerebro, mi cabeza no me ha dejado de doler desde que estoy en esta casa, al menos agradezco que los gemelos estén entretenidos, no entiendo a Ángelo, le tiene miedo a su padre cuando este es un amor, al menos con mis hijos lo es, se han pasado todo el día jugando, cosa que me recuerda que debo hablar con Ángelo para buscar alguna escuela por aquí cerca, lo de un profesor privado no es mala idea, pero prefiero que mis hijos se relacionen con niños de su edad.

—¿Paula? —levanto la mirada para encontrarme con Hana y sonrío —perdón que llegue ahora —ella se sienta frente a mi impidiéndome seguir viendo con claridad a mis hijos que juegan a unos metros

—No importa

—Tenía una sesión de fotos, cansa, ¿sabes? —suspira —es agotante a veces que te admiren y veneren —escondo mi sonrisa detrás del vaso que llevo a mi boca para beber un poco de agua.

—¿Eres modelo no? 

—La mejor pagada de este país —asiento alzando una ceja notando que le encanta hablar sobre eso

—Bueno, háblame de esa casa que

—Espera —levanta una mano callando mis palabras —Ángelo me comentó que también tienes ideas para bodas —abro la boca para hablar —me dijo que como organizadora serias perfecta

—Bueno yo

—Cuéntame Paula, ¿cómo harías la boda perfecta? 

—Son detalles tontos Hana y

—Cuenta vamos —pide juntando sus manos —no me hagas rogar que es patético —sonrío y entonces comienzo a hablar imaginando que soy yo quien se casa, momento que llevo soñando desde que tengo cinco años, no solo el vestido, también los arreglos de las flores, la comida, las mesas, el lugar, todo lo he pensado, planeado y soñado aunque con cada día que pasa veo más lejos ese sueño, le cuento todo a Hana mientras esta me escucha o espero que lo esté haciendo, con ella nunca se sabe, a veces mira sus uñas o su teléfono y otras parece estar dentro de sus pensamientos, cuando termino de hablar miro sus ojos, la chica mira hacia el horizonte con la mirada perdida, ¿he hablado en vano?

—Hana no sé si

—Me encanta —se pone de pie —joder Paula, es perfecto lo que me has dicho —sonrío un poco —acabas de narrar la boda perfecta de cualquiera aunque —me mira —lo de la comida debemos cambiarlo

—¿Debemos?

—Eres a partir de ahora la que organiza mi boda —me señala —te pagaré muy bien por ello

—Por qué la comida no? 

—Los dulces —hace una mueca con sus labios —A Isaac no le gustan los dulces y menos el sabor chocolate —me pierdo en sus ojos —a mí tampoco el chocolate, prefiero la fresa, pero Isaac odia todos los dulces, me iré a bañar, sigue pensando en mi boda —la chica se aleja hacia la piscina y ahora la pensativa soy yo, ¿no le gustan los dulces? Recuerdo las galletas que le hice y que comió, galletas de chocolate, no me dejó ni una, niego con la cabeza sonriendo, ¿será posible que su novia no lo conozca? Miro la mesa entonces dándome cuenta de que organizaré la boda del padre de mis hijos, el hombre del que me enamoré hace años.

—¿Piensas en nuestro beso? —hombre que se sienta frente a mí con unas gafas de sol, miro hacia todos lados

—No deberías hablar de ello, fue un error

—Para ser un error lo disfrutaste mucho —sonríe retirando sus gafas

—Dijiste que me respetarías

—Mentí Paula —confiesa con cinismo —ahora mismo me apetece tenerte en mi cama

—Tu novia está a unos metros nadando Isaac, mis hijos juegan con tu padre cerca y tu hermano está dentro de la casa, respeta eso

—Es mi casa —se acomoda en su silla sin importarle nada y me pongo de pie

—No solo seré la arquitecta que has contratado —él se levanta —también pienso organizar tu boda —sonrío viendo su desconcierto

—Bien, entonces tendré que decirle a Hana que tú y yo hace años follamos mucho y que esos niños pueden ser mis hijos —siento mis mejillas volverse rojas mientras él solo sonríe —Paula

—Vete a la mierda —comienzo a caminar hacia la casa

—Esas palabrotas —el infeliz me sigue —¿desde cuándo las dices? ¿Ya no dices, ¡ay dios mío!, cuando follas? —ríe, me detengo y lo miro, mala idea porque él casi choca contra mí y quedamos tan cerca que siento su respiración contra la mía

—Eso debes preguntarlo a los hombres con los que he estado —su mandíbula se tensa —cuando llego al orgasmo me pierdo —sonrío viendo su enojo

—¿No te da vergüenza llevar a cualquiera a tu casa y que tus hijos...?

—Nunca para tener intimidad llevé a ninguna de mis parejas a mi casa Isaac

—¿Cuántas parejas? —viro los ojos y le doy la espalda, me alejo de él lo más rápido que puedo, qué obsesión tiene con saber la cantidad de hombres con la que he estado, ¿acaso son celos? Lo dudo mucho, al entrar a la habitación veo a Ángelo aquí y suspiro.

—¿Y ese suspiro? 

—Tu hermano —me acuesto en la cama —es insufrible

—Sí, es un gruñón perfeccionista de primera categoría —miro el techo pensativa, ¿gruñón? No lo recuerdo así, también Ángelo me dijo de camino aquí que nunca sonreía, que no le gustaba hablar mucho y que era orgulloso, el hombre que conocí era muy distinto a eso, es más, conmigo sonríe bastante y habla de más, ¿acaso su familia no le conoce? —¡Paula! —el grito de Ángelo me hace mirarlo mal —no me escuchas

—¿Por qué dices que tu hermano no sonríe? —me mira confundido —y Hana dice que odia los dulces, que no le gusta el chocolate.

—Es la verdad Paula, puedes ir a la cocina, no hay dulces en esta casa —lo miro como si tuviese dos cabezas —¿qué te pasa?

—Nada, debo ponerme a trabajar

—¿A dónde vas? —me detengo cuando abro la puerta

—Al despacho de tu hermano

—¿Qué despacho?

—Ese de color negro que huele rico y está insonorizado —la boca de Ángelo se abre en una O




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.