Caprichoso destino

Capítulo: 11

Isaac

Agotado salgo del baño secando mi cabello, estar horas jugando con esos niños me ha cansado, me han tenido saltando dentro del castillo como otro niño más, realmente ha sido divertido, sonrío recordando a Amy, la pequeña estaba feliz y agarró mi mano para que entrara con ella al castillo, puedo sentir su tacto aún en mi piel, y Oliver también me ha hecho reír, al principio le daba temor subir a una de las bicicletas, pero al final lo hizo y no paraba de reír cuando era empujado por mí, quizás por eso me duele tanto la espalda, pero hacía mucho que no reía así, bueno, no recuerdo ningún día en que haya reído así, mi sonrisa se borra al ver mi cama desarreglada, achico mis ojos pasando una mano por ella justo donde está arrugada, ¿qué demonios?

—Amor —ruedo los ojos y miro hacia el balcón en donde está Hana con una bonita lencería fina y demasiado transparente.

—¿Quieres vestirte? —camino hacia ella y de un tirón hago que entre —joder Hana, hay niños en esta casa.

—Ya deben de estar dormidos

—¿Y si no lo están y te ven? —gruño haciendo que se tape, en otro momento me hubiese excitado pero no con esos pequeños aquí en mi casa.

—Maldición Isaac qué gruñón eres —ella bufa y se sienta sobre la cama volviendo a arrugar esta para luego sacar algo de un cajón, una crema para la piel y comienza a untársela sin mirarme, mi cabeza quiere estallar mirando el cajón abierto, las cosas dentro están por completo fuera de lugar y Hana simplemente sigue en lo suyo sin darse cuenta.

—Tienes dos segundos —me mira —solo dos Hana para irte de esta habitación

—¿Cómo dices? —sus ojos se abren como platos

—Aprende a ser organizada Hana y hoy no quiero dormir contigo, ve a tu casa, aún no nos casamos, faltan seis meses para esa tortura

—Pensé que ya podíamos ir viviendo juntos

—¿Para qué demonios adelantar las cosas malas? —camino hacia la puerta luego de tomar una camisa —dos segundos —añado escuchando como grita una palabrota y salgo de ahí.

—Margaret —la empleada me mira —prepárame un té y llévalo a mi despacho —esta solo asiente y camino hacia el despacho, deseando estar en paz lejos de todos al menos hasta que Hana vuelva a su casa, abro la puerta del despacho, pero me detengo en seco, hay papeles por todo el suelo, una tasa llena de café está sobre mi escritorio, el cual también esta hecho un desastre, mis venas quieren reventar del estrés, pero entonces la veo a ella sobre el sofá, no me ha visto, está de espaldas a mí mirando un libro mientras tiene unos audífonos puestos, ¿está leyendo mientras escucha música? Sonrío olvidando el desorden por completo y con cuidado cierro la puerta, podría estar horas mirándola sin hacer ni decir nada, la chica juega con las hojas del libro, su cabello está recogido de muy mala manera y tiene sus pies sobre el sofá, a pesar de eso y de la ropa ancha con corazones que lleva, sigo pensando que es lo más hermoso que conozco. Ella bufa y entonces mira hacia mí.

—¡Mierda! —chilla poniéndose de pie dejando caer el libro y rápido se quita los audífonos —Isaac

—Buenas noches —sonrío cuando intenta en vano peinarse con sus manos

—¿Qué haces aquí? 

—Pensaba trabajar un poco —asiente y mira sus cosas por todo el suelo y la mesa

—¿A estas horas? —asiento —enseguida recojo todo

—No importa —me mira alzando una ceja —tampoco está todo tan regado —sonrío pasando una mano por mi cabello sin poder dejar de mirar sus ojos —lo que quiero decir es que yo puedo recogerlo

—Ya lo hago yo —comienza a recoger las cosas sobre el suelo —no podía dormir y vine a pensar cosas para la boda, tengo un montón de ideas, perdón por esto

—No pasa nada, para eso te di la llave del despacho

—No tenías que comprarle tantas cosas a los gemelos —dice una vez que deja los papeles que había en el suelo sobre el escritorio

—Tampoco compré mucho

—Ese castillo debió costar una fortuna Isaac

—Tengo la compañía de ciberseguridad más importante de este país y el mundo Paula, además de los negocios familiares, gano miles de dólares y tengo millones —me acerco a ella —créeme, no he gastado nada en tus hijos y pensando que podrían ser míos

—No lo son

—Ya veremos —sonrío, ella deja de mirarme y comienza a organizar el escritorio —quiero una prueba de ADN —aprieto mis dientes cuando derrama el café que había en la tasa sobre la mesa mojando todo, mi cabeza quiere estallar y aguanto las ganas de gritar, sus ojos chocan con los míos calmando toda la tormenta que se estaba desatando en mi interior, es imposible enfadarse con ella cuando miras esos bonitos ojos grises.

—¿Una prueba? —asiento —¿de ADN? —vuelvo a asentir

—Si tan segura estás de que no son mis hijos no te importará hacerla —sonrío mirando sus ojos

—Claro que no, pero

—¿Pero?

—¿Qué les digo a los gemelos? ¿Y a Ángelo? No pueden saber que piensas eso Isaac

—No te preocupes por eso, ahora vete a dormir —ella solo intenta irse, pero sujeto su brazo, cuando me mira sonrío —¿Estaban felices? 

—¿Quiénes? —me mira confundida, es demasiado despistada

—Los gemelos Paula

—Ah —ríe —sí, muy felices —con lentitud y pesar suelto su brazo

—Eso es lo que importa

—Dicen que eres el mejor hombre que han conocido Isaac —mi pecho se llena de orgullo con esas palabras y Paula camina hacia la salida, sale de aquí dejándome con una enorme sonrisa, la cual se borra al mirar mi mesa de trabajo, mis manos tiemblan del enfado que estoy comenzando a sentir, todo está regado y sucio, muy sucio, además de que huele a café.

—Señor le traje su té —habla la empleada y la miro

—Limpia todo —mascullo señalando el despacho —todo o estarás despedida maldita sea —bramo saliendo rápido de este lugar que antes de que Paula llegara era mi refugio, pero ahora dispara mis nervios al máximo.




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