Car Freshener

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Roxana colocó una mano sobre la cornisa de la ventana y se inclinó hacia adelante para poder observar la calle. 

Era una chica pelirroja, muy hermosa. Su cuerpo envidiaba líneas casi perfectas, su piel era morena clara y de unos ojos que reflejaban una mezcla entre fortaleza, ternura y dolor.  

Lamentablemente, la gente la tachaba de maneras negativas.

Esa mañana buscaba algo diferente en su vida, todo era demasiado común. Sin ningún ánimo en su rostro, se puso el saco y salió de su departamento hacia la fría mañana. Entró a su coche y manejo. No tenía pensado ir a un lugar en especifico, solo miraba de un lado a otro, esperando encontrar un local que atrajera su atención. Finalmente se detuvo. Se quedó un momento en el auto, pensativa. No había ningún lugar que fuera lo suficientemente atractivo para ella. Salió del auto con molestia. Se recargo en la puerta con la cabeza abajo, al levantarla se encontró con una tienda frente a ella. Aprecio el anuncio de Neón en donde grababa la leyenda: "En ambiente fresco". Entro esperando encontrar algo de beber, pues esa idea le daba el nombre del local, pero sucedió que era un sitio muy extraño. Había cientos de camaleones por toda la tienda, que parecían observar su andar; peceras vacías, percheros, un sillón frente a las peceras y mucha suciedad. Un hombre barbudo se encontraba tras el mostrador. Roxana se acercó a mirar lo que contenía su vitrina: llaves oxidadas y tequileros vacíos.

—Buenos días—logró articular Roxana.

—Muy buenos sean—contestó el hombre—¿desea comprar algo?—Roxana frunció el ceño ante la pregunta, volvió a mirar a su alrededor con incomodidad, se preguntaba si el hombre habla en serio. Mientras Roxana observaba y casi tenía la disposición de salir de ahí corriendo, recordó que buscaba algo distinto en su vida y que tal vez aquel local era exactamente lo que buscaba. Entonces su vista se detuvo ante uno de los percheros del cual colgaba una tarjeta roja con un corazón estampado en medio. Roxana, se acercó y tomó la tarjeta entre sus dedos,  estaba confundida, no tenía ni idea de lo que era. El hombre parecía haber notado su desconcierto.

—Es un car-freshener—dijo el hombre. Roxana se volvió hacia él. "¿Un car-freshener?" se preguntó para sí misma, luego miró la tarjeta otra vez, lo llevó hacia su nariz para oler.

—No tiene olor—dijo Roxana hacia el hombre.

—Sí, lo tiene—afirmó.

—¿Qué olor tiene?

—Solo funciona si lo pone en el coche—por un segundo Roxana pensó que el hombre le estaba 'tomando el pelo', y que lo único que deseaba era que le comprara algo.

—¿Por qué tiene un corazón?

—Indica el aroma.

—Entonces ¿Si lo pongo en el auto olerá a corazón?—le preguntó con ironía.

—Si no quieres comprar nada pues...

—Está bien—interrumpió Roxana, agarro la tarjeta y la puso sobre el mostrador—¿Cuánto?

—Treinta y seis—Roxana abrió la cartera y sacó los billetes para después depositar la cantidad exacta sobre el mostrador—tomó la tarjeta con desgano y se aproximo a la salida.

—Vuelva pronto—le dijo el hombre antes de que Roxana cruzara la puerta.

Roxana subió a su auto, lanzó la tarjeta al asiento del copiloto. Tenía la autoestima tan inexpresiva como cuando salió de su departamento. Ahora volvería, se daría una ducha y continuaría con su vida aburrida, "bueno, al menos hoy tuve una impresión diferente" se dijo en la mente, iba a colocarse el cinturón de seguridad cuando su vista se posó otra vez sobre la tarjeta. Extendió el brazo para alcanzarla, la miró con curiosidad, estiró el cordón con dos dedos, luego se encogió de hombros y la colocó sobre el espejo retrovisor.

—Es un bonito adorno—sonrió, volviéndose a encoger de hombros.

Prendió el auto y puso las manos sobre el volante. Pronto comenzó a sentirse mareada, imagino que un humo rojo brotaba del interior del auto. Ni siquiera tuvo la sensación de que le importara. Todo en su cabeza daba vueltas, cerró los ojos, comenzaba a oler extraño, no podía describir el olor con palabras. Entonces dejó caer su cabeza sobre el volante que sostenía con firmeza.

. . .

Edwin levantó la mirada y se miró al espejo, apreciaba el color castaño de su cabello y los ojos cansados.  

"Ojala algún día pueda encontrar un color diferente" pensó, luego tomó su chaqueta y salió hacia la soleada mañana. Subió a su auto y condujo hasta estacionarse frente al establecimiento de café, el cual consideraba su favorito: "Sexto sentido". Era un hábito para él.

 

Sostuvo la taza y la acercó a sus labios para sorber un poco del café.

—Buenos días, Edwin—se aproximo una chica regordeta, muy hermosa—¿qué te traigo?

—Buenos días, Bonita—dijo Edwin, dejando la taza sobre el pequeño plato—unos waffles con miel, por favor.

—Me parece perfecto—anotó Bonita, Edwin le sonrió con amabilidad y volvió a su café, Bonita se alejó.

Después de haber terminado y pagado su desayuno, se aproximo a la barra donde se encontraba Bonita para desearle un buen día antes de irse.

—Muchacho ¿por qué siempre estás tan solitario?

—Cada vez que vengo me preguntas lo mismo pero con diferentes palabras ¿acaso quieres conmigo?—le preguntó en modo de broma, los dos rieron. Bonita ya llevaba dos años con su novio y jamas le engañaría ni con Edwin ni con ningún otro.

—Siempre luces cansado, deberías de relajarte un poco. Tener una novia no te vendría nada mal.

—Lo pensaré, Bonita...tal vez tengas razón.

—Solo es un decir, si por lo mientras quieres seguir solo, no te molestare más, porque estoy segura de que algún día llegara esa chica especial, ya lo veras—Edwin se quedó pensando con la mirada abajo. Esta vez trataría de tomar más enserio las palabras de su amiga. Levantó la vista para despedirse, pero su mirada se fijó en algo detrás de ella.

—Bonita ¿qué es eso?—Edwin señaló hacia la pizarra donde se colocaban las órdenes, en ella, se encontraba colgada una tarjeta transparente con un corazón en el medio. Bonita siguió la dirección de su dedo.




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