Caricias en la oscuridad (cinco sentidos)

Capítulo 2

El viento nocturno se colaba por las grietas del viejo edificio de Seúl, silbando como un presagio. Kang Ji-Hoon dejó el periódico en el escritorio de su oficina antes de abrir el correo electrónico que acababa de llegar a su ordenador.

Desde hacía años, el hombre trabajaba como investigador privado especializado en casos poco comunes: desapariciones inexplicables, objetos malditos y fenómenos que nadie más quería abordar. Aunque él mismo era escéptico sobre lo paranormal, sabía que la superstición pagaba bien, y eso era suficiente para él.

El correo era breve y directo:

“Señor Kang, un piano maldito ha encontrado su camino hacia alguien que no entiende el peligro que representa. Me preocupa que pueda causar daño. Le adjunto la dirección del propietario actual. El pago será el doble de su tarifa habitual si se deshace del objeto. Confío en su discreción”.

No había nombre ni firma, solo la dirección de un pequeño apartamento en un barrio tranquilo.

Intrigado por el caso y la generosa oferta, respondió con un escueto “acepto” antes de prepararse para su visita al día siguiente.

A la mañana siguiente, el hombre llegó al apartamento indicado. Vestido con su habitual gabardina oscura y una expresión neutral, llamó a la puerta. Una voz suave respondió desde el otro lado:

—¿Quién es?

—Kang Ji-Hoon. Soy investigador privado. Estoy aquí por un asunto relacionado con el piano que posee.

Hubo una breve pausa antes de que la tabla de madera se abriera. Una mujer joven apareció, con su cabello oscuro cayendo en suaves ondas alrededor de su rostro. Aunque sus ojos no enfocaban, el chico sintió que ella lo veía de algún modo. Era la primera vez que conocía a alguien ciego que irradiaba tanta intensidad.

—Soy Seo Eun-Ji. ¿Quién le ha hablado de mi piano? —preguntó, con un tono desconfiado.

—Un cliente anónimo. Me contrataron para asegurarme de que el instrumento no le cause problemas —respondió con voz profesional.

La chica frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos y contestó:

—No necesito ayuda y no tengo intención de deshacerme de él. Gracias por venir, pero puede irse.

Antes de que pudiera cerrar la puerta, el investigador puso el pie en el umbral para detenerla.

—Por favor, déjeme al menos inspeccionarlo. Si no encuentro nada raro, me iré sin más.

La pianista vaciló. Aunque no le gustaba la idea de que un extraño se entrometiera en su espacio, algo en su voz transmitía sinceridad. Al fin, lo dejó entrar.

El estudio de la joven estaba impregnado de una atmósfera cálida, con partituras apiladas y un aroma a té verde. Mas lo que llamó la atención del hombre fue el piano. A primera vista, parecía un instrumento antiguo y bien cuidado, pero había algo en su presencia que lo hacía sentir observado.

—¿Qué tiene de especial este piano? —preguntó el muchacho mientras lo examinaba.

—No sé cómo explicarlo —admitió ella—. Desde que lo toco, siento cosas. Como si tratara de comunicar algo.

—¿Habla el piano? —soltó una corta risa—. Eso sí es nuevo.

—No lo entenderá si no lo experimenta usted mismo.

Eun-Ji, sin esperar su respuesta, se sentó frente al instrumento y comenzó a tocar. Las notas llenaron el aire con una melodía melancólica y envolvente, pero para el investigador no era solo música. Una sensación de frío se extendió por la habitación y, en un instante, vio algo que lo hizo detenerse: una figura borrosa de un hombre estaba de pie junto al piano. Su rostro estaba cubierto de sombras, mas había un dolor palpable en su postura.

El chico parpadeó y la figura desapareció.

—¿Qué ha sido eso? —murmuró, más para sí mismo que para la chica.

Ella se detuvo, dejando que las notas finales se disiparan.

—¿Lo ha sentido? —inquirió, con un deje de ansiedad en la voz.

—No sé qué ha sido eso, pero no voy a ignorarlo —contestó él mientras se ajustaba la gabardina. Por primera vez, su escepticismo comenzaba a tambalearse.

A pesar de lo que había visto, Ji-Hoon no estaba dispuesto a aceptar que lo sobrenatural era real. Sin embargo, las pruebas eran difíciles de ignorar. Decidió quedarse un poco más para investigar, algo que la chica permitió a regañadientes.

—Si va a quedarse, no me estorbe —le dijo mientras recogía algunas partituras.

Mientras ella preparaba té en la cocina, el investigador inspeccionó el piano más de cerca. Abrió la tapa y revisó su interior, buscando cualquier señal de manipulación o dispositivos que pudieran explicar lo que había visto. No obstante, no encontró nada fuera de lo común. Solo las iniciales grabadas en el interior: H.J.K. - 1928.

—H.J.K. —murmuró—. ¿Sabe lo que significan estas iniciales?

—Sí —respondió la chica desde la cocina—. Mi amiga Sun-Hee cree que el piano perteneció a Han Joon-Kyung, un pianista de los años veinte. Pero eso no explica lo que sucede.

El chico tomó nota mentalmente del nombre. Si había algo que sabía hacer bien, era encontrar información.




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