Caricias en la oscuridad (cinco sentidos)

Capítulo 6

El aire en el teatro abandonado estaba cargado de polvo y abandono, pero había algo más, una energía latente que parecía fluir entre las paredes desgastadas y los asientos vacíos.

Eun-Ji y Ji-Hoon se detuvieron en el umbral, observando el lugar con emociones encontradas. Él sostenía una linterna para iluminar las sombras que se extendían como si estuvieran vivas. Ella, con su bastón en la mano, inclinó ligeramente la cabeza para agudizar su oído y captar los sonidos que el lugar emitía en su silencio.

—Este es el lugar —murmuró él mientras revisaba las notas que habían encontrado escondidas en el interior del piano. Las partituras estaban cubiertas de anotaciones, nombres y fechas que los habían llevado hasta este teatro olvidado.

—Puedo sentirlo —respondió ella, con su voz apenas en un susurro. Había algo en el aire, una resonancia que parecía familiar, como si el alma de Joon-Kyung aún estuviera presente.

Mientras caminaban por los pasillos, sus pasos resonaban en el eco interminable del teatro. Los asientos de terciopelo desgastado y las cortinas rasgadas contaban una historia de gloria pasada y decadencia. Eun-Ji se detuvo de repente y colocó su mano sobre el brazo del detective.

—Escucho algo… —le informó al girar la cabeza hacia el escenario.

Ji-Hoon se tensó mientras levantaba la linterna hacia el lugar donde ella señalaba. No había nadie allí, pero ambos sintieron que algo, o alguien, los observaba.

—Probablemente sea el viento —contestó el chico, aunque su tono no transmitía seguridad.

Avanzaron juntos hacia el escenario, donde encontraron un piano destartalado, cubierto de una capa gruesa de polvo.

La pianista se acercó con lentitud, guiada por su intuición. Sus dedos tocaron la superficie del piano y sintió las marcas del tiempo en la madera agrietada.

—Es aquí donde Joon-Kyung solía tocar —advirtió, más para sí misma que para su acompañante.

Al tocar las teclas, el piano emitió un sonido discordante, pero también una vibración que resonó en su interior. La chica jadeó al sentir una oleada de emociones: ira, traición y un profundo dolor. Era como si el instrumento estuviera conectado directamente al espíritu del pianista.

—¿Qué has visto? —preguntó el detective al notar la expresión de la joven.

—Había… había gente —respondió ella con la respiración agitada—. Una audiencia. Pero no estaban allí para disfrutar de la música. Había algo siniestro en sus intenciones. Joon-Kyung estaba tocando, mas no por elección. Alguien lo estaba obligando.

Mientras ella procesaba lo que había sentido, Ji-Hoon comenzó a inspeccionar el área alrededor del piano. Notó un comportamiento debajo del teclado, ligeramente desajustado. Con algo de esfuerzo, logró abrirlo para revelar un paquete envuelto en un paño amarillento por el tiempo.

Dentro, encontraron varias cartas y un cuaderno con anotaciones del pianista. Algunas eran de admiradores, no obstante, otras contenían amenazas veladas. El detective las leyó en voz alta para Eun-Ji, quien escuchaba con atención.

—”Tu talento no es suficiente para esconder tus deudas, Joon-Kyung. Toca lo que te pedimos, o sufrirás las consecuencias” —el hombre frunció el ceño y pasó con rapidez a otra carta—. “Sabemos lo que hiciste. No intentes escapar. Tu música será tu prisión”.

—Estaban extorsionando —dijo ella con un escalofrío y una tristeza evidente en su voz—. Lo atraparon en algo que no podía controlar.

—Y parece que se rebeló. Estas notas indican que Joon-Kyung intentó usar una de sus presentaciones para exponer a quienes lo amenazaban. Pero si está muerto, es evidente que no funcionó.

El cuaderno contenía más detalles: nombres, lugares y fechas que coincidían con las anotaciones en las partituras encontradas en el piano de la chica. Entre los nombres, uno se destacaba: Lee Hwan-Seok, un influyente empresario de la época que, según las notas, había sido un mecenas del teatro.

—Parece que este hombre estaba involucrado —dijo el detective mientras marcaba el nombre con su bolígrafo—. Según las notas, era más que un mecenas. Parece que controlaba a los músicos, usándolos para blanquear dinero y otras actividades ilícitas.

Eun-Ji apretó los labios al sentir la injusticia de lo que el pianista había vivido.

De repente, el aire en el teatro cambió. La temperatura descendió abruptamente, y una ráfaga de viento inexplicable apagó la linterna de Ji-Hoon. La muchacha se quedó inmóvil al sentir un cosquilleo en la piel mientras una presencia invisible llenaba el espacio.

—¿Joon-Kyung? —inquirió en voz alta, con la esperanza de obtener una respuesta.

El piano resonó con una nota profunda, como si alguien lo hubiera tocado. Luego, una figura comenzó a materializarse frente a ellos. Era apenas una silueta, translúcida y borrosa, pero su presencia era inconfundible.

—Por favor, dime qué necesitas —insistió la muchacha, con su voz calmada a pesar del miedo.

La figura no habló, pero levantó una mano para señalar hacia el paquete de cartas y cuadernos. El detective lo entendió de inmediato.

—Quiere que descubramos la verdad —dijo con los dientes apretados—. Que expongamos lo que le hicieron.




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