Caricias en la oscuridad (cinco sentidos)

Capítulo 8

El sonido del piano llenaba el pequeño apartamento de Seo Eun-Ji con una melancólica melodía que parecía resonar en las paredes. Sun-Hee, su mejor amiga, entró con cuidado para observarla concentrada frente al instrumento. Aunque era evidente que la música traía consuelo a la pianista, también su amiga podía sentir el peso de algo más profundo, una carga invisible que parecía volverse más pesada con cada nota.

—Eun-Ji —la llamó en voz baja, para no asustarla.

La aludida dejó de tocar y giró la cabeza hacia la dirección de su amiga.

—¿Sun-Hee? ¿Qué ocurre? —preguntó al notar la inquietud en la voz de la chica.

—Creo que encontré algo que podría ayudarnos a entender a Joon-Kyung.

La pianista frunció el ceño, confusa pero curiosa e inquirió:

—¿Qué has encontrado?

—Un diario. Estaba escondido en uno de los compartimentos del piano.

Sun-Hee colocó un cuaderno envejecido sobre la mesa. La tapa estaba desgastada y las esquinas dobladas, pero las palabras en la portada eran legibles: “Notas de Joon-Kyung”. Eun-Ji lo tocó con cuidado mientras sus dedos trazaban las letras grabadas.

—¿Cómo lo has encontrado? —quiso saber la pianista al sentir una mezcla de emoción y temor.

—Estaba buscando una forma de desmontar el piano para limpiarlo y noté un pequeño compartimento oculto. Parecía un espacio diseñado específicamente para guardar algo valioso.

Sun-Hee abrió el diario con cuidado. Sus páginas estaban llenas de escritura a mano, en tinta oscura que había comenzado a desvanecerse con los años.

—Hay algo que necesitas escuchar, Eun-Ji. Creo que este diario explica por qué Joon-Kyung está atrapado aquí, pero también… creo que hay más peligro de lo que pensamos.

La chica tosió para aclarar su voz y leyó en voz alta:

—”A veces me pregunto si fue mi pasión por la música lo que me llevó a este destino. En cada nota que tocaba, había una parte de mí que se derramaba en las teclas, una confesión silenciosa de mi alma. Pero aquellos en quienes confié más profundamente fueron quienes me traicionaron. Y ahora estoy aquí, perdido entre el odio y el dolor, incapaz de encontrar paz.”

La pianista sintió un escalofrío recorrer su columna. La voz de su amiga tembló mientras continuaba:

—”El teatro fue mi hogar, pero también mi cárcel. Mis amigos, aquellos que prometieron apoyarme, fueron los mismos que urdieron mi caída. Me acusaron de robar composiciones, de ser un fraude. Perdí mi reputación, mi música, mi vida. Pero no olvidarán lo que hicieron. No dejaré que lo olviden.”

La muchacha cerró el diario por un momento, con los ojos llenos de preocupación, y le dijo a su amiga:

—Eun-Ji, esto no es solo una historia de tragedia. Es un juramento de venganza.

La aludida asintió con lentitud mientras procesaba las palabras de Joon-Kyung. Su corazón se apretó con empatía, mas también sintió un peso abrumador.

—Es por eso que su espíritu sigue aquí —dijo en voz baja—. Está atado por ese odio.

—Y ese odio podría ponerte en peligro —agregó su amiga al acercarse—. Hemos visto cómo el piano afecta a quienes lo tocan. ¿Y si su rencor se vuelve contra ti?

La pianista se quedó en silencio por un momento, recordando las visiones y emociones intensas que había experimentado al tocar el instrumento. Había sentido el dolor de él, su desesperación, pero también su rabia ardiente.

—No puedo dejarlo así, Sun-Hee. Él está atrapado y, de alguna manera, siento que debo ayudarlo.

Su amiga suspiró, frustrada y comprensiva a la vez, y contestó:

—Entonces tenemos que ser inteligentes al respecto. No sabemos hasta dónde es capaz de llegar.

Mientras tanto, Ji-Hoon llegó al apartamento con bolsas llenas de comida y café. Al entrar, notó la atmósfera tensa entre las dos féminas.

—¿Qué ha pasado ahora? —preguntó al dejar las bolsas en la mesa.

Sun-Hee le mostró el diario y le explicó lo que había encontrado y leído. El detective tomó el cuaderno y lo echó un vistazo con rapidez a la vez que su ceño se fruncía más con cada página que pasaba.

—Esto no es bueno —dijo al cerrar el diario con fuerza—. Joon-Kyung no solo está atrapado. Está furioso y su deseo de venganza podría consumirlo.

La pianista se levantó de su asiento y lo enfrentó con determinación.

—Lo sé, pero no puedo simplemente ignorarlo. Hay algo más aquí, algo que va más allá de su odio.

El chico la miró fijamente, con su frustración evidente en su rostro, y respondió:

—Eun-Ji, estás jugando con fuego. Este espíritu no es un amigo, no importa cuánto te compadezcas de él. Si sigues así, podrías ser la próxima víctima de su rabia.

—No lo entiendes —replicó ella con voz firme—. Puedo sentirlo, Ji-Hoon. Hay algo más en él, algo que necesita ser liberado.

Tras una larga discusión, decidieron que la mejor manera de proceder era buscar más pistas sobre las personas que habían traicionado al pianista. Si podían descubrir la verdad y confrontar su historia, tal vez podrían ayudar a liberar su espíritu.




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