Caricias en la oscuridad (cinco sentidos)

Capítulo 9

El aire en el pequeño apartamento de Eun-Ji era denso, cargado de una energía inquietante que no parecía disiparse, sin importar cuántas ventanas se abrieran. Ji-Hoon, que llevaba días durmiendo en el sofá para vigilarla, notaba los cambios en ella cada vez más. La dulce pianista, antes llena de calma y gentileza, comenzaba a mostrar comportamientos extraños, como si algo la estuviera controlando desde las sombras.

La chica estaba sentada frente al piano, como lo hacía cada mañana. Sus dedos recorrían las teclas con una velocidad y precisión que el detective no había visto antes, mas las notas que surgían no eran armoniosas. Era una melodía tensa, casi violenta, llena de emociones desbordadas. El muchacho la observaba desde la cocina, incapaz de ignorar cómo su cuerpo se movía al compás de la música, como si no fuera ella quien dirigiera sus manos.

—Eun-Ji, ¿te encuentras bien? —le preguntó al intentar sonar despreocupado.

Ella no respondió. Sus dedos continuaban tocando, cada vez con más fuerza, hasta que una de las cuerdas del piano se rompió con un estruendo metálico. La joven se detuvo de golpe mientras su pecho subía y bajaba para recuperar el aliento. Ji-Hoon se acercó rápidamente, preocupado.

—Eun-Ji, ¿qué está pasando? —inquirió al tocar con suavidad su hombro.

Ella giró la cabeza hacia él, con sus ojos vacíos pero tensos, como si luchara con algo invisible. Por un momento, no parecía la misma. Luego, su rostro se suavizó y una lágrima rodó por su mejilla.

—No puedo dejar de tocarlo, Ji-Hoon. Es como si… él me necesitara. Como si cada vez que me alejo, algo dentro de mí se desgarrara —confesó, con la voz temblorosa.

El detective frunció el ceño. Sabía que el instrumento tenía el control sobre ella, pero hasta ahora no había entendido la profundidad de esa conexión.

A lo largo del día, los comportamientos de la chica se volvieron más erráticos. Caminaba por el apartamento murmurando frases incompletas, como si estuviera hablando con alguien que el detective no podía ver. Durante el almuerzo, derramó una taza de té sin darse cuenta, con sus pensamientos perdidos en otra parte.

—Eun-Ji, tienes que dejar el piano por unos días —le dijo con firmeza mientras recogía los fragmentos de porcelana rota.

—No puedo —respondió ella de inmediato, con una intensidad que lo desconcertó—. No lo entiendes, Ji-Hoon. Si dejo de tocar, siento que me estoy ahogando.

Él se acercó mientras la miraba fijamente a los ojos y dijo:

—Esto no eres tú, Eun-Ji. Ese piano está interfiriendo con tu mente, y no puedo quedarme de brazos cruzados mientras te destruye.

Ella apartó la mirada, con sus labios temblando. Había algo en ella que quería pelear contra la influencia del piano, pero también algo que parecía rendido, como si no tuviera la fuerza para resistir.

Esa noche, mientras la chica dormía inquieta, el detective se sentó frente al piano, decidido a enfrentarse al espíritu. No creía en las súplicas, pero algo en su interior le decía que necesitaba una confrontación directa. Encendió una vela y dejó que la tenue luz iluminara el espacio alrededor del instrumento.

—Joon-Kyung —lo llamó en voz alta con un tono desafiante—. Sé que estás aquí. Y sé lo que estás haciendo con Eun-Ji.

Por un momento, el silencio fue absoluto. Después, las teclas del piano se hundieron solas para emitir un acorde discordante que resonó en toda la habitación. El chico dio un paso atrás al sentir cómo el aire se volvía más frío.

—Ella no es parte de tu historia —continuó Ji-Hoon—. No puedes usarla para tus propios fines.

La figura del pianista comenzó a materializarse lentamente junto al instrumento, como una sombra tenue que parecía bailar al ritmo de una llama invisible. Sus ojos oscuros y llenos de dolor se clavaron en el muchacho.

—Ella me ha escuchado —dijo Joon-Kyung con su voz baja pero cargada de emociones—. Ella es la única que entiende mi sufrimiento.

El detective sintió un escalofrío, mas no dejó que el miedo lo dominara.

—No se trata de entender tu sufrimiento. Se trata de que la estás arrastrando contigo, y no lo voy a permitir.

El pianista se inclinó hacia él, con su presencia imponente, y respondió:

—No puedes detenerme. Estoy ligado a este piano, y ella es la clave para mi liberación.

—Entonces, libérate de otra forma —contraatacó el detective, con sus ojos llenos de determinación—. Pero no la destruirás en el proceso.

Joon-Kyung pareció vacilar por un momento, como si las palabras de Ji-Hoon hubieran tocado una fibra sensible. Aunque, luego, su expresión se endureció y advirtió:

—Si intentas separarnos, ambos sufrirán las consecuencias.

A la mañana siguiente, Ji-Hoon estaba decidido a encontrar una solución, incluso si eso significaba destruir el piano, a pesar de que el espíritu había advertido que no sería fácil. Le contó a Eun-Ji sobre la confrontación de la noche anterior, pero su reacción lo desconcertó.

—No puedes hacerle daño —dijo ella con un tono desesperado—. Si destruyes el piano, Joon-Kyung quedará atrapado para siempre, y yo… yo no sé qué pasará conmigo.




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