La atmósfera en el apartamento de Eun-Ji seguía cargada de tensión, pero entre el caos, algo más comenzaba a surgir: una conexión entre ella y Ji-Hoon. Habían pasado días juntos, enfrentando el misterio del piano y los peligrosos ataques de Joon-Kyung. Ahora, entre los silencios y las miradas, parecía que ambos estaban empezando a ver más allá de sus propias defensas.
Esa noche, la pareja se sentó en el sofá, con una taza de té en las manos. El instrumento permanecía silencioso en un rincón de la sala, como un depredador acechante que ninguno quería provocar. Aprovechando el respiro, la chica rompió el silencio.
—Ji-Hoon, nunca me has dicho por qué te dedicas a esto —comentó, con una mezcla de curiosidad y cansancio—. Lo paranormal, me refiero. No parece algo que uno elija por casualidad.
El detective tomó un sorbo de su té antes de responder. Su mirada estaba fija en la taza, como si buscara las palabras adecuadas.
—No es algo que elegí. Más bien, me eligió a mí —dijo, con voz baja y seria—. Cuando era niño, mi hermana mayor desapareció. Tenía apenas ocho años, y nadie pudo explicar qué pasó. Hubo búsquedas, teorías, incluso acusaciones, pero nunca encontraron ni un rastro de ella.
La muchacha giró su atención hacia él al percibir el peso de sus palabras.
—¿Crees que fue algo sobrenatural? —inquirió en voz baja.
—Mis padres no querían aceptarlo, pero yo sabía que había algo más. Había… señales. Cosas que no tenían sentido. Desde entonces, me obsesioné con entender lo que no podía ver. Pensé que, tal vez, si descubría la verdad, podría encontrarla o al menos saber qué le pasó.
Eun-Ji sintió un nudo en la garganta. Había algo en la historia del chico que resonaba con su propio dolor.
—Yo también perdí a alguien —confesó, con su voz ligeramente quebrada—. Mi madre. Era pianista, como yo. Pero murió cuando yo era adolescente.
El muchacho levantó la mirada, sorprendido y preguntó:
—¿Qué ocurrió?
Ella suspiró, con sus ojos fijos en el suelo.
—Cáncer. Fue rápido, y no pude despedirme. Siempre he sentido que, de alguna manera, la música es mi forma de mantenerla cerca. Por eso, cuando encontré este piano, pensé que era una señal. Algo que me conectaría con ella otra vez.
Ambos se quedaron en silencio para compartir un momento de entendimiento mutuo. Era extraño cómo el dolor podía acercar a las personas de formas inesperadas.
El momento de intimidad se vio interrumpido por un crujido proveniente del instrumento. Ji-Hoon se tensó de inmediato, con sus instintos en alerta. Eun-Ji lo notó, pero en lugar de sentir miedo, se levantó con determinación.
—Joon-Kyung, ¿estás ahí? —inquirió al dirigirse al piano.
El detective frunció el ceño mientras se colocaba detrás de ella.
—¿Qué estás haciendo? —le murmuró, preocupado.
Ella lo ignoró, avanzando hacia el instrumento. Las teclas vibraron ligeramente, como una respuesta a su llamado.
—Sé que estás escuchando —continuó—. Si quieres que te ayudemos, necesitas confiar en nosotros.
El piano emitió un sonido grave, como un gruñido. El detective dio un paso adelante para colocarse entre la chica y el instrumento.
—No creo que “confianza” sea algo que este espíritu entienda, Eun-Ji. Está demasiado lleno de odio.
Pero antes de que pudiera decir algo más, una figura oscura comenzó a tomar forma junto al piano. Joon-Kyung apareció, con sus ojos ardiendo con una mezcla de dolor y furia.
—¿Confiar? —espetó, con su voz cargada de rencor—. ¿Por qué debería confiar en alguien, cuando la traición fue lo que me condenó?
La joven dio un paso atrás, sorprendida por la intensidad de sus palabras. El detective, en cambio, mantuvo su postura firme.
—Si sigues aferrándote a tu ira, nunca encontrarás paz —le dijo con seriedad—. Y mientras tanto, estás destruyendo a Eun-Ji.
Joon-Kyung lo miró con desdén y dijo:
—Ella es la única que me ha escuchado. La única que comprende mi sufrimiento.
—Eso no te da derecho a usarla —respondió el joven, con voz cortante—. Si de verdad quieres su ayuda, deja de lastimarla.
El espíritu pareció vacilar por un momento, como si las palabras del muchacho hubieran llegado a él. Pero luego, su expresión se endureció de nuevo.
—No entiendes lo que significa ser traicionado por quienes amas. No puedes comprender mi dolor.
Eun-Ji, que había estado en silencio, dio un paso adelante y comentó:
—Tal vez no lo entienda todo, pero sé lo que es perder a alguien. Quiero ayudarte, pero no puedo hacerlo si sigues viéndome como una herramienta en lugar de una aliada.
Joon-Kyung la miró, con su expresión cambiante. Por un momento, pareció menos una amenaza y más una figura trágica, atrapada en su propio sufrimiento.
Cuando el pianista desapareció, dejando el piano en silencio, el detective se giró hacia la muchacha.
—¿Estás segura de que esto es lo correcto? —preguntó, con su tono lleno de preocupación—. No creo que nuestro “amigo” sea confiable.