La noche estaba cargada de una tensión inusual, como si el aire en el apartamento de la pianista hubiera adquirido una densidad opresiva. Ji-Hoon no había dormido. A pesar de las múltiples noches de vigilia, su cuerpo permanecía en alerta, como si presintiera que algo grande estaba por suceder.
Eun-Ji, por su parte, había intentado calmar sus pensamientos tocando el piano, pero cada nota parecía traer consigo un eco sombrío.
Mientras el detective observaba el instrumento desde el sillón, la luz de la lámpara titiló. El cambio fue tan repentino que hizo que se pusiera en pie, en alerta.
—¿Lo sientes? —le preguntó la chica en un susurro.
—Sí —respondió él mientras con una mano buscaba el amuleto protector que llevaba siempre consigo.
De repente, el piano emitió un acorde discordante, profundo y desgarrador. La joven se llevó las manos a los oídos mientras el chico avanzaba, preparado para cualquier cosa. El aire pareció quebrarse frente a ellos, y Joon-Kyung apareció, no como una figura etérea, sino con un cuerpo casi tangible, con su presencia llenando la sala con una mezcla de rabia y desesperación.
El pianista se giró hacia la chica, con sus ojos ardientes clavados en ella. Aunque su figura parecía sólida, su rostro era un torbellino de emociones.
—¿Por qué insistes en desafiarme? —la voz del espíritu resonó como un trueno, cargada de furia y dolor—. ¡No tienes idea de lo que estás enfrentando!
Ji-Hoon se interpuso entre ellos, con su cuerpo firme como un escudo, y dijo:
—Basta, Joon-Kyung. Si quieres hablar, hazlo sin amenazas. De lo contrario, te juro que encontraré una manera de destruirte, sin importar cuán fuerte seas.
El pianista soltó una carcajada amarga.
—¿Destruirme? —repitió, con un deje de burla—. No tienes ni idea de lo que soy. De lo que fui.
—Entonces, cuéntanos —interrumpió Eun-Ji, con una calma sorprendente—. No más juegos, no más enigmas. Si quieres que te entendamos, si quieres justicia, dínoslo.
El espíritu la miró fijamente, como si evaluara su sinceridad. Finalmente, dio un paso atrás y extendió una mano hacia el instrumento. Al tocar las teclas, una melodía comenzó a llenar la habitación, pero esta vez no había ira en ella. Era triste, desgarradora, y parecía contar una historia que no necesitaba palabras.
La música cesó y Joon-Kyung habló con un tono más controlado, aunque cargado de melancolía:
—Fui traicionado por aquellos en quienes confiaba, por personas que consideraba familia. Pero no fue solo mi muerte lo que selló mi destino… sino lo que vino después —hizo una pausa mientras observaba a la muchacha—. Eres más parte de esta historia de lo que crees.
Eun-Ji frunció el ceño, confundida e inquirió:
—¿Qué quieres decir? No te entiendo.
—Este instrumento perteneció a mi madre antes de mí —explicó el pianista rozando el instrumento—. Ella lo heredó de su familia, una familia con raíces profundas en la música y… otras cosas más oscuras. Tu sangre, Eun-Ji, lleva rastros de esa misma línea.
La revelación cayó como un peso en el aire. La chica dio un paso atrás mientras sacudía la cabeza, y respondió:
—Eso no tiene sentido. Mi madre nunca mencionó nada sobre ti, sobre nuestra familia…
—Porque tu madre, como muchas antes de ella, quiso huir de este legado. Pero el pasado tiene formas de alcanzarnos, incluso cuando intentamos enterrarlo.
Ji-Hoon miró al espíritu con escepticismo y preguntó:
—Si todo esto es cierto, ¿por qué ahora? ¿Por qué aparecer justo cuando ella recibe el piano?
—Porque ella es la primera que me ha escuchado en años. Y porque su sangre es la clave para romper el ciclo que me ata a este lugar.
Eun-Ji se llevó una mano a la cabeza, tratando de procesar la información. La idea de estar conectada al pianista de alguna manera, le resultaba desconcertante, mas también explicaba el extraño vínculo que sentía con el piano desde el principio.
—¿Qué ciclo? —quiso saber con voz temblorosa.
—El ciclo de traición y venganza —el espíritu clavó sus ojos en los de ella, con intensidad—. No fui yo quien fue traicionado. Mi muerte fue el resultado de una conspiración más grande, una que involucraba a miembros de nuestra familia y sus aliados. Este piano fue el último testigo de todo. Es una reliquia, un conducto para lo que quedó sin decir.
El detective se cruzó de brazos, claramente escéptico, e inquirió:
—¿Y qué quieres de ella? ¿Qué papel juega en todo esto?
Joon-Kyung se giró hacia él, con sus ojos ardiendo de nuevo, y contestó:
—No es algo que tú puedas entender, humano.
El chico dio un paso adelante, con su expresión dura, y respondió:
—Puedo no ser parte de tu historia, pero soy quien protege a Eun-Ji ahora. Y no voy a dejar que la uses como un peón en tu juego de venganza.
El espíritu pareció considerarlo, con su mirada alternando entre uno y otra. Finalmente, suspiró, como si el peso de los años lo hubiera alcanzado.