La luna llena iluminaba el apartamento de Eun-Ji, derramando una luz plateada a través de las ventanas. Ji-Hoon la observaba desde el otro lado de la sala. Estaba sentada frente al piano, con los dedos rozando suavemente las teclas sin tocarlas. Aunque el espíritu había desaparecido, el detective no podía sacudirse la sensación de que algo no estaba del todo bien.
—¿Estás bien? —le preguntó al acercarse con cautela.
Ella levantó la vista, con sus ojos brillando con una mezcla de agotamiento y confusión.
—No lo sé —admitió, con un susurro—. Desde que él se fue, siento que hay algo incompleto. Como si su presencia aún estuviera aquí… pero de una forma distinta.
El chico frunció el ceño, preocupado.
—Eun-Ji, liberarlo fue lo correcto. Su historia quedó grabada en su música. Ahora debemos seguir adelante. ¿Estás segura de que no es solo cansancio?
Ella asintió con lentitud, mas no pudo evitar desviar la mirada hacia el piano. Algo en lo profundo de su ser le decía que el capítulo con el pianista aún no estaba completamente cerrado.
Ji-Hoon se sentó a su lado, con el silencio entre ellos lleno de una tensión palpable. Habían compartido momentos intensos en las últimas semanas mientras se enfrentaban juntos a fenómenos inexplicables y a sus propios miedos. Ahora, en la calma después de la tormenta, sentían que algo más estaba surgiendo entre ellos.
—Eun-Ji, he estado pensando… —comenzó él, con un tono inseguro pero cargado de sinceridad—. Todo esto me ha hecho darme cuenta de algo.
Ella se giró hacia él, con sus ojos llenos de curiosidad y preguntó:
—¿El qué?
Él respiró hondo para buscar las palabras adecuadas y concluyó:
—Cuando te conocí, todo esto me parecía una locura. Fantasmas, espíritus vengativos, un piano maldito… Nada de eso encajaba en mi mundo. Pero tú… Tú lo cambiaste todo. Me hiciste ver cosas de una forma que nunca habría imaginado. Y ahora, no puedo imaginar mi vida sin ti.
La chica sintió que su corazón se aceleraba. Las palabras de él eran un reflejo de lo que ella misma había estado sintiendo, pero no se había atrevido a admitir.
—Ji-Hoon, yo también… —susurró, con su voz temblando ligeramente—. Me has dado una fuerza que no sabía que tenía. Contigo, siento que puedo enfrentar cualquier cosa.
Sus ojos se encontraron, y el peso de sus confesiones llenó el espacio entre ellos. Él se inclinó hacia adelante y sus labios se encontraron en un beso que parecía borrar todo lo demás a su alrededor.
El momento de intimidad se rompió abruptamente cuando el piano emitió un sonido discordante, como si alguien hubiera golpeado una tecla con fuerza. Ambos se separaron de golpe para girarse hacia el instrumento.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó él al ponerse de pie de un salto.
Eun-Ji sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque no podía verlo, sabía que algo estaba mal. La misma energía pesada que había sentido durante las manifestaciones de Joon-Kyung ahora llenaba la sala.
—No puede ser… —murmuró.
Antes de que pudiera decir algo más, las velas en la habitación se apagaron de golpe para sumirlos en la oscuridad. Una risa baja y gutural resonó en el aire, una que ambos reconocieron al instante.
—¿Joon-Kyung? —preguntó la chica con voz temblorosa.
La figura del espíritu comenzó a materializarse, pero esta vez no era como antes. Sus rasgos estaban distorsionados, su expresión reflejaba una mezcla de furia y desesperación. La luz de la luna lo atravesaba parcialmente, haciéndolo parecer aún más fantasmal.
—Creísteis que todo había terminado, ¿verdad? —su voz era un susurro que se clavaba en sus oídos—. Pero mi venganza aún no se ha cumplido. Y vosotros… vosotros sois mi última esperanza.
—¡Te liberamos! —exclamó el detective mientras se colocaba entre la chica y el espíritu—. Cumplimos nuestra parte del trato. ¿Por qué estás aquí?
Joon-Kyung lo miró con una mezcla de desdén y amargura antes de responder:
—¿Liberarme? No. Me ofrecisteis una paz incompleta. Mi justicia no ha sido hecha. Y ahora, usaré lo que vosotros sentís el uno por el otro para lograrlo.
La pianista dio un paso adelante mientras ignoraba la advertencia de Ji-Hoon de quedarse atrás.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, con su voz llena de desafío.
El espíritu alzó una mano espectral y la chica sintió un tirón en su pecho, como si algo invisible estuviera tratando de arrancarle el alma. Cerró los ojos y, de repente, las imágenes comenzaron a inundar su mente: fragmentos de la vida de él, su traición, su amor por Yoon-Hee, y el deseo insaciable de venganza que lo había mantenido atrapado.
Cuando abrió los ojos, jadeante, comprendió lo que quería.
—Quiere que terminemos lo que él no pudo —susurró la chica al detective—. Quiere que llevemos a la justicia a quienes lo traicionaron.
—¿Y si nos negamos? —quiso saber el chico, desafiante.
Joon-Kyung sonrió, con una expresión torcida que envió escalofríos por sus columnas.