Cariño con efectos secundarios

2.

Camila.

¿Por qué justo hoy bajé a desayunar sin arreglarme? ¡Tenía que ser precisamente hoy cuando Dean decidiera venir! Aunque debería haber sospechado algo desde que sonó la alarma. Típico de él.

En silencio me regaño por mi imprudencia. Sin embargo, estoy en mi casa y él no puede imponer sus reglas aquí. Pongo los ojos en blanco al recordar nuestros encuentros anteriores. Una experiencia nada agradable, os lo aseguro. No la recomiendo.

—Hola, Camila, te ves espectacular —sonríe mostrando todos sus dientes mientras yo hiervo de rabia.

Suena tan falso y burlón que no entiendo quién podría creer algo así. Miro a mi madre y enseguida me doy cuenta de que solo yo pienso así. En fin, otra vez tendré que ser la niña dulce y educada.

Una vez más. ¡Lo odio!

—Hola, Dean, gracias por el cumplido —nuestra conversación suena artificial, pero no me importa—. Discúlpame, vuelvo enseguida.

Me doy la vuelta y camino mecánicamente de regreso a mi habitación, apenas conteniendo mi indignación. ¿Qué hace él aquí? ¿Qué otras sorpresas me esperan hoy?

Entorno la puerta y me dejo caer en la cama. ¿Tal vez podría decir que me quedé dormida accidentalmente y por eso no regresé al desayuno?

Solo con pensar en saltarme una comida, mi estómago emite un gruñido de protesta.

—Vale, vale —murmuro con la cara hundida en la almohada—. No te preocupes, habrá desayuno.

—¿Con quién hablas? —suena la voz burlona de Dean a mis espaldas.

Decidme que lo estoy imaginando... Por favor...

Aprieto los puños y lentamente me doy la vuelta. El chico está sentado en una silla junto al escritorio, observándome atentamente. ¿Cómo no lo escuché entrar? Me he relajado demasiado.

—¿Qué haces aquí? —pregunto indignada, entornando los ojos—. ¿No te enseñaron a llamar?

—Estaba abierto —dice brevemente, y noto por segunda vez lo grave que se ha vuelto su voz.

Y por alguna razón me provoca sensaciones extrañas en la parte baja del vientre. Esto no me gusta nada. Para nada...

—Yo cerré la puerta —protesto, intentando mantener la calma.

La cerré, ¿verdad? Estoy casi segura de que lo hice.

—No del todo —responde Dean con insolencia, mientras en sus ojos azul oscuro brillan destellos traviesos—. Pensé que estabas esperando visitas.

—¿Qué quieres? —pregunto directamente, fulminándolo con la mirada.

No le permitiré confundirme. ¡Ni que lo intente!

—Quería verte otra vez —Dean junta los dedos de ambas manos formando un corazón y me envía un beso al aire.

Agarro una almohada y se la lanzo con puntería. El chico la atrapa hábilmente y la coloca en la mesa junto a él.

—¿Qué, no me extrañaste? —pregunta con evidente burla en su voz. Busco a tientas otra almohada y la lanzo contra Dean. La situación se repite—. ¿Qué, tienes muchas más ahí?



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 20.11.2025

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