6.

Camila.

¿En serio cree que no sé coquetear? ¡Claro que sé! A veces mi amiga se comporta simplemente como... como... ¡como Dean!

¿Y qué hay de aquel incidente en el resort, por cierto?

Abro el contacto de Veronica y presiono nerviosamente el botón de llamada. Durante unos segundos solo se escuchan los melodiosos tonos del altavoz, hasta que mi amiga finalmente contesta.

—La fiesta en la playa del año pasado —suelto triunfalmente—. Allí estuve espectacular.

—Camila, ¿en serio? —escucho la voz escéptica de mi amiga en respuesta.

—¿En serio qué? —empiezo a hervir. Sé que ella no tiene razón, pero simplemente no puedo detenerme—. Vero, ¡sé coquetear y les gusto a los chicos! ¡Y no voy a enamorar a Dean solo porque se te ocurrió otra idea extraña! ¡No soy tu marioneta!

—¡Para-para-para! —me detiene Veronica, y solo ahora noto lo difícil que me resulta respirar.

Ella sabe cómo sacarme de quicio, sí. Y además sabe perfectamente que los chicos son un tema delicado para mí.

—Camila, no quería ofenderte ni humillarte —continúa mi amiga—. Hablemos bien esta noche, ¿vale?

—Vale —exhalo y aprieto los labios.

—Entonces adiós, cielo —dice Vero y cuelga la llamada.

—Adiós —murmuro para mí misma y bajo la cabeza.

—¿Tienes miedo de que no funcione? —oigo una voz familiar detrás de mí y casi salto del susto.

¿Cuándo tuvo tiempo de rodear el jardín y acercarse sigilosamente desde el otro lado? Y lo más importante, ¿a qué se refiere?

—¿De qué hablas? —pregunto sin darme la vuelta.

Lo único que me faltaba ahora para completar mi felicidad era una confrontación con Dean.

—¿Tienes miedo de no poder enamorarme? —pregunta burlonamente, y yo aprieto los puños hasta que los nudillos se vuelven blancos.

—Temo que no tengo intención de hacerlo —respondo bruscamente—. No eres de mi tipo.

Me levanto de golpe del columpio y me dispongo a irme a un lugar más tranquilo, cuando Dean ágilmente me agarra del brazo y tira hacia él. Pierdo el equilibrio y en un instante me encuentro en sus brazos.

—¡Suéltame ahora mismo! —le grito, atravesándolo con la mirada.

Dean me mira directamente, y en sus ojos azul oscuro brillan destellos depredadores. Por todo mi cuerpo corre un ejército de hormigas. Con horror me doy cuenta de que empiezo a derretirme bajo esa mirada que se me mete bajo la piel y hace que mi corazón se salte latidos.

—¿No te basta con lo que ya has hecho hoy? —me lamo los labios resecos y bajo la mirada.

No me gusta nada cómo mi cuerpo reacciona ante él... ¡Es el estrés, Camila. Es simplemente estrés común y corriente!

—¿Tienes miedo? —repite Dean una vez más.

—Me pregunto, ¿de qué? —de repente decido aceptar las reglas de este juego, esperando que este chico presumido me deje en paz.

—De enamorarte tú misma —dice con voz llena de dramatismo, seguido de una pausa larguísima—. Estoy seguro de que ni siquiera sabes besar.

Una amplia sonrisa se extiende por sus labios, y siento un deseo irresistible de agarrarlo por el cuello. ¿Qué es esto, una provocación?

—Sí sé. Y muy bien —suelto, sintiendo una ligera oleada de vergüenza.

Qué suerte que no me sonrojo...

—¿En serio? —el chico presiona suavemente mi espalda hasta dejar solo unos centímetros entre nuestras caras.

Me quedo inmóvil, esforzándome por ocultar lo pesada que se ha vuelto mi respiración. Dean me mira en silencio directamente a los ojos, examinándome. Siento su aliento cálido en mis labios. Un ligero aroma a mora envuelve mis sentidos y me hace volver a humedecer los labios.

—Te quedas sin palabras —susurra Dean, mientras siento un leve mareo—. Lo que había que demostrar.

—¡Suéltame! —repito, pero mi voz me traiciona convirtiéndose en un ronquido.

El chico se aparta, soltándome sorprendentemente con cuidado, después pasa junto a mí y se dirige hacia la casa. Me acerco al columpio con piernas rígidas y me desplomo en el travesaño de madera.

¿¿¿Qué ha sido eso???