Cariño con efectos secundarios

8.

Camila.

Fue otra provocación, Camila. Lo hizo a propósito para sacarte de quicio. No caigas en su juego.

Volví al salón como un autómata. Pasé en silencio junto a los invitados y me senté en mi lugar. Mamá solo me lanzó una mirada entre sorprendida y enfadada que claramente decía: "hablaremos después".

Ahora estoy parada en medio del aeropuerto mirando con tristeza a mis padres, que caminan alegremente hacia el control de aduanas. Giro la cabeza y mi mirada se fija en Dean, quien está junto a la cafetería conversando amablemente con una empleada. Al notar que lo observo, sonríe con picardía. Me entran unas ganas irrefrenables de esconderme en la maleta y volar con mis padres al resort. Ni siquiera la multa me detendría.

Estaba preparada para cualquier travesura, pero no para esta. Dean nunca ha mostrado interés en mí como mujer—y tampoco lo muestra ahora, en realidad. Pero seguramente está encantado de haber encontrado mi punto débil. No me queda más remedio que convencerlo de que no es así en absoluto, aunque para eso definitivamente tendré que superarme a mí misma.

Echo otra mirada a Dean. Está completamente inmerso en una conversación con una chica de formas redondeadas. Miro hacia atrás; mis padres ya no están a la vista. Me levanto bruscamente y cruzo el amplio vestíbulo a paso rápido. Aunque mamá me ordenó mantenerme cerca de Dean y volver a casa con él, tengo una visión diferente.

Salgo a la calle y me dirijo rápidamente a la parada de taxis. Por suerte, hay tres coches libres. Me acerco al primero, doy la dirección y me siento en el asiento trasero.

—¿Y dónde está tu mejor amigo? —suena de repente una voz masculina.

Miro el espejo retrovisor. Rasgos faciales muy familiares, pero no logro recordar quién es.

—No me recuerdas, supongo —dice el conductor—. Soy Kir.

Entrecierro los ojos, procesando lo que acabo de oír. Creo que es un compañero de Dean de la universidad.

—Y no eres taxista, ¿entiendo bien? —pregunto con escepticismo.

Kir niega con la cabeza, y yo inmediatamente agarro la manija de la puerta. La abro y estoy a punto de salir cuando casi choco con Dean.

—¿Adónde vas con tanta prisa, pequeña? —pregunta con insolencia.

—A cualquier lugar lejos de ti —resoplo mientras lo mido con una mirada furiosa—. Déjame pasar.

—¿Olvidaste lo que dijo mamá? —me recuerda Dean con burla—. Vuelve dentro. Y abróchate el cinturón.

El chico me empuja hacia delante, cierra la puerta y se sienta en el asiento del copiloto.

—¿Cómo lo conseguiste? —mi voz tiembla de irritación mientras lucho con el cinturón de seguridad.

—Sabía que intentarías escapar —responde Dean con orgullo—. Tuve que prepararme. Dame eso.

Extiende su mano hacia mí y asegura el cinturón con habilidad. No viajo en coche con frecuencia, así que carezco de esa destreza.

—Podría haber llegado a casa perfectamente sola —suspiro—. Sin ti.

—Siempre feliz de ayudar —sonríe con malicia—. Cuando quieras.

—Yo en tu lugar andaría con cuidado. Tengo buena memoria para las ofensas —le devuelvo la sonrisa, intentando parecer amenazante.

—De todas formas perderás —se burla—. Ni lo intentes.

El coche de Kir se detiene frente a mi casa. Me desabrocho y salgo disparada del vehículo hacia la entrada. Voy directamente a la cocina para revisar el refrigerador. Necesito cenar antes de que desaparezca todo lo comestible.

Agarro toda la comida que puedo y me dirijo a mi habitación, pero en la sala me encuentro con Dean.

—¡Déjame en paz! —exclamo, adoptando una postura defensiva que solo consigue hacerle reír.

—Te daré ventaja —sonríe, clavándome la mirada—. Corre.

No necesito que me lo repita. Salgo disparada hacia mi habitación mientras él cuenta hasta diez antes de perseguirme. Nuestra vieja costumbre infantil...

Entro volando, arrojo mi botín sobre la cama y agarro el enorme globo de agua que había preparado después de comer. Desde el pasillo escucho sus pasos acercándose. Salto frente a él con el brazo en alto. Los ojos de Dean se abren sorprendidos, sin tiempo para esquivar el ataque. El agua fría empapa todo su cuerpo instantáneamente. Me río a carcajadas mientras me refugio en mi habitación.

—¡Estás acabada, princesa! —me grita Dean.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 20.11.2025

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