Dean.
—¿Por qué estás tan nervioso? —Kir conduce con confianza hacia la salida de la ciudad—. Relájate, hoy será nuestra noche.
—Ella logró burlarme —resoplo, recordando la bomba de agua que voló directamente hacia mí—. No estaba preparado para eso.
—¿Aún sigue vuestra rivalidad? —mi amigo suelta una risita que me irrita más—. ¿No os habéis cansado ya? Ya no sois niños.
—Ella me irrita. Siempre se comporta como una princesa —escupo con enojo—. Y además destruyó mi colección, por si lo habías olvidado.
—¿Cuántos años han pasado desde entonces? —pregunta Kir alegremente, mientras yo frunzo el ceño.
—Ocho. Pero esas cosas no se olvidan —saco el teléfono del bolsillo y compruebo rápidamente si hay nuevos mensajes—. No te preocupes, pronto podré olvidarme de ella durante unas horas.
El chico calla. Mejor así. Por culpa de Camila tuve que buscar una camiseta nueva y plancharla. Menos mal que le pregunté con antelación a la señora Alea dónde guardaban la plancha. Chica insoportable.
—Ha cambiado —dice Kir de repente. Giro la cabeza y le miro sorprendido—. Ha crecido, por así decirlo. Tiene un cuerpazo, está que arde.
—Y un carácter también ardiente —añado con escepticismo—. Te quemará tanto que te arrepentirás de haber caído por su figura.
—Vamos, ya basta —mi amigo hace un gesto con la mano—. Simplemente no encuentras la manera de acercarte a ella. Es la única chica que no te presta atención.
Aprieto los dientes, conteniéndome a duras penas de soltar un comentario negativo. Kir me conoce demasiado bien. Siempre sabe dar en el blanco.
—Nunca lo he intentado —respondo—. Camila no me interesa.
—Ella reacciona de forma extraña contigo —insiste el chico.
—Kir, cerremos este tema —digo con brusquedad—. En serio, ya tendré suficiente de ella en mi vida durante el próximo tiempo.
El coche se detiene junto a la puerta de una casa enorme. Hoy Erika, la amiga de la hermana de Kir, organiza aquí una fiesta por su cumpleaños. Es de nuestra edad, pero también habrá chicas mayores. Estoy decidido a conocer a una de ellas.
Las puertas se abren y entramos. Todo ha cambiado desde la última visita. Los padres de Erika han plantado nuevos arbustos decorativos y han añadido una fuente cerca de la entrada principal. No está mal.
—¿Qué elegirías: contar algún secreto tuyo o besar a Camila? —pregunta Kir de repente.
Le lanzo una mirada furiosa y pongo los ojos en blanco. ¿Por qué se ha obsesionado tanto con ella?
—¿Y tú? —respondo con otra pregunta—. ¿Te gusta?
—Quizás sí me guste —Kir me mira fijamente a los ojos—. Ya sabes que las chicas como ella son mi tipo.
—Yo en tu lugar no me involucraría con ella —salgo del coche y estiro mis músculos entumecidos—. Aunque aburrido seguro que no será. Eso sí, no se lo menciones a las chicas de la fiesta o te quedarás sin postre.
—Tal vez todas hagan fila y compitan por mí —dice Kir con entusiasmo, mientras su coche avanza lentamente hacia el garaje—. Nos vemos dentro, amigo.
Me acerco a la puerta y pulso el timbre. Poco después aparece Erika. Lleva un vestido de cóctel azul claro que resalta perfectamente su piel bronceada.
—Hola, Dean —se acerca y me abraza—. Hacía tanto tiempo que no te veía.
—¡Hola, feliz cumpleaños! —le devuelvo el abrazo y le entrego una pequeña caja cuidadosamente atada con un lazo.
Tenemos una relación bastante buena. He decidido firmemente no cruzar la línea de la amistad. No quiero estropearlo todo. Aunque Erika a veces lanza indirectas bastante claras, procuro ignorarlas.
—Gracias, cielo —Erika sonríe—. Vamos adentro.
Desde las habitaciones más alejadas suena música alta. Camino por el largo pasillo siguiendo a la anfitriona. Ella contonea sus caderas de manera exagerada y de vez en cuando se gira, ya sea para comprobar mi reacción o para asegurarse de que sigo ahí.
—Erika, por favor —no puedo contenerme y le digo, aunque no quiero arruinar su estado de ánimo festivo—. Ya hemos hablado de esto muchas veces.
Editado: 20.11.2025