La autopista cortaba en dos el paisaje que ascendía lentamente desde la bahía hasta las colinas que rodeaban a la enorme urbe de Ciudad Capital. Era una amplia vía de cuatro carriles en ambas direcciones que servía como arteria principal para dirigir todo el tráfico que llegaba a la ciudad desde los diferentes asentamientos rurales que habían crecido a lo largo de los años mientras el planeta se poblaba con los nuevos colonos que llegaban de La Tierra y las flotas de Inmigración. Cuando la camioneta en la que viajaba Ximena se desvió de la autopista principal tomando una ruta secundaria, la joven pudo ver toda la extensión de la enorme bahía y la metrópolis que se extendía alrededor.
—¿En esa bahía amerizó la Megaroad 01 cuando colonizaron Eden? —preguntó entusiasmada la joven a quien Ximena conocía como la Oficial Fontaine. —Me imagino que debió ser un espectaculo increible. —dijo mientras pegaba su rostro al cristal de la ventanilla.
—La Megaroad 01 se mantuvo en la órbita de Edén durante la colonización del mismo. —respondió el Jefe de Mecánicos desde el asiento del conductor. —No recuerdo muy bien de mis tiempos en la escuela, pero creo que estuvo un año entero allí arriba hasta que montaron el primer astillero y pudieron continuar viaje hacia el centro de la galaxia.
La Teniente Ximena Hernandez apartó la vista de la bahía y en cambio miró hacia las verdes montañas que ahora se elevaban cada vez más cerca de la carretera. —¿A dónde vamos? —preguntó.
—Al Taller. —respondió el Jefe Aichi.
—Eso es… ¿Un lugar? —preguntó confundida la joven.
—Es donde los que quedamos del Escuadrón de Enlace Situacional nos estamos reuniendo mientras dure nuestra licencia. —dijo. —Es un pequeño establecimiento para servicio de mechas pesados en las afueras de la ciudad que suele hacer contratos de mantenimiento con la NUNS, o al menos solía hacerlos hace unos años.—explicó con un dejo de nostalgia en la voz.
Ximena miró a su compañera y esta respondió encogiéndose de hombros. —Yo tampoco tengo idea. —dijo.
Aquello sorprendió a la joven. —Entonces… ¿Ustedes dos no están…?
—¿Trabajando juntos? No. —respondió el Jefe Aichi. —Nos encontramos en la Terminal de casualidad cuando fuí a llevar a uno de los muchachos a que tomase un transbordador hacia órbita y la reconocí de inmediato como la misma persona que había volado con usted en su última misión. —explicó. —Cuando me dijo que estaba esperándola a usted fué cuando decidí quedarme y ofrecer llevarlas a ambas.
Ximena tomó uno de los vasos de café y tras quitar la tapa de plástico olió el intenso aroma que salia del caliente líquido negro. —Osea que… esperen un momento. —dijo levantando la vista. —¿Cómo sabía usted que estaba por llegar a la Terminal?
La Oficial Fontaine tomó el otro vaso de café y miró a su compañera directamente a los ojos. —Porque yo misma le pedí a Naidu que la trajese allí.— afirmó.
Hubo un ligero estremecimiento en el vehículo, como si Aichi hubiese movido involuntariamente el volante de la camioneta. —¿Qué? ¿El Coronel Naidu? ¿Como rayos…? —preguntó alarmado volteando la cabeza.
Ximena suspiró. —Mejor que preste atención a la ruta. —dijo mirando a la joven de cabellos blancos. —Expliquese por favor. —pidió.
La joven no respondió y bebió un largo sorbo de su propio vaso de café. Al cabo de unos minutos de silencio lo dejó en el posavasos frente al asiento. —Es… complicado. —dijo.
—Creí que iban a explicarme todo. —dijo la Teniente Hernandez cruzándose de brazos para inmediatamente seguir hablando. —Si, realmente me doy cuenta que es algo “complicado”, especialmente porque alguien en el Alto Mando se tomó la molestia de alterar los archivos de la última misión de nuestro escuadrón para borrar toda mención de que usted siquiera existe. —dijo de forma directa.
—No descargues tu frustración con ella. —la amonestó Aichi. —Yo tengo muchos conocidos en las Fuerzas y estos últimos días me he cansado de escuchar rumores sobre las divisiones que esta maldita campaña ofensiva están causando en los Altos Mandos…
—Siempre hubo una división. —respondió Ximena. —No es nada nuevo.
Fontaine sacudió la cabeza. —No, el Jefe Aichi tiene razón. —dijo. —Esto es mucho más complicado que la clásica división entre Halcones y Palomas del pasado. —afirmó mientras se apretaba las manos. —Últimamente la atmósfera que se respira en el ambiente castrense es…
—Turbia. —respondió el hombre suspirando mientras activaba la luz de giro. La camioneta se desvió de la carretera y salió por una rampa hacia una de las calles laterales. El paisaje era ahora de granjas con invernaderos y pequeños talleres locales.
—¿Quién eres tú realmente? —preguntó Ximena volviendo a mirar a su compañera. —¿Por que tu nombre no figuraba en los registros?
La joven levantó la vista. —Mi verdadero nombre es Camila… Camila Hughs.
Aichi clavó los frenos de la camioneta y esta se detuvo abruptamente al costado del camino bajo unos altos pinos oscuros.
—¿Queee? —exclamó dándose la vuelta. —¿Estás bromeando…? ¿Eres… una de los Hughs?
Ximena no necesitó actuar de forma tan impulsiva como su Jefe de mecánicos, pero aquel apellido también había hecho saltar las alarmas en su cabeza.
Los Hughs eran una familia de militares que ocupaban altos cargos en las esferas del Gobierno Unificado. Tal y como sucedía con las antiguas familias con linajes que se mezclaban con las tradiciones castrenses y culturales del siglo XIX y XX, los Hughs habían sobrevivido a la terrible 1er Guerra Espacial y poco a poco habían vuelto a crear aquella cultura familiar de honor y tradición en las fuerzas militares, ahora desperdigadas por la galaxia a medida que la humanidad se expandia en busca de nuevos horizontes.
—Eso al menos explica una parte de lo que sucedió con los reportes. —razonó Ximena. —Y el por que Naidu hizo el recado de sacarme de ese hospital.