Carne de Cañón

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El FOLD no duró demasiado. Tan solo unas horas luego de aquella salida tan espectacular desde el Planeta Eden, todas las naves que integraban la Vigésimo Séptima Flota de Expedición Profunda emergieron al espacio abierto en las cercanías de una estrella clase M algo más grande que el Sol del Sistema Solar.

“Apenas” habían viajado algo así como once años luz desde Edén, una distancia prácticamente insignificante en la escala galáctica, pero la flota debía adoptar una formación más acorde a la misión que tenían por delante.

Las tres enormes formaciones como grandes pantallas fueron reemplazadas por formaciones mas pequeñas, de unas doscientas naves cada una. Estas escuadras se extendían desde la posición central, ocupada por la Nave Nodriza de la flota, abarcando un área de control total de unas cinco unidades astronómicas. 

 

Aquello, por supuesto, tenía un motivo extremadamente importante y era el ocultar el verdadero tamaño de la flota a los ojos hostiles que acechaban la galaxia. Ni el más inepto de los oficiales de la NUNS ignoraba el hecho que la flota que se dirigía a territorios Zentradi estaba en una posición de vergonzosa desventaja numérica. Incluso con los miles de cruceros Zentradi reconvertidos a Drones automatizados, cualquier pequeña flota Zentradi de las que patrullaban más allá de los dominios de la humanidad los aventajaban en una relación de entre 12 a 1 y 20 a 1.

Esos números serían suficiente para que el sentido común dictase que la mejor estrategia de la humanidad era ocultarse bajo una alfombra y no asomar la cabeza, pero la NUNS tenía una ventaja táctica fundamental; el conocimiento de la tecnología Zentradi.

 

La humanidad conocía a la perfección el alcance y limitaciones de la tecnología de detección de los Zentradi y podían mantenerse ocultos siempre y tanto mantuvieran siempre la iniciativa y el control total del espacio alrededor de la flota. Aquello no solo permitiría a las fuerzas de la NUNS escapar a tiempo a la detección de las miles de flotas que rondaban la galaxia, sinó a tener la ENORME ventaja táctica de elegir cuándo y dónde atacar, para de esa forma aprovechar todas y cada una de las ventajas tácticas y tecnológicas a su disposición.

Aún así el riesgo era enorme y los factores que podían jugar en contra de la Humanidad eran incontables, por eso la NUNS estaba decidida a mantener la cabeza gacha la mayor cantidad de tiempo posible y solo atacar cuando la garantía de éxito estuviese fuera de toda duda.

 

Una vez que la flota adoptó su nueva formación la expedición comenzó a adentrarse en las profundidades de la galaxia siguiendo el contorno del brazo de Orión, tal y como habían hecho la mayoría de las flotas de avanzada a lo largo de la historia de exploración galáctica de la humanidad. Era una ruta segura y rebosante de pequeños asentamientos humanos y de otras razas aliadas a la humanidad tras ser redescubiertas mientras se seguía el rastro de la Protocultura. El Alto Mando de la NUNS no tenía prisa por entablar combate con los Zentradi y deseaba primero probar las tácticas y procedimientos nuevos en lo que prometian ser batallas de un calibre jamás vistos desde el fin de la Primera Guerra Espacial. Además, por supuesto, más de la mitad de la flota estaba compuesta por reclutas y novatos que jamás habían estado en batalla. Todo ese personal debía ser entrenado en el uso del equipo y tecnología disponible, lo que requería tiempo.

 

Y tiempo es lo que sobraba ya que la flota realizaba pequeños saltos FOLD, avanzando lentamente por territorio conocido a medida que sus fuerzas se ejercitaban y preparaban para lo que prometian seria “La Batalla Final” entre la Humanidad y los Zentradis “salvajes”

Pero nadie, ni siquiera los miembros de la facción más “dura” de la NUNS, deseaban adelantar ese desenlace. Deseaban atacar si, pero no lo harían hasta que la victoria estuviese asegurada y para ello necesitaban algo más que las armas con las que contaban.

¿Un milagro?

 

—No habrá “milagros” esta vez, esta es una guerra que no ganaremos con canciones. —sentenció el Capitán Owen mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero empotrado en uno de los respaldos de su silla.

Su Segundo al Mando lo miró desde su sitio ubicado frente a una de las terminales de monitoreo del CIC. —¿Capitán? —preguntó.

—Nada. —dijo malhumorado el hombre. —Solo pensaba en voz alta.

El enorme oficial sonrió y volvió su atención a la pantalla. —Alfa y Beta están regresando. —informó mientras utilizaba la interfaz de su terminal para mandar una imagen a la pantalla general que estaba frente al Capitán. —Sin novedad.

—Vaya sorpresa. —respondió Owen mirando el holograma, donde seis pequeños triángulos azules avanzaban en medio del campo naranja que mostraban el área de control de fuego de la Bramante. 

El Alto mando había posicionado al Batallón 612 en la retaguardia de la flota. Alrededor de la Bramante se encontraban las naves de soporte y transportes de pertrechos, asi como las enormes naves factorías clase Three Star, las fábricas móviles de la flota. 

Patrullar aquel sector de la formación era un verdadero tedio para los pilotos, pero era la posición asignada y debián cumplir las órdenes. 

Al menos sus pilotos podían ejercitarse y en ese sentido, la nueva adición a la Bramante en forma del Escuadrón Delta había venido de maravillas. Aquellas naves furtivas presentaban un buen reto para los anticuados VF-11 y los ejercicios entre los cuatro escuadrones se habían vuelto cada vez mas intensos.

 

Pero la Bramante no era la única nave que aprovechaba el tiempo ejercitando sus tropas. Toda la Vigésima Séptima flota se encontraba en medio de complejas maniobras que involucraban prácticas de toda clase de estrategias de ataque, defensa y movimientos de cada una de las escuadras. 



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En el texto hay: espacio, robots, macross

Editado: 28.03.2024

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