Carne de Cañón

9

 


 

A pesar de la prisa del Alto Mando por iniciar la misión de inmediato, no pudieron hacerlo hasta que completaron una serie de pruebas con ambas naves acopladas. Si bien la Bramante había sido “afinada” por Tali para emitir el menor ruido posible, la enorme Planck ahora adherida a la popa de la fragata era, en opinión de la Ingeniera, “Más ruidosa que una secadora vieja”.

No era para menos: aquella era una verdadera arca para las mentes científicas que trabajaban 24/7 en todo tipo de tecnologías y teorías científicas que iban desde la astrofísica hasta los secretos de la vida misma. La Planck no estaba diseñada para el campo de batalla o pasar desapercibida a los sensores Zentradi. Aquella era una ruidosa ciudad de ciencias.

Tras alejarse varios kilómetros de la flota procedieron a realizar algunos ajustes en la propulsión de la enorme nave, ya que mientras la Bramante estuviera conectada a la misma, debían usar los ruidosos motores principales de la Planck   

Incluso con la habilidad de la Meltran y su experiencia en motores de propulsión de todo tipo y tamaño, apenas lograron unas insignificantes mejoras en cuanto a disminuir las emisiones de aquellos enormes motores. Sin mucho más que hacer y sin posibilidad ni tiempo de llevar a aquella enorme nave a uno de los astilleros para una modificación más exhaustiva, decidieron no retrasar más el inicio de la misión.

Ahora solo debían trazar la ruta.

La sargento Miles se comunicó con el Capitán Owen para que visitara la Planck y se reuniera con el Doctor Von Neumann a fin de ponerse de acuerdo con el rumbo del viaje hacia el Nexus. Aquella ruta debía ser planificada con mucho cuidado para evitar ser detectados por, lo que se creía, podría ser una amplia zona de patrullaje de aquellas unidades de élite alrededor de la importantísima instalación.

—Por cierto. —dijo la mujer en cuanto hubiera comunicado la invitación a la reunión. —El Doctor Von Neumann pidió si podían participar de la reunión sus pilotos que estuvieron en combate contra las fuerzas del nexus. —pidió.

—¿La Teniente Hernandez y La Oficial Hughs? —preguntó intrigado Owen. —Supongo que no hay problema, estaremos allí a la hora indicada. —prometió.

La comunicación se cortó y el Capitán se levantó de su silla. —Tiene el Mando, Jarvis. —dijo señalando al Segundo Oficial. —Volveré en unas horas.

—Entendido, suerte Capitán.

Owen salió del CIC y tras dirigirse a las barracas de los pilotos fué informado que las mujeres que buscaba no se encontraban allí, por lo que se encaminó hacia el hangar principal.

 

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Ximena y Camila se encontraban haciendo estiramientos en el fondo del hangar junto con otros miembros de Charly y Delta. Las dos vestían trajes de gimnasia completos que utilizaban cuando no estaban de guardia. Toda la tripulación usaba aquella parte de la nave para realizar ejercicios cuando no se realizaba ninguna otra actividad.

Varios grupos de pilotos y marines trotaban por las pistas de rodaje del hangar mientras el resto de los que estaban allí aprovechaban para realizar otros ejercicios usando las máquinas y pesas que se guardaban allí para esas actividades. 

La Teniente Hernandez ahora tenía la responsabilidad extra de dos nuevos pilotos y de, aparentemente, ser la responsable de las operaciones aéreas en la zona de misión. 

—¿Xime? —preguntó su compañera al ver que se había quedado callada de pronto en medio de un ejercicio. —¿Sucede algo?

La Teniente sacudió la cabeza mientras se sentaba en el suelo. —Me gustaría que empieces a volar algunas horas en el simulador. —dijo señalando los VF-171 aparcados más allá de calles de rodaje. —Cuantas más horas acumules, más pronto podremos certificarte como piloto.

La oficial Hughs se sentó junto a ella y comenzó a masajearse los pies. —¿Crees que entremos en combate de inmediato? —preguntó.

—No. —respondió su compañera. —Por lo que ví en el mapa que Aramaki nos enseñó, la zona de misión se encuentra a varios meses de saltos de distancia… y eso si vamos hacia allá en línea recta y sin pausas. Me imagino que el Capitán Owen usará una ruta que nos oculte el mayor tiempo posible a los sensores enemigos.

Un grupo de soldados pasó trotando junto a ellas sin prestarles atención, pero uno de ellos se detuvo a unos pocos pasos y volvió caminando hacia donde estaban ambas jóvenes. Ximena ya conocía a varios de la tripulación, especialmente a los oficiales y sargentos, por lo que no tuvo problemas en reconocer al hombre que se acercaba.

—Sargento McAllister. —saludó la joven. —¿Cansado?

Si el hombre lo estaba, al menos no daba muestras de ello. Tenía una toalla alrededor del cuello pero ningún sudor se veía en su camiseta. Era un hombre maduro, que seguramente pasaba los cuarenta y tantos años. Sus brazos tenían varias cicatrices así como una bastante fea en la mejilla izquierda, pero se lo veía en un excelente estado físico. Un verdadero veterano con varias campañas encima, juzgó la joven al verlo por primera vez.

—Puede llamarme “Mac” como todo el mundo. —dijo con una sonrisa. —Y no, no estoy en absoluto cansado… ¿Quiere la revancha?

Un par de silbidos y arengas se escucharon por parte de los pilotos que observaban la escena unos metros más atrás. 

—Claro. —asintió la Teniente Hernandez poniéndose de pie ante la mirada de entusiasmo de su compañera. —Hagámoslo.

 

Los soldados habían improvisado un Ring con colchonetas, barriles y sogas a un lado de la pista. Allí practicaban algo de boxeo y artes marciales. Mac y Ximena subieron a las colchonetas mientras una pequeña muchedumbre se acomodaba alrededor de ellos.

—¿Mismas reglas? —preguntó el hombre dejando la toalla sobre uno de los barriles.

—Mismas reglas. —respondió la joven.



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En el texto hay: espacio, robots, macross

Editado: 28.03.2024

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