Carne de Cañón

22

Los días posteriores fueron dedicados exclusivamente a los preparativos de aquella nueva etapa en el plan que Aramaki les había legado, pero antes que nada, Owen tuvo que hacer algo con el elefante en el cuarto.

La rebelión de Samuel Hughs cayó como un balde de agua fría en la tripulación de la Bramante, que de pronto se encontró ante una extraña posición frente a la gravedad de los hechos. ¿Había sido declarado el Batallón 612 en Rebeldía por aceptar la ayuda del Capitán de la "Mainstream"? ¿Tenían que elegir ellos un bando en aquel conflicto interno de la fuerza? Afortunadamente Owen dejó en clara su posición y la de sus oficiales en una comunicación dirigida a todo el personal de la fragata. La Bramante no reconocería a Samuel B. Hughs como Almirante de la Fuerza y en cambio lo considerarían responsable de sedición y asesinato en primer grado de su inmediato superor.

Owen cumplió su promesa de no ocultar nada a su tripulación, pero incluso si no lo hubiese hecho era tal la confianza que aquellos hombres y mujeres curtidos en cientos de combates tenían en su Capitán que ya la decisión de deponer al tirano de Hughs estaba tomada antes siquiera de escuchar sus palabras.

Aunque eso significaba que habría una posibilidad de que tuviesen que luchar contra sus propios camaradas.

Nadie lo dijo en voz alta, pero era una idea que todos tenían presente cuando tomaron la decisión de apoyar la causa que creían justa. Al menos dada la situación actual, era extremadamente poco probable que un combate contra las fuerzas leales a Hughs pudiese suceder allí mismo; eran los Zentradi quienes representaban el mayor peligro a esa pequeña flota compuesta por apenas tres naves maltrechas.

Las imágenes que la Mainstream habia obtenido del asesinato del Almirante Aramaki eran prueba más que suficiente para que nadie dudara de la culpabilidad de Samuel Hughs, cosa que aumentó más aún el resentimiento de la tripulación hacia aquel hombre.

Por supuesto, la persona más afectada por la nefasta noticia fué la propia Camila Hughs, quien debió soportar aquel duro golpe y cargar con el terrible peso que su apellido había adquirido gracias a la vil acción de su tío. Tanto ella como Camila no salieron de su camarote compartido tras aquel fatídico anuncio, pero nadie las molestó ni le faltó el respeto a la joven oficial; después de todo el escuadrón Delta se había ganado el respeto y admiración no solo por los otros pilotos, sinó por el resto de la tripulación de la fragata por igual.

Owen sabía que Camila no aceptaría de buena gana ser trasladada a la Planck, incluso usando la excusa de servir de escolta al Profesor Von Neumann. Afortunadamente había un motivo aún más importante y eran los civiles que habían tomado refugio en la Bramante.

El Batallón 612 iba a continuar sus operaciones y aquellos civiles estarían expuestos a los peligros de una región de la galaxia llena de Zentradis. Owen decidió trasladar a todos ellos a la Planck, ya que era el lugar más parecido a una nave civil que tenían a disposición. Ahora que Samuel B. Hughs los consideraba rebeldes, no podrían acercarse a ninguna de las colonias o flotas migrantes sin poner en riesgo la vida de aquellos niños.

Era un buen plan, pero como todo buen plan no iba a salir bien a la primera. Lynn se negó rotundamente a abandonar la nave y acompañar a su familia. Cuando la propia Camila fué enviada por el Capitán Owen a averiguar el por que de ello, la respuesta de la joven la llenó de preocupación.

—Quiero unirme a la milicia. —dijo la chica-gato llena de determinación. —Quiero proteger a los míos a toda costa. —aseguró.

Aquello no le causó la menor gracia a Owen, quien amenazó con echar de una patada en el trasero a la Voldoriana si no abandonaba por voluntad propia la Bramante en veinticuatro horas, pero finalmente cedió al pedido de sus hombres, quienes consideraban a la chica una especie de mascota de la nave.

—Mi Tatarabuelo luchó en la Segunda Guerra Mundial y me enteré por parte de mi madre que él estaba a cargo del gato mascota en el Destructor al que servía. —dijo Jarvis.

—Idiota, esa chica no es una mascota y estamos por embarcarnos a una misión suicida. No podemos llevar civiles con nosotros. —le recriminó Owen.

—Si se enlista, no será una civil… y además estamos en medio de una movilización general; la edad de reclutamiento en tiempos de guerra es de 15 años, bajo estrictas excepciones, por supuesto. ¿Verdad? —preguntó el enorme oficial con una sonrisa.

Al final no solo Lynn se unió a la tripulación de la Bramante; también lo hizo el niño que se había enamorado de las máquinas y herramientas del hangar, aquel que operara la enorme grúa en la Rainbow y causara tantos problemas a Ximena y Camila aplastandolos como un mosquito.

—Así que este es el responsable de dejar a Delta Uno como un acordeón. —le recriminó el Jefe Aichi al enterarse. —No se preocupen; haré de él un mecánico de primera y juro por mi Bisabuelo que lo haré pagar cada minuto del tiempo que me costó sacar las abolladuras a ese avión. —prometió a los oficiales de la fragata.

Piper (Tal era su nombre) se alistó como aprendiz de mecánico y comenzó de inmediato a trabajar en el hangar de la Bramante, limpiando herramientas y trapeando los pisos del taller a la vez que, con sus ávidos ojos siempre curiosos, aprendía de los técnicos mientras trataban de reparar los dañados cazas tras la batalla.

Lynn en cambio fué acogida por Mac, quien también reconoció tener cuentas pendientes con la Voldoriana. —¿Ves esta cicatriz? —dijo mostrando la marca que las garras de la chica había dejado en su rostro. —Cada vez que me pique voy a hacer que corras veinte vueltas al hangar… y casualmente me está picando ahora así que… ¡A correr! —gritó.

—¡Sí Señor! —respondió la chica-gato ya vestida con su propio uniforme de cadete, tras lo cual salió corriendo en medio de las risotadas de los demás soldados.



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En el texto hay: espacio, robots, macross

Editado: 28.03.2024

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