Carne de Cañón

25

 




 

—¿Crees que haya fantasmas en esta nave?

—La pregunta de Camila hizo que las orejas de Lynn se erizaran por completo. La joven se detuvo en medio del oscuro pasillo y se volvió visiblemente molesta hacia su compañera. —¡Ya no soy una niña! ¡Yo no creo en esas cosas! —protestó mientras mostraba el rifle de asalto Zentradi que llevaba en esos momentos. —Además tengo uno de estos. —dijo acariciando el pulido metal del arma.

—¿Apenas sabes usar esa cosa y crees que podrías derrotar a un fantasma Zentradi? —se rió la joven ante la mirada molesta de la chica-gato. —Lo siento Lynn, tienes razón. —dijo.

Lynn volvió a colgarse el rifle en la espalda y suspiró. —Apenas he explorado una pequeña parte de esta nave… es enorme y yo soy la única que tiene la tarea de patrullar y hacer guardia por aquí. —protestó.

 

Camila había comprendido que la tarea que Tali le había asignado a la Cabo Cervantes iba a ser mucho más llevadera si la hacían entre dos, por lo que se ofreció a acompañarla durante una de sus guardias. Recorrer el oscuro interior de esa vieja nave era algo que ponía los nervios de punta a cualquiera. Los técnicos de la Mainstream habían tendido luces a lo largo de los pasillos principales que comunicaban los sectores más transitados de la nave, pero el resto de las cubiertas estaban prácticamente a oscuras y solo unas pocas luces quedaban encendidas aquí y allá, dando una especie de ambientación de película de terror.

—Imaginate lo que vivieron nuestros ancestros cuando exploraron las ruinas de una nave similar a ésta allá en La Tierra. —observó Camila. —Y para peor, ellos eran tamaño Micrón.

—Querrás decir TUS ancestros. —lo corrigió la chica-gato. —Los míos todavía vivían en pequeños pueblos y las únicas naves que conocían eran los barcos de pesca y de transporte.

—Tienes razón. —respondió Camila sacudiendo la cabeza. —Incluso así… me siento realmente confundida al pensar que cuando esta nave estaba recién salida del astillero hace más de cien años, en el Planeta Tierra apenas estaban empezando a lanzar cohetes para llegar a la órbita del planeta.

Lynn asintió. —En la escuela aprendimos que en Voldor pasó algo similar… El contacto con las naves de colonización de los Humanos hizo que toda nuestra forma de vida cambiara radicalmente en apenas una sola generación; de ser una civilización pre-industrial pasamos a colonizar otros planetas de sistemas estelares vecinos a nuestra estrella.

 

El pasillo llegó a una bifurcación y Camila consultó un plano holográfico de la nave. —Por allí. —indicó señalando el pasillo de la izquierda. —Será mejor usar las linternas.

Lynn se descolgó el rifle de la espalda y encendió la linterna que había atado precariamente al cañón del arma. —Déjame ir primero. —dijo mientras alumbraba el pasillo frente a ella.

—Claro. —respondió Camila. —Aunque no creo que haya peligro; la nave fué revisada por las tropas de Homs y no quedó una sola Meltran a bordo. —afirmó.

Todavía podían verse en el suelo las huellas de los VF-171 que habían peinado la nave en busca de resistencia. Al parecer aquel pasillo no se usaba hace mucho y el polvo se había acumulado sin que ninguna pisada lo perturbara en, posiblemente, décadas.

—¿Realmente había tan pocos tripulantes en la “Dumpster-Fire”? —preguntó la chica-gato mientras avanzaba apuntando el rifle hacia las sombras por delante, que de inmediato retrocedieron ante el poderoso haz de luz del reflector.

—Si… entre pilotos de armadura, soldados de infantería y tripulación de la nave apenas llegaban a unas sesenta Meltrans. —respondió la joven.

—¿Y eso es poco? —preguntó la cabo Cervantes deteniéndose un momento.

—Fritz dice que la tripulación de estas cosas debería rondar en los centenares. —explicó su compañera. —Tal vez que esta sea una nave diferente y esté equipada para patrullar los alrededores del Nexus sea la causa de su inusual tripulación.

—¿Qué hará Homs con sesenta gigantes en su nave? —quiso saber la chica-gato —¿Tiene el sitio suficiente para tenerlas como PoWs? (1) —preguntó.

—Creo que iban a miniaturizarlas primero. —respondió Camila. —Continuemos.

 

Las dos mujeres continuaron caminando por el silencioso pasillo. Cada vez que se cruzaban con una puerta que no estaba sellada revisaban brevemente el oscuro interior, pero no vieron nada fuera de lo normal. La mayoría de aquellas puertas que no estaban clausuradas daban a camarotes vacíos o depósitos de suministros que, al menos en aquella nave, parecían nunca haber sido utilizados.

 

Tras veinte minutos de marcha llegaron a unas escaleras que descendian a una cubierta inferior. Lynn activó el transmisor que tenía puesto en la oreja y esperó a que la comunicación se realizara con el puente de mando.

—¿Qué sucede, Lynn? —preguntó la voz de Tali.

—Hemos terminado de patrullar la cubierta 22A. —informó. —Todo normal.

—Buen trabajo. —respondió la Meltran. —¿Quieres volver al salón de recreación ahora? 

—Mi turno termina en una hora más. —respondió la chica.

—Oh vamos… no voy a obligarte a dar vueltas por ahí haciendo algo tan aburrido durante toda una hora más. —exclamó Tali. 

La chica-gato meditó aquello unos segundos. —¿Puedo ir a ejercitar con armas en el hangar? —preguntó.

Se escuchó un suspiro por la transmisión de radio. —Ese inútil de Mac te metió ese Hobby de las armas en la cabeza. ¿Verdad?—preguntó.  —Si, por supuesto… pero que Camila te acompañe… por las dudas.

—Es obligatorio que durante el entrenamiento con fuego vivo haya siempre un supervisor cerca. —dijo Camila uniéndose a la conversación. —No te preocupes Tali, yo le echaré un ojo.

—Gracias Cami. —respondió la Meltrán. —Nos vemos más tarde.

Lynn desconectó la radio y se volvió hacia su compañera. —Vamos a la armería. —dijo con ojos brillantes. —Hay un par de rifles de energía que me estoy muriendo por probar.



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En el texto hay: espacio, robots, macross

Editado: 28.03.2024

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