Carolina

Carolina: 7 años.

Carolina: 7 años.

Cuando fue hora de levantarse para ir al colegio, Carolina sintió pánico pero no lo dejó mostrar a su madre cuándo fue a despertarla. Se levantó, se vistió, se peinó y desayunó. Era hora de ir al colegio. Se puso su mochila a la espalda y cogió la mano de su madre para salir de casa. Tardaron diez minutos en llegar al colegio. Para mala suerte de Carolina, estaba bastante cerca de su casa. «Hoy es viernes.» Pensaba. Pero eso no era suficiente para que tranquilizarse.

Su madre estaba calmada. No tenía ni idea del nerviosismo que tenía su hija. Carolina, desde muy pequeña, había aprendido a ocultar muy bien sus sentimientos frente a sus padres. Y eso, era una ventaja ya que no tendría que responder preguntas. Llegaron a la puerta del colegio, Carolina se despidió de su madre y entró en el edificio. Subió el tramo de escalera que tenía que subir y fue a su clase. Había pocos niños en ella, todavía no habían llegado todos. Carolina se sentó en su lugar y sacó su estuche y sus libros. La profesora Marta siempre les decía que debían esperarla sentados y con todo el material sacado. Solo Carolina le hacía caso.

Mientras esperaba, sintió un golpe en su cabeza. Con gesto de dolor, se giró y vio a Penny riendo y con su cuaderno en sus manos. Le había pegado en la cabeza con él. Carolina se talló su cabeza pero no dijo nada, se volvió a girar y se sentó bien. Penny, que no estaba satisfecha con pegarle, le tiró todas sus cosas al suelo provocando las risas de los que estaban allí. Carolina suspiró y empezó a recoger sus cosas, estaba a punto de coger su estuche cuando Penny lo cogió.

—¿Me lo das, por favor? —Carolina siempre solía pedir todo por favor.

—Mi li dis pir fivir—la imitó con sorna. —No te lo doy por fea.

Carolina se tragó el nudo de su garganta y volvió a insistir.

—¡Qué no fea!

Al ver que con palabras no iba a conseguir su estuche, Carolina alzó su mano para cogerlo pero Penny alzó la suya para que no lo alcanzara. Se cansó y se sentó en su silla sin su estuche. Esperó y esperó hasta que vio como Penny tiraba su estuche en la papelera. Se levantó y lo cogió para volver a sentarse. No hubo más incidentes hasta que llegó la profesora.

—Vamos a hacer algunas cuentas. Copiarlas de la pizarra—les mandó.

Carolina las copió en su cuaderno:

24 + 12 =

3 × 2 =

34 - 2 =

Después de copiarlas, se puso a resolverlas sin ninguna complicación.

24 + 12 = 36.

3 × 2 = 6.

34 - 2 = 32.

Se sintió satisfecha con su trabajo y esperó a que la profesora dijera las soluciones para comprobar si tenía bien sus resultados. Peter, un niño que estaba sentado cerca de Carolina, empezó a tirarle bolitas de papel. Ella se mantuvo callada y no se giró, esperó a que Peter se cansara y la dejara en paz.

—¡Fea! —la llamó. Carolina lo miró de reojo—Dime las soluciones.

Carolina negó con la cabeza. «Que lo haga él.» Pensó.

Peter frunció su ceño enfadado. Esperó a que la profesora estuviera despistada y se levantó de su mesa para ir hacia Carolina .Le tiró del pelo y le hizo un pellizco bastante doloroso en su brazo. Ella aguantó el dolor y las ganas de llorar, y de nuevo, no dijo nada. Peter se volvió a sentarse en su lugar y levantó su mano.

—¿Qué quieres Peter? —le preguntó la profesora.

—¡Carolina me está molestando!

La aludida abrió su boca sorprendida.

¿Cómo podría mentir de aquella manera? ¡Ella no había hecho nada!

—Carolina, ¿es eso cierto? —le preguntó enfadada su profesora.

—Yo...

—¡Sal de clase! —Carolina se asustó por el tono tan elevado de su profesora. —¡Qué te quede claro que mientras esté yo aquí no vas a molestar a ningún compañero! ¿Entendido?

Carolina no habló.

—¡Lo entiendes o no! —le gritó.

—Sí—se tragó nuevamente el nudo y salió de clase ante las burlas de sus compañeros.

—Que te lo pases bien en el pasillo piojosa—le dijo Penny cuando pasó por delante de su mesa.

Carolina se tuvo que quedar toda la hora en el pasillo. Se sentó en un banco a esperar con sus manos sobre su regazo y miró al suelo en todo el rato que estuvo fuera. Tenía unas inmensas ganas de llorar. ¡Ella no había hecho nada!

«¿Por qué se portan tan mal con ella?» Se preguntó. «Si tan sólo hubiera dicho que Peter me pegó esto no hubiese pasado.»

Pero eso no era tan fácil para ella.

Ya lo había hecho en algunas ocasiones y su profesora no la creyó. Ella creía que Carolina solo quería llamar la atención y que era una niña malcriada y quejica. Desde ese momento, decidió no contar nada más. Si no la van a tomar en serio, ¿para qué contarlo?




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