Carretera Interestatal 93

Viaje

 

La carretera estaba vacía, fría y con un poco de niebla la noche del 07 de febrero, y el conductor del Mustang del 65' no tenía idea de lo que aquella carretera podría llegar a enseñarle.

David Burns era solo un niño cuando cruzó esta carretera la última vez, lo hizo junto a su padre el verano del 98' cuando éste decidiera cambiar de empleo, porque como siempre le decía a su hijo <<mi jefe es un tarado que solo sabe exigir, si pudiera comprar una dosis de amabilidad y humildad se las metería por el trasero a ese bastardo yo mismo. >>. Nunca lo hizo, pero sí renuncio, y se llevó a su hijo a vivir al estado de Rhode Island, se establecieron en Richmond, donde según su padre, el comercio de autopartes los haría millonarios y así podrían ir a vivir a Washington o algo parecido; David siempre supo que su padre era un soñador, y que sus sueños más que sueños eran tiros al azar.

A pesar de que su padre disparára al destino con los ojos cerrados, todo esto contribuyó a que David fuera uno de los primeros en su clase, asistiera a la Universidad de Rhode Island y conociera a la chica loca y soñadora de la que se enamoró simplemente con verla, la misma con la que se encontraba hablando en ese momento por el móvil mientras conducía a 85 Km/h sobre la carretera interestatal 93 hacia Franconia, en su natal New Hampshire.

- Si cariño, ya lo sé, diles que estaré de vuelta en la ciudad en tres días; sabes cómo es Frank, si no estás ahí para apoyarlo con lo que dice se traba él solo al hablar pidiendo una Big Mac en el autoservicio de Mac Donald's.

No pudo contener la risa que le producía conocer tan bien a su socio como para permitirse hacer una broma así.

-Entiendo, se los diré - Dijo Annie, la loca soñadora del otro lado de la línea - pero dime, por qué tanto secreto con este asunto en Franconia?, pensé que llevabas tiempo sin ir a tu pueblo.

- Sí, tienes razón, llevo mucho tiempo sin visitar este lugar, la última vez fue hace cinco años cuando vine a cómprale a un viejo este trono de cuatro ruedas, puedes creer que lo tenía abandonado en un granero sin siquiera ver la luz del sol de vez en cuando? - No hubo respuesta del otro lado de la línea, Annie nunca fue amante de los autos, pero no podía fingir que le gustaba mucho el auto de su novio - esa vez el viaje fue en avión de ida y vuelta, la carretera está en muy buen estado, este bebé reluce bajo la luz de la luna de una manera muy sensual, pero no como la hace tu espalda en una noche como esta cariño.

David sonrió, logró lo que esperaba, y lo supo porque la conocía, conocía muy bien a la chica con la que llevaba 5 años de relación, supo que se sonrojo al otro lado de la línea, no tenía que verla, el tono de su suave risa se lo dijo y también supo que evadió satisfactoriamente darle explicaciones del porqué de su viaje.

- Oye David, debo irme, mis amigas están esperándome para ir al cine y luego a la exposición de arte, te mando un beso David, sabes que te amo.

- Y yo a ti, estaremos viéndonos pronto, adiós.

Colgó el teléfono y se sintió muy emocionado, después de todo el viaje no era para otra cosa más que para preparar la celebración de San Valentín, quería sorprenderla al traerla a su pueblo natal y mostrarle las calles donde creció, su escuela, aunque también lo hacía para recordarse a sí mismo sus orígenes, tanta ciudad te aleja de dónde vienes, pensaba.

Aceleró el motor del Mustang a 92 Km/h, casi el límite de velocidad permitido en ese tramo, David sentía allí donde estaba, que las ruedas se deslizan casi que flotando a un milímetro del asfalto mientras cruzaba la carretera recta y desolada a las 8:30 PM, libre, solo; aunque sin saberlo, no se encontraba tan solo.

David nunca llegó a pensar que la carretera estaba extrañamente vacía esa noche, de todos modos no debería haber mucha gente atravesando una carretera interestatal una noche de sábado, solo a él se le ocurría hacer un viaje así de largo en la noche, la verdad era intencional, porque sentía que en la ciudad no podía liberar ese animal que solo él domaba; solo él podía con el poder de la máquina que tenía bajo su mando; aunque esa noche perdería el control de las cosas varias veces.

 




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