Carretera Interestatal 93

Parada

Más adelante, cerca de cuatrocientos metros de donde David se encontraba recorriendo a gran velocidad la carretera, la siniestra figura se agachaba y tomaba por la base un viejo árbol, uno que no tenía más que ofrecer a la naturaleza que un buen lugar de descanso para aves que se detenían en su viaje en las tarde de mucho calor; lo retenía con una fuerza descomunal y lo arrancaba de un solo tirón, dejando una serie de huecos deformes donde antes estaban las raíces que abrazában la tierra del lugar; la única intención de este acto era detener esa máquina humana que se acercaba a gran velocidad, sí o sí.

David ensimismado en su sensación de adrenalina y poder a bordo del monstruoso V8, no se dio cuenta debido a la niebla que una figura caída desde el lado derecho de la carretera hasta el otro extremo, sólo se enteró cuando la improvisada barrera que construía el árbol estuvo lo suficientemente cerca como para que las luces del auto permitieran ver la arrugada y anciana piel de una manera mortalmente nítida tras la tenue capa de niebla. El estruendo fue estrepitoso, si pudiera comparar con algo a los animales que atendieron al crash que emitió el accidente y salieron corriendo, seria con gente huyendo de un bombardeo en una ciudad como Hiroshima o Berlín en sus tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

El accidente fue más que ruidoso, muy movido, el auto dejo de tener esa sensual figura alargada al frente cuando impactó con el tronco, y al instante se levantó desde su parte trasera y pasó por encima del árbol, dando vueltas sobre la carretera unos metros más adelante, cada vez que daba una vuelta contra el asfalto, dejaba una estela de pedazos rotos del auto de David, si fuera él quien estuviera al lado de la carretera observando y no lo que estaba allí en realidad, sentiría un dolor y una tristeza que solo él comprendería al ver una joya de la ingeniería automotriz ser lastimada así.

En el interior del destrozado automóvil, el cuerpo de David daba tumbos contra el techo, el timón y la puerta a su izquierda, para suerte, o desgracia, tenía la costumbre de preocuparse por la seguridad vial en carretera; luces siempre encendidas, no sobrepasar el límite permitido, y la regla de oro, la que lo mantuvo vivo durante el choque, usar el cinturón de seguridad; a pesar de que eso le salvó la vida en ese momento, los bruscos movimientos y los golpes contra el interior del auto le produjeron graves heridas, ninguna mortal, pero su cabeza no resistió y el último golpe seco justo antes de que el auto se detuviera lo dejó inconsciente, su cerebro divagó en recuerdos para no causarle un shock por el dolor del accidente.

Pero su cerebro le falló, no seleccionó el mejor recuerdo posible para apaciguar el trauma, sus sinapsis podrían haberse conectado correctamente y escoger el recuerdo de la mañana del primer día de universidad cuando vio a esa chica un poco desarreglada pero intrigante pasar por su lado y formar una fila para la inscripción; pero no, su cerebro prefirió recordar lo más doloroso hasta el momento en la vida de David, la muerte de Robert, su padre; murió por un de cáncer de pulmón, el viejo no podía pasar un día sin su habano barato comprado en el súper de la esquina, <<este es el tabaco que el pueblo merece hijo, el que deja humo espeso, sucio pero sereno, esos habanos de mil dólares son para maricas, que se joda Fidel>> le dijo Robert a su hijo una tarde de invierno, cuando David le preguntó por qué seguía comprando esas baratijas cuando podría comprar algo mejor, al fin y al cabo ese viejo tonto tuvo razón, las autopartes se vendían muy bien, surtían talleres de los pueblos aledaños, y pronto el negocio sería tan próspero que montarían su propio almacén.

David en medio de su inconsciencia no pudo darse cuenta de dos cosas, la primera, que por sus mejillas corrían lágrimas de pérdida paternal, la muerte de su padre era lo uno que le hacía escapar un par de lágrimas, y segundo pero no menos importante para la vida de David, que la entidad que lo miraba desde un lado de la carretera yacía quieta, expectante y casi impaciente por saber si su cometido se había cumplido, vengar, vengar la herida en su corazón, la herida de su familia, de sus hijos, de su ser.




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