Aún recuerdo aquel último momento a lado de tu cordura, estaba solamente yo ahí, como siempre, tu y yo, solos contra el mundo, esa noche sostuviste mi mano con tus deditos y susurraste tiernamente a mi odio:
-Papi, te amo, prométeme que no te olvidarás nunca de mí, no lo hagas por favor-
Te dediqué una ligera sonrisa, como te gustaba verme y apoyarte en mí cuando tus ojitos se llegaban a empapar en llanto y te contesté suavemente
-Siempre serás mi princesa, estaré a tu lado para seguir con nuestras aventuras, no tengas miedo pequeña-
Sonreíste también y juntando fuerzas, me diste un último pequeño beso en la mejilla, que aun atesoro con tanto cariño.
Después dormiste para no despertar jamás. Esa fue tu despedida. Lloré tanto esa noche que hasta pensé encerrarme en un baño y acabar con mi vida, pero sé muy bien que nunca me lo perdonarías.
Solo 10 años de edad y ya eras más fuerte que yo incluso, la vida te esperaba e injustamente por una tonta enfermedad te fue arrebatada. No te preocupes, sé que no fue tu culpa haberme dejado solo. Estoy peleado con la vida, no contigo, tu no merecías lo que sucedió. Aun así, eso no logra que el dolor sea más leve, ya que mi ángel se fue al cielo y espero puedas oír allá arriba lo mucho que tu papá aun te ama.