Carta A Mi Madre, De La Base 6 Hj

BASE 6

Los pequeños pétalos violetas se mueven intensamente ante la brisa tardía, el sonido de los aviones y las nubes densas encapsula un momento sórdido, desde el pequeño cuarto con solo una ventana observo la lejanía, de pronto, el sonido de un jazz nostálgico comienza a endulzar mis oídos, pero a diferencia de algunos meses atrás me es imposible sonreír.

Quizá, todos tienen razón y existe algo mal, un código que no es propio del sistema, una basura en la acera, algo que no encaja ni agrada, no es como antes, si se me hubiera mostrado esta visión futura habría replanteado mi decisión al venir a la base seis.

Siempre fui una persona independiente, o así es como me llamaban mis cercanos y la gente que me barría una sola vez para perderse en las memorias, consideré que podría estar bien, y que tenía una ventaja sobre los otros, la soledad no era un problema significativo y creí, creí que talvez era como los clichés cinematográficos que con insistencia resonaban en el televisor.

Pero ahora, mi mejilla se encuentra acariciando el piso amaderado, y pequeñas gotas saladas surcan mis pómulos, no se que hacer, mis pulmones se sienten pesados y mi corazón late con lentitud para después acelerarse repentinamente, quiero, quiero tocar algo, a alguien, quisiera saber que aun existe el tacto, escuchar una voz dulce y unos ojos cálidos, quiero dejar de sentir este dolor en mi pecho y resonar de mi cabeza.

¿Esto es a lo que llaman soledad?

Quien la haya subestimado, espero que no tenga la oportunidad de experimentarla, incluso cuando perdí todo y mi dolor fue el único motor de avance, el solo hecho de escuchar una voz, o saber que alguien reposaba en la sala, eso, eso era suficiente como para afirmar que me acompañaban.

Pero este dolor, este dolor es muy diferente, es hueco y seco, no es punzante como el de la muerte, o ardiente como el del fracaso, no, es tan distante de los otros que incluso mis brazos pierden fuerza, mi mente da vueltas y no quiero levantar la mirada, ni siquiera moverme, y por primera vez en mi vida, siento una creciente debilidad por sonreír…no puedo.

En la butaca, la mesilla soporta el peso de una mano, inadvertida para la gente y especial para mí, ni siquiera conozco el nombre de quien se sienta a mi lado; pero una sensación insistente me dice que la tome y sienta calidez, ¿Por qué?

Me siento mal, las nauseas se hacen presentes y mis extremidades se tornan frías, que le diré a mis padres que se esfuerzan por apoyarme, a quien me ha dado esta oportunidad, quienes tienen fe en mí.

Madre…debe ser doloroso que tu hijo sea un fracasado, invisible ante los demás, un inútil.

Hace algunos días, cuando hablamos por teléfono, me animaste y dijiste que podía hacerlo, que el tiempo acomodaría todo, pero ¿Cómo te digo que soy un desgraciado?

Querida madre, no quisiera ver tus lagrimas al enterarte que mi personalidad está mal, siempre lo sospechaste, desde mi nacimiento, siempre hubo algo mal en mí, no pude estar con las personas y siempre tenía reportes por no tener amigos, pero, madre…¿Cómo se supone que se hacen amigos, o siquiera…cómo es que se es humano?

Pienso que…quizá, yo no tengo el privilegio de ser llamado humano o persona, lo intente, pero, una vez más, fracase, incluso en una conversación corta mi palabra fue ignorada, incluso cuando se consideraba los más evidente, fue como si no existiera, al menos, cuando no tenía amigos, allá en el patio verde, ellos no me ignoraban, no me necesitaban ni estimaban, pero me trataban como un humano, eso es, yo…era un humano.

Ahora…¿Qué hago?

Una inmensa tristeza se funde en mi corazón apretándolo dolorosamente, como una enredadera de espinas tan finas que se incrustan con intención de quedarse, pero no salen lágrimas, no fluyen como deberían, ahora, ni siquiera puedo tocar el suave cielo, ni olfatear el aire fresco del atardecer, sentir el frío de la madrugada u observar las luciérnagas nocturnas.

Ellos, yo…solo me dirigen una sonrisa efímera, en sus ojos se refleja su paso largo y sin importancia, tengo la seguridad de que…si yo muriera ahora, nadie lo notaría hasta la duda de un superior o de la dirección de la base, y su insensibilidad es tan alta que se sentirían aliviados porque hay un lugar vacante.

Madre, intente vivir como una persona amable que siempre sonreía, pero esta vez fue muy difícil, ese era mi error, eso era lo que estaba mal en mi personalidad, creía en la gente, creía en sus principios y sonrisas, en los pequeños intercambios de palabras, para mí sus nombres significaban alguien, pero, para ellos solo era quien no estaba bien, quiero regresar con ustedes, quiero sonreír de nuevo, pero estoy demasiado débil y apenado como para decírtelo madre, quisiera correr por el campo fresco, hablar fuerte y reír a carcajadas, tocar sus manos y observarlos ser felices, yo…resistiré y daré lo mejor de mí, cuando regrese al límite de la cúpula quiero ver su rostro honesto, sentir el calor de un hogar y tomar sus manos para no regresar jamás.



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En el texto hay: madre, carta, cartas soledad

Editado: 23.07.2024

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