El resto del viaje estuvimos en muy callados. Ella ya no estaba enojada, simplemente estaba intrigada por lo que pasaba. Le preocupaba mi situación sentimental. La verdad, yo no estaba sintiendo nada. Solo pensaba en mis piernas. Si las perdía, ¿Cómo iba a pasar al torneo? Es más, la próxima semana empieza de nuevo ultimate. ¿Qué voy a hacer?
Aclaración.
El ultimate frisbee es un deporte que se juega con un frisbee, la cancha es parecida a una de fútbol americano, cuando tienes el disco no puedes caminar. Y a partir de pases, tienes que llevar el frisbee al otro lado de la cancha para hacer una anotación.
Al poco tiempo de perderme pensando en aquel torneo que podría perder, ya estábamos en el hospital, antes de entrar había alguien para coordinar la entrada de personas y evitar las bromas.
-Buenas noches, ¿A qué se debe su ingreso el día de hoy?-Dijo aquel hombre que cuidaba la entrada-
-Emm.. -Titubeó mi madre- Hola, ¿Cómo le explico esto...? Es que...
-Mi madre me atropelló de camino a casa -La interrumpí abrúptamente y ella giró a mirarme mal- ¿Qué? Igual no lo ibas a decir.
El hombre miró de forma extraña y después de unos segundos se quitó del camino y nos dejó pasar. Me causaba mucha gracia la cara de extrañado que tenía que el hombre mostraba. Pero yo hacía lo posible por mantenerme calmado y serio. Finalmente logramos pasar y llegamos al infierno que son los hospitales y la medicina en Colombia y nos sentamos a esperar. Como yo aún no sentía mis piernas, mi madre me consiguió una silla de ruedas para poder llevarme.
-Bueno, ¿Por qué no frenaste?
-Pues.. Sí frené, obviamente. Solo no tuve tiempo para frenar del todo y lastimosamente te golpeé.
Me reí un poco. Me había dolido demasiado. Sin embargo, no me importaba mucho. Solo me era gracioso.
-¿De qué te ríes?
-Nada. Solo... -Fui interrumpido por el altavoz-
-Paulo, por favor pasar al consultorio 3.
Decidí no terminar la frase. Simplemente empecé a empujar las ruedas de camino al consultorio. Mi madre iba detrás de mi. Al entrar solo había un señor de unos cuarenta y tanto años, estaba listo para atendernos pero tenía una cara de odio que ni él se la aguantaba.
-Buenas noches, ¿Qué hace acá?
-Em, hola. No sé si lo ha notado, pero estoy en una silla de ruedas. -Fui sarcástico-
-Sí ¿Qué necesita?-Reiteró el doctor-
-Bueno... -Suspire- ¡Pues, no siento mis malditas piernas!
-Paulo, cálmate.-Me dijo mi madre-
-Lo lamento, es solo que son las 11:00 de la noche y tengo miedo de que no mejore de acá a los entrenamientos.
-Bueno, ¿Entonces que demonios necesita?-Seguía insistiendo ese maldito doctor-
-Pues, que me revise las piernas, ¿No le parece?
El hombre, aún con una cara de que no lo quiere ni la mamá, se levantó y me señaló la camilla. Yo, por costumbre de estar en el médico, empuje la silla y me senté en la camilla. El tomó un pequeño martillo.
-Bueno, vamos a probar tus reflejos a ver si aún se pueden salvar.
Antes de que el me diera el golpe, forcé las piernas para ver si ya las sentía y, efectivamente, las podía mover un poco. El doctor inútil se posicionó justo en frente de mi pierna y dio el primer golpe. Además del reflejo que generaba el golpe, yo forcé más la pierna y terminé dándole una muy merecida patada que golpeó, desafortunadamente, en sus partes nobles. Él simplemente soltó un pequeño sollozo por el dolor. Apenas escuché eso, hice toda la fuerza que pude en las piernas y me levanté, miré al doctor, que había cambiado su cara de odio por una cara de dolor puro y duro, y con una sonrisa en la cara, le dije:
-¡Wow! Gracias, creo que eso despertó mis piernas- Me dirigí a la puerta y jalé a mi madre del brazo y abrí la puerta- Hasta luego.-Salí con mi madre y cerré la puerta-
-Le diste el golpe a propósito, ¿Verdad?-Dijo mi madre, aguantándose la risa y mirándome con seriedad-
-Sí-Yo estaba estallado de la risa, pero al ver la cara de mi madre, me dejé de reír-¿Qué? se lo merecía, ¿No le viste la cara de odio que tenía desde que entramos? ¿Y lo estúpido que era?
-Bueno, sí. Era un infeliz. -Empezó a reírse junto a mi mientras comenzábamos nuestro rumbo hacia el estacionamiento-
Ya estando allá, ambos nos subimos al auto y nos fuimos a la casa.
-Madre...-Ella me giró a mirar- Aún me duelen mucho mis piernas.
Ella se rió un poco y solo siguió manejando. Era de madrugada. Ambos teníamos sueño.