Carta de un suicida

CARTA 3

 

                                   CARTA 3:

 

 "Escuché que él si había dado indicios de que nada estaba bien. Que realmente algo despertó en él un deseo de morir, pero fue tarde cuando se dieron cuenta"

Con miedo recibió la cama que acababa de llegar, firmó la entrega y les dijo que dejasen eso en medio de la sala, que, su padrastro al llegar lo subirían.

— Estarás en problema, ¿cierto? — Me preguntó uno de ellos al ver aquel barandal en el suelo.

—Creo que si— Respondí indeciso de si debía o no responder aquella pregunta hecha por un extraño.

Se fueron y decidió salir al jardín de en fondo a pensar un rato mientras podía escuchar la fuerte música desde su cuarto, ahí donde estaba sentado.

Se preparaba mentalmente para lo que vendría en la tarde al llegar todos. Claro que no se encontraba bien; obvio tenía ganas de salir corriendo antes que llegasen, pero no tenía a donde ir, nadie le entendería su miedo, nadie podría decirle "claro que te entiendo. Es normal que le tengas miedo a tu padrastro". Obviamente no. Nadie lo iba a entender, y no estaba dispuesto a decir que él lo maltrataba, sería la burla de todos.

En ese lugar se le fue el día, cayó la tarde y pudo escuchar los pasos de todos al entrar. Presionaba sus manos esperando a que su padrastro saliera a buscarlo al ver aquello en la sala, y le diera los golpes que debía de darle, "me lo merezco" pensaba él lleno de miedo.

Tal como lo había pensado: el hombre fue a buscarlo, lo llevó adentro por el brazo mientras le gritaba por lo de las escaleras con rabia, y le dio una cachetada que le hizo caer al suelo, mientras todo pasaba a la vista de su madre y sus hermanos, los cuales reían levemente por lo que estaba pasando.

Para él, el dolor era el mismo, nada era nuevo, su dolor seguía sintiéndose igual, nada nuevo qué contar.

Las lágrimas solo salían para complacer al bastardo que lo maltrataba, no le miraba el rostro.

Sus ojos solo estaban abiertos sin mirar un lugar en específico, pero si de algo estaba seguro, era que no lo vería a los ojos.

Su rostro estaba sin expresiones algunas.

Le dejó en el suelo tirado ante la mirada de su madre, quien solo lo miraba con sus ojos llenos de lágrimas, pero sin poder hacer nada más que mirarlo y hacerle señas con la cabeza para que se levantara y se fuera a su habitación.

Caminó despacio hasta su cuarto, donde cerró la puerta con llave y se sentó sobre la cama.

Para él eso era normal, es como si no hubiera pasado nada, todo estaba igual. Talvez su cuerpo no sentía el dolor porque ya estaba acostumbrado al maltrato.

Es como los shaolin, luego de tantos entrenamientos desde niño, ya no sienten dolor, su cuerpo se acostumbra al grado que, son capaces de no darse cuenta cuando tienen una herida en partes como manos, o plantas de los pies, lugares donde matan sus sentidos desde niños. Por eso dicen que los monjes no sienten dolor, pero el caso de Lucas era diferente, su cuerpo se había acostumbrado al maltrato tanto verbal como el físico, el cual nadie podía evitar, ni su propia madre, quien le prometía siempre que lo iba a dejar, pero nunca lo hacía, ¿qué esperaba? ¿no dicen acaso que una madre siempre protege a sus hijos? ¿qué pasaba entonces con esta mujer que permitía todo eso contra su propio hijo?

De nada le servía ya que pensara todo eso, pues estaba resignado a que siempre sucedería.

Al día siguiente fue a la escuela, pero se encontraría con algo que no esperaba: todos lo miraban riendo. No entendía muy bien lo que pasaba.

—Supe que tu boca huele horrible— le dijo una niña con expresión de asco.

No podía creerlo, había sido la chica que le gustaba quien había dicho eso. No había duda.

Se fue enseguida de la escuela lleno de rabia y con los ojos llorosos.

Podía sentir como su cuerpo entonaba una canción de tristeza y frustración. Llevando consigo un tormento que le acompañaría los próximos años.

"La verdad que yo pienso que eso no fue el motivo, para mí eso fue... como una gota más que llenaría el vaso- comentó un chico cruzando sus piernas y acomodándose en el asiento para continuar-. A estas alturas ya sabemos que tenía problemas en su casa, y eso es lo más grave. Yo culpo mucho a su padrastro, no sé ustedes. Así haya muchas razones, pues siempre pensaremos lo mismo, Álvaro".

Ya Lucas no estaba yendo a clases, no quería volver a ver las caras de los que se burlaron de él, y, sobre todo, el rostro de aquella chica que tanto le gustaba y que le había humillado de esa manera.

Era normal que me sintiera así, yo estaba enamorado, pero ella me humilló. No entiendo por qué, si ella se había portado tan bien conmigo que, por un momento pensé que yo le gustaba tanto como ella a mí.

Sentía la necesidad de nunca más volver, pero debía de hacerlo, ya iba a terminar, solo me quedaban dos meses para al fin entrar a la universidad. Y según él, estudiaría psicología Infantil, para ayudar a los niños que pasan por lo mismo que él pasó. Para que se liberen de los traumas que podrían acompañarlos hasta su adolescencia, y, hasta su adultez, si no es tratada y sanada.

Talvez tenía buenas intenciones, pero más que eso, era realmente una manera de escapar de su realidad, su vida diaria, o, mejor dicho, la mejor manera de tratar sus demonios internos.

No volví a pasarle palabras a nadie más, los problemas en casa seguían cada vez peor, no tenía nada qué hacer, quería irme de casa, pero la situación me lo impedía, no me refiero a lo monetario, me refiero a que sentía miedo a quedarme solo, a no soportar un poco más.

Los estudios al fin habían terminado, hoy era el día de la graduación.




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