CARTA 8
24 DE NOVIEMBRE DEL 2011
Si se preguntan por mi padrastro pues cuando llegué, resulta que ahora va a la iglesia, y dice que es otro hombre.
Cuando yo lo miro a los ojos, solo puedo ver al que tanto daño me hizo, al que me destrozó la vida con palabras y golpes.
Talvez sí haya cambiado, porque ya no grita, ya no insulta... pero a mí no me dirige la palabra, bueno, no dejo que lo haga. No puedo olvidar 17 años de maltrato en solo dos días.
Y para tratar de enmendar todo aquello, siempre trata de darme mucha comida.
Hablando sobre eso, finjo comer, lo hago en mi cuarto, pero solo dejo la comida guardada hasta votarla por la madrugada, hora en la cual fumo en la ventana de mi cuarto.
Pierdo mi imaginación en todas las cosas que pude vivir cuando era niño, pero nunca las viví, no hace falta decirte.
"El muchacho fumaba todas las noches, en su ventana. Yo lo veía casi siempre — Cuenta una chica que vivía en frente de su casa—. Y es triste porque yo podía verlo llorar, y reír, pero luego volvía a llorar"
Hoy 24 de noviembre he decidido escribir algo de mi historia en cartas, para contar todo lo que viví, y porque he decidido suicidarme.
Pienso hacerlo dentro de unos días.
Hace unos días escuché a mi mamá hablar con Álvaro y decirle que, si seguía fumando y consumiendo, tendría que internarme para que reciba ayuda profesional en el tema. Claramente yo no quiero eso, no quiero que me encierren para luego sufrir aún más.
No odio a mi madre por quererme hacer eso, yo la entiendo de verdad.
***
Al día siguiente compré una libreta, y comencé a escribir mis cartas, si así se pueden llamar.
Sabía que no aguantaría más tiempo.
Volví con mi psicóloga, quien a la final siempre me dice que debo de tratar de socializar otra vez, aún sabiendo que tengo ansiedad social. No entiendo.
Ella me dice que a veces las cosas no cambian porque así lo decido yo. Que es mi culpa en muchas ocasiones.
No sé si sea algo de psicología para ver si doy un cambio o no, pero claramente sabe que no ha funcionado. A veces me trata bien, pero hay días en los que solo habla fuerte como tratando de hacerme despertar de una pesadilla.
Llevo cuatro cartas escritas.
"Cuando el escritor J. Manuel Hernández, supo de las cartas, decidió acercarse un poco más a lo sucedido, pidiendo permiso a su madre para escribir un libro basándose en las opiniones de nosotros los vecinos — cuenta una vecina—, y los compañeros, y todos los que lo conocieron, y también usando las cartas como base de la narrativa. Para mí fue algo grandioso lo que hizo. Dice que se conmovió por todo lo que Lucas cuenta en sus cartas, y créanme que, a todos nos pasó lo mismo."
Talvez algún día alguien de la industria periodística se entere de ellas y decida contar mi historia.
Pondría cosas falsas, pero, mi verdadera historia es totalmente real, dolorosa, sin la necesidad de inventar algo porque con eso basta.
Lloré mientras las escribía, porque me dolía el alma. Me dolían las palabras que escribía, porque lo hacía con mi corazón, con lo poco que quedaba de mí.
Las cartas están escritas con los pedazos que aún respiraban en mí, aquellas que me pedían a gritos que les diera descanso, una eterna felicidad.
Mis últimas noches las pasé escribiendo entre humos encerrado en mi cuarto a plena madrugada, rompía hojas y volvía a escribir cuando algo realmente no me gustaba, quería que parecieran lo más natural posible, no que parecieran escritas por alguien famoso, sino por alguien real y sufrido.
Tenía la corazonada de que mi mamá ocultaría las cartas para que nadie supiera mi dolor, lo que fue mi vida llena de dolor y que, en parte ella lo permitió, aunque no lo aceptara.
El dolor de haberme dejado sufrir solo la consumiría a ella, pero algo peor podía pasar: ser señalada por todo el mundo de haberme dejado hacer semejante cosa.
Las cartas eran más que todo para eso, para que no la culparan a ella, para que no le echaran la culpa a nadie más que a mí mismo.
Yo soy el culpable.
Fue mi decisión, nadie lo hizo por mí.