Samara tomó el tupper con las galletas que tenía en la encimera de la cocina llamando a Charly en el proceso. Su hija permanecía en su habitación escribiendo una lista de las personas a las que quería darle un regalo. Volvió a llamar a Charly cuando vio que no se reunía con ella, estaba apurada por todo lo que tenía que hacer ese día. Le había prometido un pastel a la familia Sherman, tenía que pasar por su casa y luego seguir a la de sus padres para dejarles unas galletas. Luego tenía que volver y montar el árbol, su hija estaba ansiosa y preocupada, pensaba que Santa no llegaría a dejar su regalo si no veía el árbol con todos sus adornos. Cuando Charlotte llegó hasta donde estaba ella, tuvo que sonreír al ver la bufanda que traía puesta, su pequeña había adoptado su gusto por las bufandas escandalosas.
—¿Azul? —tuvo que preguntar, al verla vestida de rosa y una bufanda azul eléctrico.
Charlotte movió los hombros como preguntando que tenía su ropa, y sin preocuparse por lo que otros dijeran, salió corriendo para montar en el auto. Samara se quedó mirándola, a pesar de tener su color de cabello y el gusto por las bufandas un poco locas, su hija se parecía cada día más a su padre. En los gestos que hacía, el verde musgo que tenía en los ojos y cuando sonreía. Por mucho que lo intentara, no podía negar quién la había concebido. Sacudió la cabeza, intentando alejar la tristeza que la estaba embargando al recordar que fue abandonada cuando más lo necesitaba. Prefería dejar el pasado atrás, un pasado que le dejó lo más preciado que tenía, a su hija, que, como ella, quería pasar, con alegría, aquellas navidades.
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Nada más salir a la terraza, Charlotte se reunió con los hijos de los Sherman, para contarles una asombrosa historia de un duende y una bruja que su abuelo le había contado el día anterior.
Apartando la mirada de los niños, comenzó a conversar con Wendy, sobre la fiesta que pensaba hacer con algunos amigos en común. Le estaba respondiendo a la mujer la pregunta que le hizo de los dulces que pensaba llevar, cuando escuchó una voz que no esperó escuchar jamás. Se quedó paralizada por la sorpresa al verlo, solo pudo decir su nombre en forma de pregunta cuando él la saludó abreviando su nombre.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó con enojo. Luego se lo consideró mejor, no quería saber por qué había regresado—. Olvídalo, no hace falta que me respondas.
Llamó a su hija para que se acercara y cuando lo hizo, la tomó por una mano y la sacó de aquella casa sin hacer caso de las voces que la llamaban.
Dentro del auto recostó la cabeza en el espaldar del asiento y esperó un momento a calmarse. Ver a Jack después de tantos años, la alteró más de lo que supuso que haría. Se dio cuenta de las lágrimas que rodaban por sus mejillas, cuando sintió la mano de Charly tocándola por un brazo, preocupada, mientras le preguntando por qué lloraba.
—Nada bebé, mamá, a veces se emociona y llora. —le respondió a la niña secándose las mejillas—. Por favor, no cometes nada en casa de los abuelos.
Cuando puso el auto en marcha, miró hacia la casa que acababa de abandonar. Los deseos de llorar sacudieron su cuerpo al ver que Jack las observaba desde la puerta abierta.
Salió de allí cuando su hija le preguntó:
—¿Quién es ese hombre?
Sabía que en algún momento tendría que afrontar, que tenía que decirle a su hija quién era su padre. Pero no quería que ese fuera el momento. Sonrió al pensar que quizás santa si le daría a Charly, el regalo de tener un papá para esas navidades.
—Un amigo de Leonard y antiguo amigo de mamá. Luego te hablo de él, estoy segura de que te gustará conocerlo. —le respondió, cuando vio que la niña no dejaba de mirarla.
Charlotte asintió como su entendiera que su mamá necesitaba explicarse en otro momento.
—Es muy guapo, ¿tiene una niña y una esposa?
—No lo sé, hacía muchos años que no lo veía. —respondió Samara con una sonrisa, sabiendo por donde venía su hija con esa pregunta.
Cuando llegaron a la casa de sus padres, lo primero que Charly hizo, fue hablar de Jack. Su padre reía mientras la escuchaba y su madre fruncía el ceño.
—Espero que no te dejen embaucar por ese hombre. —susurró su madre cuando se acercó a ella.
—¿Por qué dices eso? —inquirió, en el mismo tono.
—Ya se comenta en el pueblo que regresó. No dejes que se acerque a ti, ya te abandonó una vez y puede hacerlo otra vez. Recuerda que ahora tienes una hija que se encariña con facilidad. Puede romper su corazón cuando decida abandonar el pueblo y regresar al lugar de donde vino.
Samara miró a su hija riendo feliz con su abuelo. Reflexionó durante unos segundos lo que acababa de decirle su madre. Pero, la carta que la pequeña le escribió a Santa le confirmó lo mucho que Charly deseaba mucho tener un padre. Por ellos, en ese mismo instante decidió, que, si Jack pedía verla ella, no se iba a negar. Su hija merecía conocer a su papá si era lo que más quería.
No le dijo a su madre la decisión tomada. Estaba consciente de lo que su progenitora pensaba al respecto y no quería pelear con ella sobre ese tema delante de su hija.
—Yo siempre velaré por la seguridad de mi hija, no tienes que preocuparte por eso, todo lo que haga será pensando en su felicidad.