Epílogo

Noche de Navidad

Entre todos decidieron que la cena de navidad la hicieran en la casa de la familia Hayes. Los padres de Samanta recibieron a la familia de Jack como si se hubiesen reunido de esa forma toda la vida. Y aunque los Fairchild eran numerosos, no hubo problemas para todos se sentaran a la mesa. 

Mientras esperaban a Charlotte, que aún permanecía en su habitación, para sentarse a la mesa. Jack y Samara observaban a sus familiares con los rostros llenos de felicidad. Alicia y Carolina conversaban sobre medicina, las dos mujeres eran médicos en la pequeña clínica que había en el pueblo. Desde el momento que todo se aclaró, habían terminado las diferencias que existían entre las dos. Charles y David mantenían una conversaban sobre deportes, los dos hombres habían mantenido una amistad a escondidas de sus esposas. Samara se recostó en el pecho de Jack cuando siguieron observando al resto, todos mantenían una conversación amena, sin dejar a nadie fuera. 

—Mi deseo es tener esta escena por muchos años. Sería maravilloso, ¿verdad? —susurró ella intentando ser escuchada solo por Jack.

—Tendremos infinidad de días así, mi pelirroja hermosa. —respondió él y le dio un beso en la mejilla izquierda.

Ella giró un poco la cabeza y besó sus labios. Desde su reencuentro, todo era felicidad. Solo faltaba algo para que la escena que mostraban fuera perfecta. 

—Charly está demorando mucho, ¿no crees? Voy a buscarla, ya debería estar aquí con nosotros 

—Sí, no es normal en ella perderse las reuniones familiares —respondió él—, ¿quieres que vaya contigo?

Como respuesta, ella le hizo un gesto para que la siguiera y cuando llegaron frente a la habitación y abrieron la puerta, encontraron a su hija sentada sobre la cama escribiendo en un papel de color azul. Charlotte parecía muy concentrada en lo que estaba haciendo, ni siquiera los escuchó llegar. Solo cuando Samara tocó con los nudillos la madera de la puerta, ella levantó la cabeza y los descubrió. Con una sonrisa en los labios, Charly se levantó de la cama, fue hasta donde estaban sus padres y le entregó el papel a su madre.

—Es muy importante enviar esta carta hoy. Quiero que Santa la tenga antes de marcharse, ¿de acuerdo, mamá? —Charlotte le pidió el favor con una sonrisa amplia, luego rodeó a sus padres y salió corriendo para llegar donde estaba el resto de su familia.

—¿Quieres saber que pidió esta vez tu hija, a Santa? —preguntó Samara, mostrándole el papel azul a Jack. 

—Adelante. —respondió él, deseoso de saber. Su hija lo sorprendía todos los días. 

La carta de Charlotte decía lo siguiente:

Querido, Santa, no sé si será muy tarde para pedir otro regalo, pero ahora quiero uno para mí. Ya entregaste a mi mamá el que pedí para ella y lo agradezco; pero, aunque ese regalo es para las dos, quiero uno solo para mí.

Como mi mamá y mi papá son novios, ahora quiero un hermano. Dentro de pocos días es mi cumpleaños y como seré grande, mi mamá necesitará un bebé para cuidar.

Espero que te hayan gustado las galletas que mi mami hizo para ti. Yo tomé unas sin que me vieran y estaban deliciosas.

Un beso

Charly

PD: Creo que prefiero que sea una hermana, los niños a veces son muy malos con las niñas.

Cuando Samara terminó de leer la carta, se quedaron en silencio hasta que Jack lo rompió.

—Yo encantado de cumplir los deseos de mi hija —dijo Jack moviendo las cejas, haciéndola reír.

—Primero veamos cómo va nuestra relación y luego pensemos en más niños, ¿te parece bien?

Jack estuvo de acuerdo y asintió moviendo la cabeza con vigor, luego la acercó a él para besarla. No se cansaba de hacerlo, el sabor de la boca de su amada era único y especial.

Cuando se apartaron, Jack comenzó a caminar y Samara se quedó detrás, miró la carta de su hija a Santa y sonrió. La mejor navidad para ella había sido cuando esperaba por el nacimiento de Charlotte. Pero no podía negar, que la navidad de ese año, era la más entrañable de todas. Ahora tenía a su hija, al hombre que amaba y a toda su familia reunida. Con una última mirada a la habitación, cerró la puerta y siguió a Jack, regresaba al lugar donde había muchísimo bullicioso, pero era donde estaba la felicidad.