Escogí mi atuendo con detenimiento. Quería estar a la altura de Tarновsky, ¡porque él sí que es imponente! Y yo... solo una estudiante. Los chicos no caían rendidos a mis pies, ni siquiera había logrado llamar la atención de Vadik. Pero Tarvonsky se había pegado a mí como un burre. Sin embargo, esa atención ya no me importaba tanto cuando tenía ante mis ojos la palabra "excelente" inscrita en mi expediente con su impecable letra.
Finalmente me decidí por un sencillo vestido negro entallado y unos asombrosos zapatos de tacón que me había regalado mi ex. Con el maquillaje perfecto, llamé un taxi y me puse a esperar el mensaje.
-¿Crees que podría ser un maníaco? -me preguntó pensativa Lina, mirando al frente.
Conteniendo el impulso de girar el dedo junto a mi sien, negué con la cabeza.
-No, definitivamente no es un maníaco. Además, tú sabes con quién voy, así que si no regreso por la mañana, puedes llamar a la policía.
-¿Y si te quedas con él toda la noche? -Sonrió con picardía, provocando que me sintiera indispuesta.
-Definitivamente no. ¿Cómo puedo mirarlo a los ojos tranquilamente después de eso? Todavía queda mucho para el final del semestre...
Fue entonces cuando llegó el mensaje informando que el taxi estaría allí en unos minutos, así que tomé una respiración profunda, me despedí de Lina con un abrazo y fui al encuentro.
¡Esta sería la calificación más fácil de mi vida!
Bajando al vestíbulo del dormitorio, me sentí un poco ansiosa al ver a Semenivna de guardia. Eso significaba que tenía que volver antes de medianoche si no quería dormir en la calle...
Antes incluso de llegar a mi destino final, comencé a ponerme nerviosa. El número de Humanoide permanecía en mi bolsa, la que solía llevar a clases. ¿Y si me esperaba dentro del edificio? ¿Tendría que buscarlo en el restaurante? Google no ofrecía nada más que la dirección dada. No quería sentirme desamparada, pero no podía darme por vencida. Tratar de entender a ese Humanoide era un desafío; si por alguna razón le molestaba, podría incluso suspenderme en el examen. Sabía que había despedidos a algunos estudiantes porque no habían pasado su examen de cristaloquímica.
Mientras seguía nerviosa, mordiendo mi labio con cuidado para no desprender el brillo, el taxi llegó a su destino.
Apenas había sacado el dinero cuando Tarvonsky apareció en la puerta del conductor y tocó la ventana.
En un momento, le entregó el dinero al conductor y, rechazando el cambio, abrió mi puerta.
-Me gusta su puntualidad -dijo, extendiéndome la mano.
-Ah, gracias -murmuré, mirando la blanca camisa ceñida a su amplio pecho. Le di mi mano y salí del coche, encontrándome inesperadamente cerca del profesor. Me quedé paralizada, mirándolo de abajo arriba. ¡Era tan alto! Incluso con mis tacones. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
Soltó mi mano y entonces sentí nuevamente un cosquilleo agradable en el pecho por su contacto. Bueno, no era tan fácil una calificación si consideramos que la noche apenas comenzaba...
-Ese vestido le queda maravilloso -dijo, mirándome a los ojos.
Solo pude asentir, incapaz de apartar la vista de sus ojos. Había algo nuevo en ellos que nunca antes había visto.
-Y tienes un hermoso pecho... digo, una camisa, -cerré los ojos, sintiendo cómo el rubor invadía mi rostro- ¡Quería decir camisa! Y el abrigo también es lindo. ¿No tienes frío así abierta? Ya no estamos en septiembre...
-Soy fan del frío, ayuda a enfriar la sangre. ¿Vamos?
-Vamos -me atreví a abrir los ojos y exhalar- Humanoide seguía siendo Humanoide, como si no hubiera escuchado mi torpe cumplido. Exhalé aliviada en mi mente, pero mi nerviosismo volvió enseguida cuando Tarvonsky me ofreció su codo. Dudé unos segundos pensando que era un error. Sin embargo, en cuanto levantó una ceja en señal de pregunta, entendí que debía tomar su brazo.
Coloqué cuidadosamente mi mano en la manga de su abrigo, y de repente me sentí como una princesa, con todo alrededor convertido en un cuento de hadas. Solo esperaba no perder mi zapato... Y que los lacayos (o choferes de taxi) no se transformaran en roedores. ¡Odio a los roedores!
Tarvonsky caminaba despacio, algo que me alivió -no tenía que correr tras él con mis tacones. Esperé que fuésemos a un restaurante, pero incluso allí hubo una sorpresa -Humanoide me llevó detrás de un edificio residencial donde se encontraba el lugar.
Las palabras de Lina sobre un maníaco ya no me parecían tan tontas.
-Artur Olegovich, por si las dudas -comencé a hablar, echándole un vistazo a su perfil que emanaba confianza-, mi amiga sabe con quién salí y a qué dirección fui. Así que ni piense en hacerme daño. Además, sé morder... Y gritar.
Llegamos a la puerta del edificio y Humanoide marcó el número del apartamento en el interfono. Treinta y nueve.
-¡Vamos a comprobarlo! -me miró con una sonrisa siniestra en una esquina de su boca. Solo podía digerir todo esto -su evidente broma, su sonrisa apenas perceptible, y cómo mi corazón reaccionaba con entusiasmo.
¡Diablos!