Querida Julia:
Un mes había pasado ya desde la primera vez que te vi aquí y no es por presionarte ni para colocarte en una incomoda mucho menos quiero asustarte pero desde que llegaste a mi vida está cobró un nuevo sentido.
De repente el blanco y negro que la gobernaba se habia desvanecido y ahora todo era multicolor. Me sentía como si fuese el protagonista de una de esas cursis películas de amor que mi hermana tanto disfrutaba de ver. Me sentía animado en las mañanas al levantarme de la cama y las cosas que antes me molestaban ya no lo hacian. De hecho puedo aventurarme a decir que me sentía menos solo desde que estás aquí.
Me gustaría decir lo mismo de ti. Porque aquel día que te presentaste en mi mesa a tomar mi pedido note algo distinto en ti. Tus ojos ya no brillaban como antes y me di cuenta que esa sonrisa que llevabas en tu rostro no era real. La luz de tus ojos había desaparecido y juro por Dios que no pararía hasta saber quién te la había arrebatado.
No es curioso acaso? Es como si hubiésemos invertido roles. Ahora eras tú la que deambulaba por ahí como si tuvieses una nube negra sobre ti y yo era quien cargaba con el arcoiris sobre mis hombros.