Cartas a Mi Amor.

Un Beso... Mil y Unas Emociones.

Una semana después Claudia se encontraba en el parque leyendo otro libro que había pedido prestado de la biblioteca. Ella siempre fue una chica muy interesada por la lectura y la historia, no era como las demás jóvenes.

Era muy perseguida por los hombres, pero ella nunca estuvo al pendiente de ellos, porque sabía que solo buscanban algo físico y no algo verdadero. Ella respetaba y valoraba mucho los sentimientos verdaderos, algo que no en todos se podía encontrar.

La llamaban de muchas maneras solo por ser la chica que leía y se interesaba por las historias y lógicas, no le importaba, sabia que en cualquier momento encontraría a aquella persona que compartiera las mismas ideas que ella... Solo era cuestión de esperar.

Marcos paseaba en su bicicleta, aquella que tenía más de 5 años con él y le gustaba andar. Le gustaba disfrutar de sus paseos en esa bicicleta, creía que un paseo en bicicleta todo lo podia mejorar.

Y mientras estaba manejando distraído de todo y todos, a lo lejos vio a una chica muy hermosa, notó que era Claudia. Llevaba un vestido color melón, su cabello marrón suelto colgándoles de los lados y sus hermosas manos sujetando aquel libro de pocas páginas pero lleno de muchos conocimientos.

Se debatía en qué hacer, si parar a platicar con la chica que le robaba el aliento o seguir de largo y tal vez más nunca volver a verla, ya que la ciudad era muy grande y las posibilidades de volver a encontrarse con ella una tercera vez era una en un millón... No dejo pasar aquella oportunidad.

Pedaleo con su bicicleta hacía donde se encontraba la joven muchacha. Planeaba sorprenderla pero
no salió como había pensó, ella levantó la vista del libro y lo miró. Lo saludó con un ademán de
mano y este se acercó mucho más nervioso y su corazón palpitando muy fuerte.

-Buenas tardes, Señorita Claudia- dejo la bicicleta a un lado del banco para sentarse a un lado de ella.

Ella lo miró de reojo y estaba más que guapo, llevaba un pantalón gris con una camisa blanca y corbata roja que arriba de estos llevaba un suéter marrón claro y sus zapatos formales color negros que siempre usaba.

-Buenas tardes, joven Marcos- respondió ella con una sonrisa.

-¿Como esta usted?- pregunto él mirando sus ojos, aquellos que siempre lo dejaban sin habla.

-Muy bien, joven. ¿Usted?- siguió ella.

-Bien, Señorita. Y ahora más que la encontré a usted- las mejillas de Claudia se tornaron a un rojo carmesí, bajo la mirada a su libro tratando de esconder ese color tan hermoso en sus mejillas y una sonrisa.

-Apuesto a que eso siempre se lo dice a las chicas, joven Marcos- replicó ella con una sonrisa mirándolo.

-Solo digo la verdad cuando lo siento- aseguró- Además no puedo darme el gusto de ser un cretino con una dama tan hermosa e inteligente como usted. No siempre podemos encontrar eso- dijo con seguridad.

Vio como ella tomaba su libro y lo subía poico a poco a su rostro escondiendo una sonrisa, dejando ver solo  sus ojos. Sabia que la había puesto nerviosa, le encanto verla así, llena de ternura e inocencia.

-Bueno, joven Marcos- se levantó del banco y lo miró con una sonrisa- ¿Quiere usted que vallamos por una taza de café?

Él la miro con cierta burla, le parecía muy inusual que una dama tomará café y que lo invitara en vez de ser al revés, la mayoría de las chicas siempre esperaban el acto del hombre.

-¿Café?- este se levantó del banco tomando su bicicleta para caminar junto a ella.

-Si, café- aclaró ella- ¿Por qué lo pregunta?

-Porque la mayoría de las chicas siempre beben té y no café... La verdad es que nunca había escuchado de una chica que tomará café y menos que invitará a un hombre a su primera salida- dijo nervioso de que ella lo tomará a mal su comentario- Y esperó que no tome a mal mi comentario.

-Tranquilo- le dedicó una sonrisa que lo tranquilizó- Estoy consciente de eso- suspiró la joven muchacha viendo el camino mientras que él no le perdía la mirada a ella- No me gusta el té- rió ella.

-No le creó- burlo él- ¿Como es posible que a una chica no le guste el té?

-Pues no lo sé. Pero a mi no me gusta- volvió a reír- Siempre me he sentido diferente con respecto a las demás jóvenes, digamos que soy la que marca una diferencia entre las demás chicas. Y eso es malo.

-¿Por qué malo?- preguntó él intrigado ya que no le parecía algo malo como ella decía.

-Porque como sabe, joven Marcos, estamos en una sociedad donde la mujer siempre tiene que hacer todo tal y como lo establece la sociedad. Tomar té, no reír de manera brusca, siempre ser la sumisa, guardar nuestros sentimientos para no aburrir ni dar lastima a los demás, callar, y siempre ser correctas- ella suspiró para después pensar en las obligaciones y represiones que debía pasar, él dijo algo que la sorprendió:

-Pues son tonterias- se detuvó en medio del camino y lo miró atónita.

-¿Como?-

-Que son tonterías, deberían de hacer otras leyes si es que esas se les pueden llamar leyes- levantó sus dedos haciendo énfasis a unas comillas- Deberían de haber más mujeres como usted, Señorita Claudia, únicas- ella sonrió.

No podía creer que hubiera alguien que la apoyará y de paso compartirá las mismas ideas que ella. Pero eso era lo que siempre había pedido, alguien que vierá más allá de lo superficial.

-Las mujeres son una flor... Deberían ser tratadas como tal, con delicadeza y siempre manteniéndolas seguras pero también dándoles la libertad que merecen.

Ella sonrió, no podía encontrar ese sentimiento que estaba sintiendo en ese instante. Esa misma tarde aquellos dos jóvenes tomaron ese café que tanto disfrutaron y no era por su sabor, sino por la compañía que tenían.

Cuando estuvieron a una cuadra de llegar a casa de la joven Claudia, todo estaba solo. Se dieron cuenta de que no querían separse uno del otro. Algo los llamaba a estar más juntos.




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