Paso un mes y ella no sabia nada de su amado. Todos los días iba en la bicicleta de él, a la oficina de postales con la esperanza de que hubiera una carta de su amado, pero no había nada.
Un día en su casa, se estaba viendo en el espejo detallando su vientre que poco a poco crecía y formaba a su angelito.
-Ya quiero verte, bebe- se puso las manos en el vientre protegiendolo- Y a tu papá tambien- sonrió pensando en su amado.
-¡Hija!- llamó su madre desde las afueras de su habitación, entró a la habitación- Carta para ti. Su madre extendió la carta y Claudia la tomó con nerviosismo y miedo de que fuera una mala noticia.
La abrió y decía lo siguiente:
Mi querida y amada futura esposa, estoy en un hospital de Francia. Te escribo con mucha dificultad, lamentablemente me han disparado en el riñón izquierdo y mis fuerzas son muy nulas.
Pero con solo recordarte mis fuerzas salen a la luz para escribirte y decirte que siempre
volveré a ti.
Creí que para esta fecha ya volveria a estar contigo pero se me ha dificultado. Tenía una regalo para ti... Ya había comprado nuestra casa.
Tenia todo planeado...
Las llaves de la casa las tiene mi madre. Ve a verla y te entregará la llave de la misma para que puedas ir mudándote o como prefieras, mi amada.
Si llegó a partir, quiero que sepas que puedes hacer lo que tu quieras con la casa y que... Te vuelvas a enamorar, no pierdas esa ilusión tan hermosa.
Pero mi corazón siempre ira contigo a donde sea que vallas, nunca lo olvides... Gracias por aparecer en mi vida.
Te amo
Claudia se desplomó en lágrimas mientras protegia su vientre.
Tomo rápidamente un lápiz y papel en el cual escribió:
Marcos, mi amado Marcos.
Tu hijo y yo te estamos esperando con mucha ilusión.
Vuelve... Te amo
Esta carta la llevó casi corriendo a la oficina de postales para que se le fuera entregada a su amado.
Meses después fue a ver la casa que el joven Marcos había comprado para ellos y su familia.
Y ciertamente era muy hermosa la casa, pero el único problema es que él no estaba. Cuando término la mudanza con la esperanza de que él regresaría. Llamaron a su puerta... Eran soldados.
Ella los vio y lo primero que dijo fue:
-No, se equivocan de casa- trato de cerrar la puerta pero los soldados lo impidieron.
Le mostraron la placa con su nombre Marcos Mathias.
La joven destrozada no podía creerlo y se negaba a creerlo.
-No, no- miraba a los soldados con lágrimas en sus ojos- Él no puede estar muerto, no puede. Me dijo que regresaría, me dijo que no me dejaría. Se equivocaron de casa.
-Señora, lo sentimos mucho. Pero el Soldado Marcos, perdió la vida en combate, en un acto muy noble por su país- extendieron su uniforme y arriba de este la placa- Sus pertenencias.
Ella los recibió con mucho dolor, cerró la puerta y se desplomó en el piso a llorar
-Tu no, por favor... Tu no- decía sollozando, tomó su uniforme y lo olió. Tenía su perfume.
Y recordó la vez que lo abrazó por primera vez y olió aquella fragancia tan dulce y la cual no quería dejar de oler. Recordó sus ojos, sus hermosos ojos color verde oscuro que con el sol se tornaban claros.
Esos ojos no los volvería a ver... Toco su vientre de nueve meses y la acarició
-Ahora somos tu y yo, cariño. Yo te voy a cuidar- dijo aún sollozando.