Cartas a Perséfone (historia Corta)

El inicio de todo

"Yo... lo siento... no sabía que estaba mal, pero... para ser honesto, de otra forma tú nunca me hubieras dejado conocerte, y hasta el momento ha sido la mejor y la peor decisión para ti que he tomado"

Aquella diosa cuya belleza era aún mayor que el de la flor más hermosa, se dirigía hacia las afueras del inframundo con solo una idea en su mente, abandonar aquel sombrío ambiente que hacía que la piel se le erizara a cualquiera que pasara por ahí, sin embargo, no consideró una cosa, el rey del inframundo se había ganado un pequeño espacio en su corazón, pues aquel hombre a pesar de ser tan temido, estando con ella se volvía el más manso de los corderos.

Justo antes de que aquella dueña de sus más grandes anhelos abandonara su reino, el dios había decidido entregarle unas cuantas cartas, expresando en ellas los más puros pensamientos que un dios podía tener para con su reina, esperando poder tener aún una esperanza u oportunidad de tenerla a su lado, o más bien, esperar que su estancia sea voluntaria y así no tener que recurrir a lo que ya sabía que tendría que pasar.

Hermes, el dios de los ladrones y mensajero de aquellos dioses, sólo se limitaba a observarla mientras la encaminaba hacía su salida, en su interior lamentaba que aquella joven estuviera sentenciada a pasar el resto de sus días en compañía de un hombre cómo lo era Hades, y peor aún, sin estar consciente de que se había condenado al probar de aquellas granadas ofrecidas por el dios.

-Koré... ¿en algún momento consideraste la idea de quedarte? (Koré, esa era su otro nombre, el nombre por el cual la conocían sus amigos, y las personas que la apreciaban).

Cuestionó el dios, tratando de averiguar cómo se tomaría la noticia

-Por supuesto que no, ese tipo es el peor hombre que he conocido, ¿Por qué he de quedarme en un lugar a donde no pertenezco? Y menos con un sujeto tan arrogante cuyo concepto de libertad obviamente no conoce.

Hermes solo asintió en silencio, optó por no decirle sobre aquella maldición que acababa de obtener, no quería ser quién le muestre su cruel realidad.

- ¿Y las cartas? ¿Qué piensas hacer con ellas?

- mmhm – soltó un quejido mientras observaba las cartas con desagrado, [¿Debería leerlas?] Se cuestionó, sin embargo, era tal su desprecio por el dios que prefirió no hacerlo

- ¿Y tú que crees? Desecharlas por su puesto

- Es válido, pero si yo fuera tú igual las leería, solo por... curiosidad, a lo mejor te entregó algo valioso, y bueno... ya si no lo quieres, me lo das y listo – Dijo mostrando su luminosa sonrisa, mientras alzaba las cejas mostrando una expresión declara pillería. La diosa solo negó divertida mientras una vez más volvía a dirigir su mirada a las cartas, una de ellas se había abierto ligeramente, alcanzando a leer un breve "lo siento" en su interior, algo que la diosa jamás había escuchado decir por parte de él, por un segundo escuchó a su corazón decirle, "sólo hazlo" , refutaba la idea de dejarse llevar, pero ella le es fiel a seguir a su corazón, guardó las cartas para leerlas más tarde, algo que Hermes notó, mostrando una sonrisa de lado mientras llegaban al final de su camino, lo que sucediera con ella al dejarla, era algo que ya no se encontraba en su poder.

- Bueno bella diosa, hemos llegado a su destino, recuerda que, si alguna vez me necesitas, ya sabes cómo encontrarme –Mencionó el dios mientras realizaba una breve reverencia como todo un caballero.

- Gracias Hermes, sin ti no sé cómo hubiera salido de ahí... – Respondió Perséfone borrando poco a poco la sonrisa de su rostro, mostrándose un tanto melancólica al ver que su hogar estaba destruido, no había nada de vida, [Mamá, ¿Qué hiciste?] pensó Perséfone, Hermes preocupado, negó sutilmente – No hay de que agradecer, cuídate mucho por favor, ¡ah! Y Pers... - Dijo con un tono un ligeramente triste volteando a verla, antes de marcharse.

- ¿Si? – Respondió ella con una sonrisa leve, mostrando en su rostro una imagen de la inocencia misma, el dios suspiró indeciso de si debía avisarle o no, hasta que un grito interrumpió cualquier intento de aviso que estuviera a punto de hacer- ¡KORE! – Esa era la voz de Deméter, su madre estaba aquí y venía furiosa hacia ella, Perséfone dirigió su vista hacía su madre, mientras un escalofrío recorría su cuerpo. si hay algo de lo que todo dios está seguro, es que nadie quiere enfrentarse a una Deméter enojada, mucho menos si el motivo de su furia es su hija. [¿Enserio Hades?, habiendo tantas diosas y mortales, ¿tenías que escoger a la hija de Deméter?] pensó el dios preocupado, pues se sabía de sobra que Deméter era una madre demasiado sobreprotectora con su hija, su prisa por irse incrementó ya que Deméter se acercaba peligrosamente, por lo que emprendió camino de regreso a sus deberes, no sin antes gritar – ¡Solo piénsalo!

Dejando aPerséfone bastante agobiada, tanto por el asunto del dios del inframundo, como por su madre que justo se había paradofrente a ella abrazándola fuertemente - ¡Mi florecita! – Solo alcanzó a decir, antes de soltarse a llorar desconsoladamente,Perséfone no pudo hacer más que abrazarla de vuelta – ¡¿Ese idiota te hizo algo?!, ¡¿Te tocó?!, ¡¿Comiste algo?!, ¡PORTODOS LOS DIOSES KORÉ RESPONDEME! – Apenas si dejaba que la peli rosa hablara cuando ella ya se encontrabaentrando en un breve momento de pánico al ver a su hija en silencio.

Perséfone pestañeo rápidamente, y con voz titubeanterespondió – Eh-h y-yo... No- no madre, bueno solo comí de unas semillas de granada que me ofreció..., pero no hice nadamalo, lo juro - Dijo cada vez disminuyendo gradualmente el volumen de su voz al ver como su madre comenzaba a ponersemás roja de la furia




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.