Cartas a un amigo perdido

DOS

—Pásame aquel libro. — Escuché tu voz. Alcé la mirada del trabajo que escribía. Te miré confundida, y tú enarcaste una ceja, señalando un libro que estaba cerca de mí.

Sin mediar palabra, te entregué el libro y cada uno volvió a lo suyo.

No era la primera vez que hacíamos un trabajo juntos; pero la falta de comunicación entre ambos, indicaba lo poco que nos tratábamos.

El ambiente, sin embargo, no era incómodo. Ambos trabajábamos mucho mejor en silencio y sin ningún tipo de conversación sosa que nos distraiga.

Acabamos el informe de Historia Universal, poco antes de que anocheciera. Salimos de la biblioteca en completo silencio, silencio que fue interrumpido por el leve rugido de mi estómago.

Mientras mi rostro se incendiaba de la vergüenza, tú te limitaste a sonreír y decir:

—También tengo hambre... ¿Aceptarías si te invito a comer?

Sorprendida por tu propuesta solo pude atinar a arquear la ceja con escepticismo.

—Supongo que no tengo ningún problema, mientras tú invites. Porque no traigo dinero... Y sinceramente, muero de hambre.

Te miré divertida, ligeramente bochornada, pero tú solo sonreíste y paraste un taxi.

Fuimos a un lugar de comida china... ¿Lo recuerdas? Nuestra primera cita... Aunque pasaría un buen tiempo, para empezar a considerarla así.

Comimos en silencio. Una cosa era estar callados al trabajar, y otra muy distinta, estar en silencio mientras comíamos.

Cariño, nunca fuiste muy hablador.

Sin embargo, debiste notar mi incomodidad ante el silencio, pues dejaste de comer y conectaste tus ojos con los míos.

—Así que, Alessa... ¿Te gusta la comida china?

Sonreí ante lo absurdo de la pregunta, y mi boca sarcástica estaba respondiéndote incluso antes de procesarlo.

—Si no me gustara no estaría aquí, ¿No crees?

En lugar de ofenderte, reíste limpiamente y me miraste con ¿Admiración? ¿Ternura?

—Tienes razón, pero debes admitir que al menos hubo conversación. – sonreíste mostrando un hoyuelo en tu mejilla izquierda. — Oh bueno...Hubo sonido— Reíste incómodo.— Perdón, pero el silencio era aplastante.

—Eso tengo que reconocértelo. — correspondí tu sonrisa.

Seguimos comiendo en un ambiente menos tenso, pues empezamos a hablar de trivialidades, como la clase de Literatura con la señora Fishger... O la tarea de Biología que olvidaste hacer.

Después de comer, pagaste tú la cuenta, como todo un caballero.

—Gracias.— te dije al salir, mientras me cerraba el abrigo. — Supongo que la próxima vez invito yo, ¿No?

Al instante me arrepentí de mis palabras, pues estaba asumiendo que volveríamos a salir. No quería parecer una chica que se ilusionaba ante una simple salida.

Sin embargo, me sorprendiste riendo.

—No está en mí dejar que las mujeres paguen, pero si eso me da la oportunidad de volver a salir contigo... Gustoso acepto.

Te sonreí tranquila y seguimos caminando, llegamos a la parada de autobuses y nos sentamos en el banquillo de la caseta a esperar.

Pronto, mi transporte llegó y nos despedimos con una sonrisa.

—Un gusto cenar con usted, señorita Alessa Sellers. —sonreíste juguetón.

—El gusto fue mío, señor Asher Coleman. —te seguí el juego y subí a mi autobús.

¿Te digo algo?

Fue una cena maravillosa, y aquella noche, dormí con una sonrisa en los labios.

Sinceramente, no sé ni por qué todos esos recuerdos llegan a mi mente justo ahora. Quizá es porque hoy, hace ya un año de aquel inicio, del torbellino de emociones que nos envolvió.

Quizás porque hoy, mientras comía en silencio en mi lugar en la cafetería de la universidad, esperaba que te acercaras con una sonrisa, me ofrecieras un chocolate (como en cada fecha importante).

Debe ser que mi mente aún no entiende que todo eso quedó atrás; sin embargo, una parte de mí, la más romántica y fantasiosa, esperaba mi chocolate y tu sonrisa.

Ni siquiera sé por qué dolió tanto que me miraras con indiferencia, y te giraras a la despampanante rubia que iba a tu lado.

Sentí como un puñetazo en el estómago, tu burla.

Me levanté de mi lugar, humillada y triste; erguí mi cabeza y salí del lugar con la mayor dignidad que pude reunir.

Sin embargo, al pasar a tu lado, mascullé entre dientes un "Feliz aniversario, amigo."

¿Me escuchaste?

Sí... Tus hombros tensos eran la prueba de ello.



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En el texto hay: cartas, despedida, amor

Editado: 13.06.2018

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