Cartas a Un Amor (no) Imposible

Capítulo 3: Lo Que Provoca Una Carta

Capítulo 3: Lo Que Provoca Una Carta

 

Han pasado varios días y no he logrado ni siquiera darle un saludo a Ferny. El fin de semana me propuse idear un nuevo plan para conquistarla. Además le redacté una nueva carta.

Anónimo

Quisiera poder decirte todo lo que quiero, desde que te vi
¿Sabes que lo único que he anhelado con fuerza es poder tener un futuro contigo?

No creo que sepas lo mucho que he llegado a apreciar tu sonrisa.
El idiota de tu novio no te sabe apreciar como lo hago yo.

Recuerda mucho que... eres mi amor platónico.

PD: Si quieres responder a esta carta, favor de entregársela a Hazel, ella sabrá cómo entregármela.

Creo que me pasé de romántico con la carta, no estaba seguro si le iba a gustar o la iba a odiar. Los minutos me están poniendo nervioso, de hecho estoy considerando tirar la carta, quemarla y hasta entregársela yo. Hazel no ha llegado, y ella se iba a encargar de entregar la carta. Ella sería como mi paloma mensajera.

Al momento en que llegó, me saludó con un beso en la mejilla. Después le pasé la carta para que la leyera y me diera su opinión. Sé que se va a quejar por lo cursi que me expreso. Su ceño se frunce y me mira con preocupación al finalizar de leerla.

—¿Estás loco? —comenzó diciéndome—. ¿Cómo se te ocurre poner que yo entregaré las cartas, si ni siquiera me preguntaste si quería ayudar?

—Sabía perfectamente que no ibas a reclamar, por eso lo hice—le dije completamente serio.

—Pues me niego a hacer esto —exclamó decidida sin marcha atrás, mientras se cruzaba de brazos frunciendo el ceño.

No cabía duda de que Hazel estaba empeñada a no ser mi paloma mensajera. Me encabrita ello. Debe ser que como buena amiga me apoye, pero no —bueno sólo a veces—. Si tuviera enemigos, ella no me salvaría, sino al contrario me mandaría al matadero. Gracias a Dios no tengo enemigos, bueno ni amigos, además de Hazel.

—¡Bien! —me resigné, aunque no al cien por ciento.

Dejaría la carta como de costumbre en la taquilla de Ferny, para que después de que la lea, la carta sea entregada a Hazel y no tendrá más remedio que entregarme respuesta. El inicio de semana daba inicio, y con ello la primera clase comenzaba a llegar.

Como de costumbre me dirigí al salón de Química entre la gente y junto a Hazel. Ya que compartimos la mayoría de clases. El plan es, como siempre, esperar a que nadie esté por los pasillos y poner la carta en la taquilla de Ferny. Eso lo hacía, pidiendo permiso para ir al baño, siempre me ha funcionado y, nadie me ha descubierto.

Los minutos transcurrieron normal, hasta que llegó el momento del magnífico momento. La profesora Grace me dio nuevamente permiso y emprendí el camino hacia la taquilla de Ferny. Los nervios me invadían, cono siempre.

Me acerqué al estilo la pantera rosa, la carta la llevaba en la mano derecha. Todo mi mundo comenzó a girar sin control y comencé a perder estabilidad. Estar parado frente a la taquilla de Ferny era hermoso, una sensación única. Fui depositando la carta poco a poco sin temor.

—¿Qué haces husmeando en mi taquilla? —preguntó Ferny mirándome fijamente como ponía la carta en su taquilla.

Me quedé paralizado al apenas escuché su voz. Si antes había perdido estabilidad, ahora siento que en cualquier momento me desmayaría. Ferny se acerca rápidamente a donde estoy un tanto irritada.

—Nada, sólo pasaba y vi esto —le enseñé la carta, la cual aún estaba dentro de su taquilla—. Pero no pienses mal.

—¿Encontraste esto tirado, o algo por el estilo? —frunció el ceño indicándome a que se refería. Tomó la carta, y me mordí el labio inferior con fuerza.

—Sí, pensé que se había caído de tu taquilla e intenté devolverlo —confesé mintiendo.

—¿Qué te hace pensar que es mío?

Mierda. La había cagado completamente. Sólo a mí se me ocurre una mentira tan estúpida que jamás pensé Ferny no se creería.

—Aquí dice: para: Ferny —Le mostré. Se me había olvidado por completo ese dato, había puesto su nombre en el sobre de la carta. Ya me hacía en mi funeral.

—Muchas gracias, Pablo, eres muy amable —sonrió y acarició mi mejilla derecha con dulzura, para después retirarse por el pasillo.




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