Cartas a un suicida

2. Pequeño vacío emocional

Capítulo 2

Jueves 18 de Octubre de 2019

Lake Forest, Illinois

Querido Luca.

He tenido tiempo para reflexionar y creo que plasmar esto en cartas es buena idea, también tratare de ponerte en contexto sobre los recientes acontecimientos. Mamá llora todo el tiempo, papá ignora tu ausencia para no sobre pensar las cosas. Al parecer ellos no lo lleva bien, es como si tu ida fuera una navaja que traspasa sus en pechos, realmente no soy capaz de entenderlos.

Cada quien esta sumido en su  propio mundo.

Link te extraña, pero aún no se lo decimos. El pregunta por ti, le enoja que no le hagas tu visita de cada semana. Hay tantas preguntas sin respuestas que vagan en mi mente, te quisiera preguntar tanto pero no estas aquí para responderme, eso lo sé. 

Me siento culpable, no comprendo por que. Quizás nunca fui buena hermana para ti, tu sabes la razón pero no voy a poner excusas, ya no hay nada que pueda hacer  al respecto y no lo sé... tal vez me siento ¿herida?. Esto es nuevo, jamas lo había sentido. 

Nunca imagine lo incomprendido que serías a tal punto de hacer esto, contra ti mismo. Toda mi vida vi más allá de lo que todos veían pero ¿de que sirvió? de nada, probablemente yo hubiera podido hacer algo, no lo sé. Si tan solo hubieras tenido más tiempo esto no habría pasado. 

Me causa remordimiento saber que en algún momento tuve el poder de hacer tanto, pero tanto ahora es nada.  A pesar de todo no te voy a engañar. No te miento, no escribo esto con lagrimas en mis ojos. Aún no logro reconocer que siento, he llegado a la conclusión de que soy un caso perdido. Todos estos años con el Señor Romero no han hecho efecto, hay probabilidades que que no avance pero el no se rinde.

Sin importar lo mucho que lo intente, no he demostrado ni una sola gota de aflicción, no he podido hacer nada, ni el, ni siquiera yo. Es frustrante. Sin embargo prometo mejorar de alguna u otra manera. 

Hasta aquí la carta de hoy, con una pizca de afecto.

                                                                                                                                                                                                    Janna S.

 

Dejo la hoja sobre la cama, junto a la pluma. Mi mano duele de tanto escribir, pero lo vale. Es necesario. Abandonando mi cómoda cama y me dirijo al baño, al ver mi rostro reflejado en el espejo veo grandes bolsas en las ojeras por dormir en escasez, mi cabello corto desaliñado como siempre y la piel pálida por comer a deshoras y en grandes cantidades. Bufo, me veo así todos los días además se que luzco fatal, pero no me podría importar menos, mi salud  y mi apariencia no es mi prioridad por ahora.

En eso decido indagar un poco por mi casa, ha estado bastante silenciosa desdé hace unas horas. Algo bastante raro aquí, observando un poco me doy cuenta que no están, debí suponerlo. Imagino que papá ha de estar trabajando pero y ¿mamá?, ella aún no comienza sus citas con el psicólogo. No hay muchas razones para salir. Comienzo a preocuparme, ella no esta en su mejor estado.

Camino hacia el pasillo y tomo mi abrigo con rapidez, en este instante no me importa como luzco. Como mencione anteriormente, se me es irrelevante. Sin embargo me detengo ya que una voz varonil y un poco aguda me llama desdé la planta superior de la casa.

—¡Janni!— me grita atraves de el balcón haciendo un ademán para que me le acercara.

Al hacer esto su cara de emoción pasa a ser de confusión.

—¿Ya le diste de comer al gato?— frunzo en ceño ante la pregunta y lo miro perpleja,  ¿gato? ¿Cuál gato? nosotros no tenemos gato,  ahí entre en razón.

—¿Te refieres al cuyo Niku?— Sí, Niku. Así lo nombramos Luca y yo, pero admito que era más de el que mío. Aunque luego de que se mudo quedamos a cargo mi hermano pequeño y yo.

—Oh, olvide alimentarlo, iré en un segundo— dije y me respondió asentando con la cabeza.

Le dí de comer y me encamine a buscar a mi madre. Link quedo a cargo de su niñera, tan pronto salí, camine unas cuantas calles pero no había razón de ella, hay una leve llovizna. Mis ojos se encontraron con un aviso gigante que una promoción de telefonía móvil. << Tonta Janna >> pensé. Era obvio que podía llamarla para saber dónde estaba.

Llamando a mamá

Repica unos cuantos segundos pero al fin contesta.

—¡Mamá!— exclamé molesta al teléfono, —¿dónde estas?, te he buscado por todos lados, ¿qué te sucede?

—Yo yo ...- puedo escuchar como se le quiebra la voz, su respiración es agitada.

¿Quien soy yo para hablarle así? estoy actuando como una niñata. Tomo un poco de aire y con un tono más calmado trato de hablar con ella.

—Mamá, ¿te puedo recoger?, solo dime donde te encuentras e iré de inmediato, no te preocupes.

—Estoy en el cementerio— Debí suponerlo, debe estar destrozada. 

—Okay, llegare en unos minutos— cuelgo el teléfono y subo al metro para dirigirme hacia allá, pero aún no estaba preparada para hacerlo, sin embargo junto todas mis fuerzas para no devolverme en medio camino.

Cuando ya casi llego, me piden mi identificación para corroborar que tengo la edad permitida para venir sin un adulto responsable; Logro entrar, la muerte me respira en la oreja. La intensidad de sensaciones recorren mi columna en movimiento en frío.  

—¿Señorita?

—Uhm, ¿si?— fijo mi mirada en el guardia.

—¿Podría decirme el código de tumba que desea visitar?— agh, << obviamente no te sabes el código tonta, ni siquiera te dignaste a venir a el funeral de tu hermano >> espanto un poco mis pensamientos.

—Ehm, bueno ... sucede que no lo sé— juego con mis dedos mientras hablo con el guardia.



#1838 en Detective
#1032 en Novela negra
#4760 en Thriller
#2662 en Misterio

En el texto hay: tristeza, muerte, muerte suicidio

Editado: 28.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.