Cartas a una Princesa

1. El chico gato

La maestra dijo que debíamos escribir una carta a la princesa Rosemary, que eso nos haría confiar en nuestro gobierno. ¿Confiar? Soy un chico de 17 años sin novia cuyo principal pasatiempo es jugar videojuegos, ¿Porqué me importaría si la condenada princesa pensaba que su gente confiaba en ella? De todas formas va a ser reina un día ¿No?

— Oye Chris— dijo mi amigo Lio, que se sentaba a mi lado entre clases— , ¿Ya terminaste de hacer el trabajo?
— No, y la verdad me da igual todo eso. No sé qué podría decirle yo a una tipa estirada como esa. Y de todas formas no va a leer lo que escriba. Seguro que cuando lleguen las cartas al palacio las van a incinerar como si tuvieran pulgas.
— Bueno, podrías al menos hacerlo. Recuerda que cuenta para la calificación. 
— Ok, ya entendí. Y ahora que lo pienso sí hay dos cosas que quiero decirle a la mentada princesa.

Luego de escribir y de meter mi papel en un sobre y poner el destinatario y el remitente, por aquello de que me respondieran (sí, como no) la envíe. Por supuesto que no puse mi nombre. La maestra miró que sí hice esa actividad y esperé a que eso ayudara un poco con mis calificaciones. No quería reprobar.

Luego fui a casa. Al diablo la realeza pensé. Y luego recordé lo que escribí, que era más o menos así:

"Querida princesa Rosemary:

Quiero decirle dos cosas importantes, la primera es ¿Por qué tiene que casarse con un príncipe de otro país? Los chicos de aquí no seremos guapos pero sí muy simpáticos. No tenemos dinero pero conocemos a la perfección el reino.

La segunda es que creo que con todo respeto, usted está bien buena.

Atte. El chico gato"

Y para mi sorpresa, al día siguiente, ella me respondió en otra carta.
Y yo me quería morir. ¿De verdad le dije a la futura reina de Indonia que pensaba que estaba bien buena?

Ya debe venir la guardia real, ella sabe dónde vivo. Por favor, mátenme.

¿Por qué chanclas puse mi dirección? 
Ya siento a la guardia venir muy cerca. Iré a prisión y no veré crecer a mis hijos ni me haré anciano junto a mi esposa. 
Ay dios, ayúdame, pensé, pero de verdad que necesito que me ayudes, prometo ir a la iglesia los domingos si me ayudas, pero no dejes que me lleven.
Escuché la sirena de la guardia muy cerca y casi se detiene mi corazón.

 




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