Estaba viendo el noticiero de la mañana y dijeron que el Rey Henry estaría de visita en Indonia por unos días. Rosemary sí que era suertuda.
Fui a la escuela y Lio estaba leyendo un libro. Lo saludé y me miró contento, con sus mejillas suaves de niño. Lo pellizqué.
— No hagas eso— dijo, tratando de protegerse—. Duele.
— Pero es que eres muy adorable— dije, me senté a su lado—. Es una reacción natural. ¿Hoy traes el periódico también?
— Sí, mira— me mostró, lo tomé —. El Rey Henry vendrá desde Soria. Él es tan asombroso.
— ¡Por supuesto que sí!— dije.
Ya en la tarde y luego de acompañar a Lio a la biblioteca por una montaña de libros, regresé a casa. Mamá me esperaba sentada en la sala.
La miré extrañado.
— ¿Pasa algo?— pregunté.
— Vicky me ha dicho que tienes novia— respondió en tono solemne, como si alguien hubiera muerto—. Supongo que sí, se mandan cartas, ¿No?
— No tengo novia. Sólo hablo con una amiga.
— ¿De verdad?— dijo, preocupada.
— Te lo juro por Taco.
Suspiró aliviada. Decidí que mataría a Vicky. Cuando iba de salida papá me detuvo.
Me dijo que fuera hacia él. Lo seguí.
— Hijo, siempre llega el momento en que debes volverte un hombre— lo miré completamente asustado. No, no iba a tener ESA charla conmigo. No, nadie me daba ESA charla a mí—, y sé que hay cosas que han cambiado en ti en los últimos años pero no debes dejar que...
— Papá— interrumpí—, no salgo con nadie. No tengo novia. Ni nadie que me guste. Y si lo hubiera no habría ningún problema. Sé lo que hago.
— Bien, ya entendí— se apartó repentinamente—. Ve a jugar.
Me fui corriendo despavorido.
— ¡Ya hablé con él!— gritó, para que escuchara mamá. Debí saber que todo era idea de ella.
Al día siguiente fui a la escuela. Las niñas de mi grupo tenían el periódico, juntas hablaban de lo mucho que amaban al Rey Henry. Algunos niños también hablaban de él, pero de lo mucho que lo odiaban. Bueno, nadie podía competir con la imagen del hombre perfecto.
De regreso a mi casa me encontré con un panorama parecido: mamá hablaba de lo guapo que estaba el Rey y Vicky de que quería volverse su esposa. Mi padre decía que no era la gran cosa.
— Chris, te llegó carta— dijo mi papá en tono insinuante, lo miré constipado mientras me acercaba a él—. Toma.
— Sí... — alcancé a decir. Me daba miedo que pudiera haberla leído. Me fui a mi habitación y cerré la puerta.
Dentro habían dos cartas. La primera era la bella letra de Rosemary. Decidí leer esa antes que nada.
“Querido Christian:
Estoy muy emocionada. Sé que ya sabes que el Rey Henry está de visita en el país. Estaba ansiosa de verlo de nuevo. Somos amigos desde que teníamos cinco años. No jugamos mucho pero él es lo más cercano que tengo a un amigo.
¡Te tengo una sorpresa! Estoy segura de que no te lo esperas. Espero que te guste.
Quiero conocer a tu amigo Lio y a tu hermanita. Siempre quise tener una. Y gracias por acceder a querer jugar conmigo. Es raro, ya que tengo 18 años. Pero de cualquier manera quiero jugar contigo.
Amo la nieve. Nunca he hecho un muñeco de nieve. Me gustaría ver los que construyes. ¿Has intentado cantarles una canción? Mi abuelita decía que así cobraban vida.
Adoro a mi abuelita. No la veo mucho pero la próxima vez que la vea le preguntaré cómo conoció a mi abuelito.
No puedo creer que vomitaras a tu tío Víctor en su propia boda. Pero me reí mucho cuando leía tu carta. ¿Está bien que le cuente cosas tuyas a alguien? Sé que no tengo derecho pero no pude evitar contarle algunas cosas a Henry. ¡Es que es tan gracioso!
Ahora, puedes leer la otra carta que está detrás de ésta. Espero que te guste.
Atte. Rosemary”
Tomé la otra carta y casi me voy de espaldas. No era posible. Ah, quería morir.
No podía ser. Pero ahí estaba. Incluso tenía una firma.
Era el Rey Henry.