Cartas a una Princesa

13. Flotando en el espacio

— ¿Eres tú?— repitió. Yo seguía mirándola con mi cara de idiota.
— Soy yo. ¿Cómo sabías que era...
— No lo sé— me interrumpió—. Algo me dijo que viniera aquí y cuando te vi supe que...  que eras tú...

¿Alguna vez han sentido que son una piedrita flotando sin control en el espacio, perdidos y que parece que no van a ninguna parte? Me sentí así toda mi vida. Pero cuando vi por primera vez a Rosemary fue como si de repente la gravedad me jalara hacia la tierra, y encontrara un lugar para mí, como si el tiempo se detuviera y sólo existiera yo y ella en el mundo.

Le sonreí. Y ella me devolvió el gesto. Me sentí ligero, como si pudiera salir volando por la ventana.

— Yo creo que de verdad...—le dije, cuando mi mente volvió a mi cuerpo— ...los sueños sí se hacen realidad.
— Sí — dijo ella, nuestras miradas aún seguían atentas, como si estuviéramos conectados— . Definitivamente se hacen realidad.

Luego la luz del flash de una cámara me segó. La prensa. Reporteros y otras personas empezaban a rodearnos. Y si mi memoria no me fallaba, todo el mundo, pero TODO EL MUNDO, incluida mi familia y Lio estaban viendo la televisión justo en ese instante.

Tomé de la mano a Rosemary y salí corriendo. Incluso en el balcón nos persiguieron así que opté por bajar las escaleras y correr hasta los jardines. Me giré para ver el palacio y la gente quedarse ahí, preguntándose a dónde había ido. Esperé que no hubieran fotografiado mi cara.
Me detuve en un árbol. Me quedé sin aliento. Miré a Rosemary. Me sentí mal por llevarla conmigo.

— Lamento ésto— dije—. Pero no quería que me vieran. Podría ser malo para ti.
— Está bien— dijo ella, con la respiración entre cortada—, yo estoy bien así.

No sabía qué podía decirle. Todo parecía tan confuso pero no me sentía ansioso ni nervioso. Sólo de verla pensaba que incluso estaría dispuesto a recibir una bala por ella. Todo era tan raro.

— Bueno, un sueño menos— dije—. Ya sólo falta que te conviertas en reina.
— Sí... — noté que sonaba incómoda. Debía ser por mí. Decepción. Seguramente. Yo no era lo que esperaba. Pero claro, es una princesa y sus estándares de amigos deben ser igual de bellos que ella.
— ¿Pasa algo?— dije al fin. Si debía decirme que mi fealdad le molestaba, mejor que lo hiciera de una vez.
— No, sólo estoy nerviosa porque... creo que no estaba lista para ésto... pero no quiero detenerme... y lo que siento, quiero saber qué es... no sé nada de ti pero de todas formas...

Estaba oficialmente confundido. Seguro que tenía alguna batalla interna o un dilema existencial pero yo no entendía eso en absoluto.

— Yo creo— me miró con mucha determinación, como si lo que estuviera a punto de decirme le costara mucho trabajo—, que no es justo.
— ¿Perdón?— dije, sin duda me debí perder en alguna parte.
— Que no es justo. Debiste decirme.
— No entiendo— dije, la miré curioso. Su cara estaba muy roja.
— ¡Debiste decirme que eras un chico lindo!

Me quedé mirando su cara por unos segundos sin moverme. Por un momento pensé que yo había escuchado mal. O que todo era una broma. ¿Lindo yo? ¿Segura que no hablaba de otra persona? Miré atrás de mí para confirmar que no había nadie más. Una vez más no supe qué decir.

— Yo...— de verdad estaba perplejo—... no sé a qué te refieres y quiero pensar que es un halago... así que ¿Gracias?

Me observó y se cubrió la cara con las manos. No supe cómo, porque por lo general siempre hago algo para merecerlo, pero acababa de matar el momento sin decir absolutamente nada.

— No se supone que sería así— dijo, preocupada, con sus manos en su cara—. Practiqué desde que me llegó tu carta pensando en lo que quería hablar contigo pero ahora... me da tanta pena...

Clasifiqué eso como un grave caso de timidez. No había de otra.

— Por supuesto que te debes sentir incómoda. Si no lo estuvieras yo pensaría que eres un robot. Y hoy vine esperando conocer a una princesa. Por cierto, el color blanco te queda muy bien.

Me miró. Bajó sus manos. La luz de la luna iluminaba todo. Traté de sonreírle para darle confianza.

— Tú — dijo—, te ves muy bien también. 
— Sabes, hoy he hecho algo muy bueno por ti. ¿Conoces al príncipe Connor?— asintió con la cabeza—. Creo que tu padre te quería arreglar un matrimonio con él. Pero él tampoco quería que las cosas terminaran así y lo convencí de que reuniera valor y le comunicara sus sentimientos a su padre. Debe estar haciendo eso ahora.
— ¿De verdad?— sonaba muy sorprendida—,¡Eso es muy bueno!
— Lo sé. Ahora puedes escoger. Y puedes amar a quién tú quieras. Y volverte reina. Es perfecto, ¿No?
— Lo es— sonrió y se veía increíblemente linda—. Lo es ahora.

 




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