Lio me miraba enojado. Y aún así se veía adorable. Pero algo me decía que no iba a perdonarme tan fácilmente. Tenía que decirle la verdad. Él era mi mejor amigo. Básicamente nos conocimos aún antes de nacer, cuando nuestras madres compraban ropita de bebé juntas. Éramos amigos prenatales.
— Vamos, por lo menos escúchame— le dije.
— No. No confiaste en mí así que ya no confiaré en ti— dijo furioso.
— No quería mentirte. Lo hice por razones superiores a mí. Quiero decirte toda la verdad, estoy seguro que me entenderás.
Luego, una vez que me aseguré de que nadie pudiera escucharnos le revelé toda la verdad. Al principio no me creyó pero cuando le mostré las cartas no tuvo ninguna duda.
— Pero pudiste decirme. Yo te hubiera guardado el secreto. Y te hubiera ayudado. Así no te habrían castigado tus padres— dijo.
— Ya lo sé, pero no dependía de mí. Rosemary no quiere que nadie sepa nada.
— Tiene que ser asombroso. No es lo mismo estar en una fiesta que verla por televisión.
— No realmente...
— ¿La princesa es tan bonita en persona como en la televisión? ¿Qué tan grande es el palacio? ¿Conociste a los reyes? ¿Ella es la misma persona que dice ser en la tv o tiene una personalidad diferente? ¿Crees que yo pueda conocerla algún día?
— Espera, son muchas preguntas. Te contaré todo sobre ella sólo sé paciente. Y promete guardar el secreto.
— Soy una tumba, Chris— dijo muy serio.
— Lo sé.
Le conté muchas cosas a Lio ese día. Y él parecía contento por eso. Y ansioso.
— Sabes, ahora que eres amigo de una princesa estoy seguro que ya ninguna chica te sorprende. Eso es malo. Muchas de nuestras compañeras quedarán decepcionadas.
— ¿Qué?— dije, lo miré perplejo.
— De hecho la fiesta que hicieron el sábado sólo fue un pretexto para poder hablar contigo. Seguro que ya sabes que eres el amor platónico de básicamente todas las niñas del salón.
— No sé qué está pasando— dije—, estoy seguro de que me perdí en algún momento. Siempre pensé que era el chico con un gato cuya vida estaba condenada a ser solitaria.
— Por dios Chris, siempre has sido popular con las chicas. Pero es lógico que no te hayas dado cuenta, en veces eres muy despistado.
Por alguna razón que no entendía todo había cambiado. Es decir, siempre me consideré una persona promedio y ahora resulta que me asediaban las mujeres. ¿Eso siempre había sido así? Porque no tenía ninguna amiga, es más, las niñas no me hablaban siquiera.
— No entiendo eso— le dije—. Las chicas no me hablan.
— Es porque tú tienes fama de ser cerrado, poco sociable y hasta cierto punto inalcanzable. Sólo hablas conmigo.
— Pero es porque pensé que yo ahuyentaba a las personas... qué revelación.
Llegué a casa y escribí una carta. Antes de correr a meterla al buzón, me acerqué a mi hermana.
— Oye Vicky, ¿Creés que soy lindo?— le dije. Me miró extrañada.
— ¿Tú creés que yo soy linda?— dijo. Observé las pecas de su cara.
— Eso depende de la perspectiva. Pero desde la mía, sí, eres linda.
— Pues desde la mía tú no— dijo y se fue.
Los niños pueden ser crueles.
“Querida princesa Rosemary que creé en la magia:
Salió una foto de mi espalda. Tú sales a mi lado. Te ves bien. Nadie me ha reconocido. Espero no causarte problemas por nada. Y lamento no haber estado más tiempo contigo.
Últimamente he notado cosas que no habían llamado mi atención antes. Como que hay muchas chicas en mi salón de clases, como que aparte de ti no tengo ninguna amiga y que extraño mucho mi teléfono celular. ¿Tú tienes uno?
Y sí, tampoco me he enamorado de nadie. ¿No es raro? A mi edad mi papá ya conocía a mi mamá.
Me gustaría enamorarme de alguna chica, casarme, ser muy feliz a su lado, tener hijos, crecer con ellos y cuando ellos tengan su propia vida y sus propios hijos, salir al parque a envejecer con mi esposa mientras nos tomamos de las manos.
Y mirar hacía atrás y pensar que tuve una buena vida. Sería grandioso.
Y sí, enamorarme se unió a mi lista de sueños.
Por si te lo preguntas, también estoy encantado de haberte conocido.
Y sí, estar enamorado tiene que ser lo mejor del mundo.
Hasta luego, princesa.
Atte. Christian, el chico gato.
PD. Prometo practicar mis pasos de baile, para evitar pisarte los zapatos cuando volvamos a bailar.”