Cartas a una Princesa

18. Es malvada

— Tienen que escoger a alguien que represente a su grupo para ir a una visita guiada por el palacio— dijo el director, cuando fue a mi salón de clases.
— Yo nomino a Christian— dijo rápidamente Lio.
— Sí, yo me nomino a mí mismo— dije de inmediato.
— Bien, ¿Alguien más quiere ser candidato?— dijo el director, espectante. Como veinte personas levantaron la mano—. Entonces les toca elegir. Tienen dos días para tener a un representante.

¡Diablos! Esa era mi oportunidad. Yo debía ser elegido. Pero no, los demás tipos que obviamente no son los protagonistas de esta historia también querían ir. Me sentí presionado.

— No te preocupes Chris, seré tu agente de campaña y estoy seguro que ganarás. Sólo es cuestión de enfoques— dijo Lio. 

Me alegré de haberle dicho todo eso a Lio. Podía confiar en él. 
Miré a mi competencia: Una rubia bonita llamada Clara, el chico de la guitarra, Ana La Loca, un sujeto que decían que estaba involucrado en la mafia, la niña que se sentaba atrás de mí, el presidente de la clase, yo, un tipo que siempre estaba comiendo cacahuates, otras niñas y desde luego, yo. Qué difícil. Pero albergaba la esperanza de ser elegido.

Así, Lio empezó una campaña política cuyo eslogan era “Elijan a Christian por que él tiene razones más importantes que las suyas para querer ir”. Me sentí perdido. Pero él era el genio.

— Yo votaré por ti— dijo una niña de coleta que se me acercó—. Si tus razones son muy importantes entonces deberías ir tú. 
— Gracias— dije, algo confunso—, de verdad que deseo ir. Soy Christian. 
— Lo sé, todo el mundo lo sabe. Yo soy Savanna. Y quiero ayudarte. No te preocupes, sé cómo persuadir a las personas.
— ¿Porqué estás ayudándome?— dije, a la defensiva.
— ¿Ya viste a los otros competidores? ¡Si hasta está Ana La Loca! Si alguien más gana nuestro grupo será el hazmerreír del colegio. No me imagino qué podrían hacer en el palacio. Al menos tú te ves decente. Quiero creer que sí.

Bueno, yo no podía refutar sus argumentos y no podía rechazar aliados. Eso era la guerra. No conocía a esa chica pero esperaba que no me traicionara. Tenía que ir.

Quería hacer propaganda pero la rubia bonita empezó a quitar mis carteles de las paredes de la escuela. Y me fulminaba con la mirada cuando me veía. Como si yo fuera un barrito que le creció en la cara el día de su boda.

— ¡Vamos, no te desanimes!— dijo Lio—. Tienes que ir.
— Ya haremos más publicidad. Y las chicas están de tu lado. Menos Clara. Y Ana La Loca, le pregunté pero no entendí qué dijo— dijo Savanna, parecía muy contenta.

Ya en casa, luego de alimentar a mi gato y de que mi madre me dedicara una mirada iracunda fui a escribir. Luego, con ayuda de papá esquivé a mamá y fui al buzón.

“Querida Rosemary que no se sabe su número de teléfono:

Quiero pensar que estás muy consciente de que el palacio invitará a alumnos de escuelas del reino para una visita guiada. Pues cabe la posibilidad de que yo pueda ir. Sé que no podré verte pero por lo menos estaré en algún lugar en donde tú has estado. Antes tengo que ser escogido como representante de grupo. Es horrible que sólo una persona por grupo pueda ir. Todos quieren conocer el lugar en donde vive la princesa.

Tu abuelita debe ser muy sabia. La mía también, aunque sigue pensando que las computadoras son mágicas. Y aunque no lo creas, también te extraño. Sí, tener amigos es de lo mejor.

Mi clase favorita es historia. Hay algo en eso que me fascina.

Y el chico que se case contigo será afortunado desde luego, no todo el mundo se casa con una bella princesa ni se vuelve rey. Pero más que eso, su verdadera fortuna es poder compartir el resto de su vida con una chica maravillosa como tú.

Bueno, deséame suerte.

Atte. Christian, el chico gato.

P.D. Si por alguna razón no gano y en mi lugar conoces a una chica rubia llamada Clara, no está de más decirte que es malvada.

 




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