Cartas a una Princesa

23. Amanecer

Rosemary dormía como princesa. No diré más al respecto.
La desperté muy temprano, antes de que saliera el sol. Y luego, con mucho cuidado, salimos por la ventana de mi cuarto al tejado de mi casa. Casi nos caemos. Pero ella tenía que ver algo. Le mostré el amanecer.

— Tenías razón— dijo—. Sí que es mágico. 
— La magia nos rodea. Pero ésto es sólo una cosa. Hoy, será el mejor día de tu vida... eso si Lio llega rápido.

Y sí que no tardó. Yo no tenía ropa para Rosemary pero una de las hermanas de Lio sí. Y en bicicleta, mi mejor amigo, casi hermano, me la trajo. Era un vestido rosa. Y un sombrero. No quería que la reconocieran.

Luego de fugarme con el desayuno hasta mi habitación y pensar que mi madre casi juraba que tenía un nuevo gato, desayunamos. Después esperé pacientemente a que mi mamá y Vicky salieran de la casa. Tomé a Rosemary de la mano y salimos.
Los primeros pasos fueron difíciles. Sospechaba hasta de mi vecino, un tierno ancianito de noventa años. Pensaba que podría ser un agente encubierto.

Caminé hasta el río cerca de mi escuela. Los ojos de Rosemary le brillaron. A las chicas les gustan los cuerpos de agua. Y luego, gracias a que fui dotado de equilibrio, caí al río tratando de tomar una roca. Y pensé que con los años de educación costosa que la princesa tuvo me ayudaría, pero no, se rió de mí hasta que no pudo más. Y sin querer (a quien engaño, sí quise, y mucho) la tiré al río yo.

Luego jugamos a salpicarnos agua como si fueramos retrasados mentales. Y pasamos mucho tiempo en el sol esperando que secara nuestras ropas. Sí, no fue lo más inteligente que pudimos hacer.

— ¿Sabes qué hora es?— le dije.
— No.
— La hora de resolver una peligrosa misión. Soy el agente secreto 009 y junto a mi ayudante, la agente 001, espiaremos a Lio y descubriremos sus secretos. 
— ¿Y eso está bien para él?
— Por supuesto que sí, agente 001.

Luego de caminar sospechosamente con una pistolita de plástico por las calles (si no queríamos llamar la atención lo hicimos), llegamos a la casa de Lio. Convencí a su mamá de que me dejara entrar a su habitación y luego de no hacer ruido entramos abriendo la puerta de golpe.... ¿Savanna?

— ¿Qué haces aquí, Chris?— dijo él después de gritar como niña y abrazar a Savanna por el susto?
— ¿Qué hace ella aquí? — dije.
— Vine de visita— me respondió ella— ¿Quién es tu amiga? Como que su cara se me hace conocida...
— ¡No, no la conoces!— dije antes de tomarla de la mano y salir corriendo.

Con que de eso se trataba. Ese Lio, era todo un galán. Eso explicaba porqué Savanna quiso ayudarme con mi campaña. Quería pasar más tiempo con Lio. Eso estaba bien. Ella me agradaba.

— ¿Vencimos al mal?— dijo ella.
— Digamos que sí. Vamos, hay más cosas que quiero mostrarte.

Fuimos a mi tienda de discos favoritos. Y ella se emocionó con la música clásica. Luego la llevé a comer una hamburguesa. Y dijo que no podía creer que pasó 18 años de su vida sin conocerlas. Quería ir al cine pero los espacios cerrados y oscuros la ponían nerviosa. Nos detuvimos en una librería. Y ella tuvo un debate sobre política con el dueño del lugar. Por la cara del tipo, debió ganar Rosemary.

Cuando menos me di cuenta, todo un día ya había pasado. Fuimos a ver la puesta del sol en el parque cercano a mi casa.

— Creo que Lio encontró el amor— le dije—. Bien por él. 
— ¿Y tú? ¿Aún no lo has encontrado?— me preguntó. 
— No que yo sepa. Mi abuelita dice que en veces está en el lugar que menos sospechamos.
— La mía dice lo mismo— nos miramos. Sorprendete, coincidimos en algo.
— Creo que llegará algún momento en mi vida en donde podré decir con suma confianza: “La encontré”. Y sabré que podré ser feliz para siempre. ¿Y tú, princesa? ¿Encontraste a alguien? Es decir, a parte de ser princesa, aunque eso no te deje, deberías tener a alguien.
— Yo...— de repente se vio muy afligida—... no sé si me guste ser princesa. Me gustaría ser como tú. Poder decir que “Lo encontré” sin miedo a nada. Y ser feliz.
— Entonces ya no seas princesa. Si te quedas aquí sólo serás Rosemary. Y podrás vivir tus días como el día de hoy. ¿No te gustaría? Y en la tv nadie ha dicho nada sobre ti. Tal vez nadie sepa que desapareciste. 
— Eso me gustaría mucho... me gustaría mucho... quedarme aquí... contigo...
— ¡Mira, el sol se está poniendo!— le dije.

Miramos el cielo naranja. El viento soplaba fuerte. Tanto que le quitó el sombrero. Lo vimos volar. Y luego la miré. Qué bonita... no, había algo extraño. ¿Porqué se veía triste? ¿No debía estar contenta? ¿Entonces?
Sentí ganas de... ganas de... abrazarla... ¿Por qué?

Estaba en eso, a punto de tocarla cuando un helicóptero apareció atrás de nosotros.

La guardia real.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.